Benjamín Domínguez

Presentación La Otra 112

LeyvaBenjamín Domínguez. El color de la ausencia
Sintaxis de lo insólito
José Ángel Leyva
No puedo afirmar que fui amigo íntimo de Benjamín Domínguez (Chihuahua 1942-Ciudad de Mèxico, 26 de julio de 2016), pero no fueron pocas la ocasiones en que nos vimos con mutua simpatía e interés, ya fuese en su casa, en la de amigos comunes o en cualquier sitio. Como la mayoría de los artistas plásticos mexicanos fue solidario y generoso con los proyectos culturales independientes y nos permitió utilizar de forma desinteresada imágenes de su obra en portadas de libros, en las páginas de revistas literarias, y aunque no fue mi caso, con certeza donó obra para apoyar iniciativas en pro de la cultura. No estuve en la Ciudad de México para acompañarlo en sus funerales, pero me dolió su partida cuando Esther González y Guillermo Ceniceros, grandes amigos de él , me comunicaron su deceso repentino.

Recuerdo pues a este artista en su sencillez y entrega, en su pasión por el arte y la amistad, en su familia y su país. Un artista que nunca pretendió ser personaje ni centro de los reflectores, sino simplemente artista, ni más ni menos que los demás. Como muchos otros creadores de su generación, Javier Arévalo, Guillermo Ceniceros y Esther González, Byron Gálvez y Leonel Maciel, por mencionar algunos. La primera vez que escuché hablar de Benjamín fue a Leonel Maciel, quien había pintado un cuadro que tituló «La boda de los coyotes» y me dijo que eran Benjamín Domínguez y Maricela. Cuando conocí a Benjamín reconocí un rostro que la picardía estética de Maciel había captado y recreado. Sé que que fue un cuadro que Domínguez siempre quiso tener, en parte por su sentido del humor y en parte por sus sentidos del amor, pero sobre todo por el reconocimiento que él mismo hacía a la belleza pictórica de un compañero que de esa manera lo inmortalizaba en su boda.

 La boda de los coyotes
La boda de los coyotes

Recupero aquí para lo lectores de La Otra, la entrevista que acompañó al número 40 de Alforja, año 2007.

 

La trayectoria de Benjamín Domínguez (Ciudad Jiménez, Chihuahua, 1942) transita por diversos momentos iconográficos que poco a poco se hunden en el universo onírico donde él adquiere carta de pertenencia. Naturalezas muertas, alacenas, trasteros, telas con todos sus pliegues y bordados, monjas floridas, personajes flamencos y renacentistas en convivencia con sujetos del mundo contemporáneo con todo y sus utilerías, desde la familia de los Arnolfini hasta un elenco fabuloso de ángeles y demonios que juegan a un ilusionismo convincente.

La pintura de Benjamín Domínguez elabora escenas cargadas de dramatismo, escenografías y atuendos caprichosos a la vez que seductores y sugerentes. La magia, el sueño, el tiempo, el gesto, el símbolo, aderezados con salpicaduras de surrealismo, conforman la sustancia expresiva del artista que apuesta al virtuosismo de la tecnica y a la imaginación. La obra de Benjamín Domínguez suele mostrar una fuerte carga hiperrealista entreverada con el poder de su paleta. Colores –especialmente rojos y dorados– y texturas al servicio de un juego de imágenes emblemáticas y objetos dotados de un carácter propio ensamblan un discurso barroco, seductor, elocuente. La filigrana plástica de Domínguez entra en conexión con el deseo del cuerpo y su extrañeza, plasma literariamente sus pieles y sus lienzos, genera una sintaxis donde lo insólito invoca los sentidos.

Esta es nuestra conversación.

 

    Benjamín, tienes un discurso visual muy identificable, además de una paleta y un estilo muy definidos ¿Cómo descubriste e iniciaste tu trabajo en ese sentido?

