Jeremías Marquines

Jeremías Marquines, «Tequila a go go»

Jeremías MarquinesEl poeta tabasqueño, asentado en Acapulco, obtuvo recientemente el Premio Regional Centroamericano de Poesía Rodulfo Figueroa 2016, con su libro «Tequila a go go», que se suma a otros nacionales como el Aguascalientes, el «Jaime Sabines», por mencionar dos de los más relevantes. Una muestra del poemario galardonado.

 

 

TEQUILA A GOGÓ

 

 

Jeremías Marquines

 

1.1.- La imagen es una forma del
mundo que constituye un hecho.

1.2.1.-La poesía asume la forma de la
realidad. Está hecha de hechos.

Nota obligadísima: El 23 de enero de 1965 se inauguró en
Acapulco la discoteca Tequila a gogó, la primera en
Latinoamérica. Logró ganancias por 600 mil dólares en
la primera temporada. Ese mismo año dio inició
un movimiento social que dejó más de 600 mil desaparecidos.
Rezagos de estos hechos llegan hasta nuestros días
convertidos en otra tragedia: la de los 43; de
esos olvidados fragmentos está hecho este libro.

 

 

LIBRO SEGUNDO

Comenzaré con los espectros de los toronjales pegados a mi pensamiento.

Contaré todo de nuevo porque en la memoria hay serpientes queriéndose escapar.

Me acuerdo de los senderos que andaba en dirección contraria, tras hormigas que volvían con trocitos de cadáveres, moviendo sus patitas graciosas.

De los pitidos y chirridos del aparato Telefunken, suspendido del horcón de la casa hasta que las bugambilias se cerraban.

De mi madre con la falda hasta las pantorrillas desgranando maíz y recordando el color de sus piernas
Yo arrastrando un palito por el lodo sin conocer el mar
(un palito de almendra, de eso sí me acuerdo),
preocupado por todo lo oscuro, por las voces
(no de la radio),
de otras cabezas más pequeñas que me decían: Vete.
Entre la hierba negra, arden estrellas verdes.
Yo entonces, sin saber qué.
Sólo que afuera siempre algo chilla, eso me daba miedo.
También el ciego que todas las mañanas hacía señas de esperanza, sin que lo vieran.
El ciego que por las tardes adiestraba caballos ciegos en un solar quemado.
Entonces nada me dolía, ni la picadura de las hormigas cuando orinaba en sus nidos, ni la foto donde mi padre aparece sin rostro bajo los cafetales.
-¿Quién es éste, madre?
-Nadie, se lo llevaron.
Yo con el palito de almendra dibujando árboles, venados, linces, barcos, sin conocer el mar.
-¿A dónde se lo llevaron?
-A Acapulco.
Olas bajo la falda de mi madre, puertas que se abren, botones que se sueltan.
Alguien dice: no hagas ruido, sueña conmigo.
El espejo es neutro.
Yo con la postal en la mano en la que apenas se distingue una casa.
(Esta era, me supongo. El mar abajo).
Pájaros zancudos como los días, a galope de las nubes.
La arena, una caja de música: no tiene sonidos,
formas sí, que apagan y encienden eternidades.

Mi madre en camisón me peina, su mano huele a sueño.
Alguien dice: no hagas ruido, sueña conmigo.
El espejo es neutro:
se multiplica codicioso como las hojas de higuera.
Yo hablo con los túneles,
cuando me acuerdo de algo, la casa se agrieta.
Vete.
Olores de comida, la pantorrilla encima de la cama.
Un camión de soldados.
En el ropero una llave que sólo las cucarachas se atreven a tocar.
Yo con todo este color por la mañana que no es el de las nubes,
es el de la foto de mi padre a un lado de la máquina de escribir que también se llevaron.

[Radiograma cifrado. DFS-10-16-4-72 L 4 H. Tenía 72 años. Los soldados se llevaron el poquito dinero de la venta de café que tenía en una caja ropera que abrieron a balazos].

-No entiendo por qué me duele la barriga, madre, qué vergüenza. Debe ser la fruta sin fruta que comí.
Dígale mejor a doña Bertha que encienda la radio, está pasando Porfirio Cadena, El ojo de vidrio.
Arruga en la madera, serpientes en un cazo.

(Yo salgo al patio, pequeño y perfumado, por un peldaño y otro. Tal vez la vida es sueño, pero sé esperar despierto porque el mundo es un beso con un sabor distante, confusamente apenas para desesperarnos.
Entonces sé que vienes, de más allá del patio como una almendra atroz, dulce, amarga y de muy lejos, con tus zapatos blancos forrados con alambre, por un peldaño y otro, me siguen animales que tumba un parpadeo).
-Hoy nadie vino a verme.
Intenté dibujar una ola en la corteza de los árboles, pero sólo salieron dentelladas.
Probé con un gallo, y terminé escribiendo «carajo» en una puerta.
Disculpe la blasfemia, madre,
mis manos son aves de rapiña que acometen tórtolas,
no me acostumbro a ellas todavía,
martillan burbujas enojadas en el cabezal de la cama donde amarro los zapatos de papá como un potro taciturno que espera el crepúsculo para seguir corriendo.
Arre caballo!)
Son palabras que copio como un guante vacío, apenas salidas de su hermosura hueca.
No las oigo, sólo oigo su muerte, de puntitas, tanteando lo que dicen.
Yo como si nada, el agua me enseñó a ver las injusticias con los ojos cerrados.
Me dio, ausencias calcinadas que se anuncian con un golpe de remos.
-Madre
cuando menos lo pienso, me hiero con las nubes que apilo cada noche para llegar al sueño.
-«Ven con nosotros, hijo. Tómate este refresco»,
(no me he dormido todavía).
Cómo podría dormirme si los zapatos vengativos de papá goteaban cada noche, malpenados, revolviendo el ropero en busca de una cajita con los aretes rotos de mamá, un mechón de su pelo, y mis dientes de leche que los insectos roían.
(¿Usted camina o flota?)
Yo con ganas de volar pero rascándome el hombro donde me mordió una iguana. Mire el tamaño de su boca putita, más pequeña que el beso que asusta a mi ángel de la guarda.
-Usted disculpe la palabra, madre, pero duele no poder volar por culpa de este redondel enardecido,
por estas cabecitas más pequeñas que la mía que me dicen:
vete Lucio, vete, con el hocico en llamas.

 

Jeremías Marquines, Villahermosa, Tabasco 1968.  Premio nacional de poesía Aguascalientes 2012, premio internacional de poesía Jaime Sabines 1998, Premio nacional de poesía Efraín Huerta, 1997;  Premio nacional de Poesía Clemencia Isaura, 2003; Premio nacional de poesía Ramón Iván Suárez Caamal, Kalkini, Campeche, 1999, entre otros. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Ha publicado: El ojo es una alcándara de luz en los espejos, 1996; De más antes miraba los todos muertos 1999; Las formas de ser gris adentro, 2002; Las formas del petirrojo, 2001. Duros pensamientos zarpan al anochecer en barcos de hierro, 2002; Varias especies de animales extraños jugando juntos en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem, 2008;  Dónde tiene el hoyo la pantera rosa, 2009;  Acapulco Golden, 2012 y Acapulco Golden, traducción al portugués 2014; Obra poética reunida, 2014; Como alguien que muerde una manzana me doy fuego, 2015.