boccanera

Celebración de con Jorge Boccanera. Juan Manuel Roca

boccaneraEste 2016 dos fueron los poetas a quienes se dedicó el encuentro Poetas del Mundo Latino, organizado por el poeta mexicano Marco Antonio Campos, Jorge Boccanera y Coral Bracho. Roca da su versión del primero.

 

 

 

CELEBRACIÓN DE CON JORGE BOCCANERA (*)

Juan Manuel Roca

«Cada quien, cada día, amansa su animal», dice en uno de sus poemas Jorge Boccanera.

Aquí va mi intento de amansar el impetuoso animal de los buenos momentos compartidos en una ya amplia amistad con Jorge, una amistad que se ha dado en muchos lugares del globo y también en muchos versos de su poesía.

Si de saludar al amigo se tratara podría decir tras el nombre de Jorge Boccanera que su mención significa a la vez retorno y encuentro. Encuentro con el abrazo, antes que nada, con un dialogo intermitente con alguien que es piedra angular en el amigario personal de muchos lectores y poetas. Yo entre ellos.

Saludar su poesía es ponerse una cita en la esquina de un verso donde hay una muchacha sordomuda que habla en una jerga de aire, es escuchar una vieja y renovada melodía desde una calle perdida trazada en las cabeceras de un ennoblecido mundo popular, al que el poeta atiende con respeto y gratitud. Es también, en este preciso momento, una forma de celebrar su merecido Premio  «Poetas del mundo latino».

He sido un festivo testigo de su humor, de su anti-solemnidad y de su acento siempre ajeno a cualquier servidumbre. Y, por supuesto, testigo de su hondura poética. En ese trípode, humor, desenfado y política insumisa, Boccanera ha montado su visión del mundo.

Hay en sus poemas ángeles aplastados por dos bocas que se besan, hombres o mujeres encerrados en los cuatro muros cardinales de una celda y retazos de la historia de su pais, Argentina, un país ayer y hoy vejado por el poder, y en un lugar de la memoria un barbero que afeita y palmotea un espejo hasta dejarlo liso como un lago de hielo.

Su poesía dialoga con Raúl González Tuñón, con Juan Gelman, evoca al atropellado por el alud de un tren en evocación de Atila Jossef, pero sobre todo dialoga con la calle, con colchoneros y reyes de bastos, con los viejos letristas del tango tan poetas como los mejores y ya sabemos que un poeta sin calle está condenado a sentarse en la Academia, esa instancia tan poco apetecida desde la ya clásica oración de nuestro abuelo Rubén: «De las academias, líbranos señor».

Tal vez de allí, de todo este magma nazca algo que resulta ser más que una tautología, algo más que una declaración de principios como los insertos en sus versos:

«El mecánico está en los planes del ingeniero
que figura en los planos del mago
quien a su vez está en los planes del sacerdote
que está en los planos del fabricante de caramelos ácidos
que figura en los planes del martillero público
pero los poetas no figuran en los planes de nadie».

Me da vaina tener que contradecir a Jorge, al menos un poco. Resulta que el poeta sí está en los planes de otros poetas y no por tratarse de amigos, de compañeros en la nave libre de las fobias y las filias.

Es por esos motivos que estamos hoy acá, en Aguascalientes, en la cercanía del día de los muertos, precisamente en la tierra de José Guadalupe Posada, el genial grabador que supongo no se inspiraba en los gabinetes fotográficos para su amplia y sorprendente obra, sino posiblemente en esos pequeños centros médicos de barrio donde se hacen radiografías. 

Esta es también una forma de atestiguar que estamos vivos a tres jornadas del día de los muertos, una manera abierta de disponer el brazo al abrazo para señalar un premio a una trayectoria poética como la de Jorge. Se trata de una distinción a lo que Saint John Perse llamaba «el pensamiento desinteresado» o a «la salud del lenguaje», que es lo que Henry David Thoreau encontraba en la auténtica poesía.

Los poemas de Boccanera sí que que gozan de buena salud, respiran a pleno pulmón y no necesitan para nada del placebo del lugar común. La suya es una poética que nace en la calle y desemboca en el libro, la suya es una palabra que siempre está preguntando por el otro. Nada de manierimos, cero sacarina y escamoteos a nuestra historia.

Hombre, Jorge, no me queda sino esperar un nuevo día en el que volvamos a patear un balón en una cancha de Medellín, por allí, muy cerca de donde truncó su viaje Carlos Gardel, o regresar a la noche de esa ciudad que muele horas y tangos al mismo tiempo, hasta el amanecer. No queda sino esperar que siga creciendo tu poesía. Mientras tanto, debes saber que estás en los planes del ingeniero, en los planes del mago o del fabricante de caramelos ácidos y, no lo dudes, estás y estarás  en los planes de tus amigos poetas.

Aguascalientes, México, octubre 29 de 2016.

(*) Este Texto fue leído duante la entrega del premio «Poetas del Mundo Latino»,  compartido con la excelente poetisa mexicana Coral Bracho.

jm-roca
Juan Manuel Roca