Estuve mucho años sin pintar, navegaba a la deriva sin tener una idea de quién era yo. Un día aprendí a leerme a mí mismo. Durante mucho tiempo estuve acumulando conocimiento y enriqueciendo la calidad de mi espíritu. Descubrí que en mi interior convivían varios personajes que formaban parte importante de mí. Supe entonces lo que tenía qué pintar, descubrí mi propio lenguaje. Con éste he pintado durante 40 años mi propia historia.

El flamenco antiguo, el surrealismo, el hiperrealismo, el simbolismo son o aparentan ser componentes de tu universo icónico ¿Qué referentes, presencias o escuelas reconoces en tu obra?

Nací en un pueblo surrealista, cerca de la Zona del Silencio, entre Chihuahua, Durango y Coahuila. Crecí sobre el antiguo fondo de un mar, el mar de Tetis. Rodeado desde chico de fósiles marinos milenarios, tuve siempre la certeza de vivir dentro de un sueño. Los habitantes del desierto crecemos con la sensación de no estar completamente despiertos, vivimos en esa ensoñación que provocan los horizontes infinitos. De ahí viene mi fascinación  por lo fantástico, que es la primera característica de mis cuadros, todo viene de ese pueblo y de mi infancia. Reconozco una gran influencia de la pintura flamenca que me parece profundamente contemporánea, igual que la pintura barroca, ésta me ha permitido estudiar el interior atormentado del hombre moderno. Llegue al sadomasoquismo estudiando la imagen barroca íntimamente. Esta imagen es espiritual pero está siempre bordeando los límites de una violencia inaudita. Caravaggio, El Greco, Jan Van Eyck, Membling, Roger Van Der Weiden son pintores que influyen directamente en mi pintura.

Has transitado por diversos épocas pictóricas ¿Cómo las definirías y describirías? Me refiero a que tu trayectoria y el proceso de definición de un discurso propio te ha colocado en momentos específicos de actitud frente al arte, de disposición y de interlocución con tu obra.

Dialogar con el cuadro es parte del placer del artista plástico, crea una comunicación primero con el espacio vacío de la tela que te propone infinitas probabilidades de movimiento para ubicar tus personajes. El diálogo es continuo, aquel espacio blanco es el umbral del laberinto que guarda en el centro el mundo real o fantástico de la idea. No creo en el arte antiguo y moderno, el arte es continuo y es posible hablar con el lenguaje de hace 500 años, en un diálogo completamente contemporáneo. Los historiadores y los críticos han conceptualizado el discurso del arte en cada época y escuela para clasificarlo. Sin embargo, artistas como Bill Viola, videoasta, se basa en la obra de Fray Angelico y Giotto para realizar sus videos. Picasso creó los fundamentos del arte moderno conversando con el lenguaje del arte africano antiguo. Yo hice video con la idea de Jan Van Eyck.

Las temáticas son también planos en los que te has movido, has abrevado y has desplegado muchos días de trabajo intenso: las monjas, naturalezas muertas de diversa índole, los Arnolfini, escenas donde lo antiguo y lo moderno se superponen o se conjugan, y ahora el dolor, la tortura, el masoquismo ¿Cómo y por qué has elegido dichas temáticas o cómo éstas te han elegido a ti?

Casi todas esas temáticas responden a experiencias personales. La mayoría son de mi infancia y juventud. El surrealismo me llegó con la primera novia. Ella trabajaba en una feria de pueblo representando a la mujer araña; yo siempre la vi con su traje de arácnido seduciendo a los espectadores con su mirada provocadora y su voz. Me cautivó su condición surrealista. Con el tiempo, mis pinturas acusaron mucho de la magia que ella representaba.
La obsesión por los tatuajes viene de mi padre, quien tenía un tatuaje en el brazo, y de un amigo que llevaba todo el cuerpo tatuado y me dio a leer el libro de Ray Bradbury El hombre ilustrado.
El Laocoonte, un personaje que he pintado continuamente durante 25 años, lo conocí en la feria del pueblo como un encantador de serpientes, después lo vi en un cuadro del Greco y, por supuesto, en el libro Laocoonte, de Efraim Lessing, que fue fundamental en mis lecturas de adolescente.
La «adivinadoras» de los gitanos o húngaros como les llamábamos, plantaban sus carpas en esa zona del desierto cerca de casa de mis papás. Yo crecí con los hijos de estos gitanos; de ahí vienen varios temas como «las cuatro edades», «los cinco sentidos», «las gitanas adivinadoras», de los circos que llegaban a mi pueblo tomé los temas de las levitaciones y de los magos.
El dolor, la tortura, el sadomasoquismo es la culminación del estudio que hice de la imagen barroca; de la fastuosidad y el lujo pase al color de la penitencia infinitamente cruel, como los Cristos del siglo XVII ó XVII.

El cine es un lenguaje visual que te apasiona ¿Cómo lo vinculas con tu obra? ¿Quiénes son esos directores cinematográficos o con qué filmes te sientes identificado?

Aprendí a pintar en el cine de mi pueblo. Muy joven, a los trece años de edad, anunciaba las películas en grandes planos de madera con pinturas rústicas. En éstas desfilaron los grandes artistas del cine, recreados por mi pincel. De niño no sólo aprendí a pintar sino a conocer el lenguaje del cine. 27 años después, en el Palacio de Bellas Artes, expuse una de las más importantes colecciones de pintura, 20 variaciones sobre el matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck; imaginadas como una secuencia cinematográfica dentro de una habitación llena de símbolos, una pareja hombre mujer se ama, se odia, se destruye en una sucesión de cuadro que narran la historia de la pareja en dicha serie, en la cual está presente el cine, la literatura, la poesía, el simbolismo, el surrealismo, el barroco, etcétera.

¿Y el dibujo?

El dibujo es fundamental para cualquier artista, es la base que sostiene la solidez del cuadro. Aun en el cine se necesita una historia dibujada, casi todos los directores delineaban el carácter de sus escenas en un cuaderno de dibujo. Para mí, dibujar es como escribir, narrar un cuerpo o un paisaje con aquella línea simbólica que anuncia el suceso que está a punto de acontecer. En sí mismo el dibujo es una obra con sus propios valores y características únicas

¿Cuál es el grado de dificultad que representa la elaboración de tus cuadros?¿Cómo asumes su complejidad o su sencillez?

El grado de dificultad que representa la solución de un cuadro tiene que ver con lo que tienes que decir. Yo tengo mucha información que me facilita la elaboración de las pinturas, nunca he tenido dificultad para encontrar tema. La técnica, el cómo pintar, lo facilita porque tiene reglas mínimas que te permiten resolver cualquier problema. No soy un artista atormentado.

La literatura es otra de tus pasiones, no sólo como lector sino además como autor de historias. ¿Piensas que estos dos lenguajes y disciplinas se digan algo entre sí? ¿Cómo conviven en tu caso?

Mi pintura es profundamente literaria, narra historias, perfila caracteres de seres que viven en un mundo creado a su medida, son personajes espirituales o perfectamente instalados en el dolor, dan testimonio de su presencia. Como si se tratara de un cuadro con cámaras que fotografían  el momento insólito que están viviendo.
De Rafael Alberti aprendí a profundizar en el interior de los seres luminosos y  a  encontrar la parte oscura que los define como hombres ordinarios. Mario Benedetti, por el contrario, me enseñó a hurgar en el alma del  hombre protervo, ordinario, y ahí en aquella oscuridad descubrí la luz verdadera de su espíritu: mis Ángeles barrocos con vicios humanos.

Por último ¿Hacia dónde te gustaría orientar tu trabajo plástico? ¿Cuál es la ambición del artista Benjamín Domínguez?

Tengo un tiempo experimentando con la fotografía y el video. Sin dejar de pintar, quiero utilizar otros lenguajes para decir lo que quiero comunicar, esto va a dar otro valor a mi pintura. Llegué al video como una continuidad de mi propia pintura, mis cuadros tiene la idea de que algo va a suceder. El video servirá como vehiculo para que eso ocurra.

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Un comentario

  1. Ignacio