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Samuel Bossini. Ojos bien cerrados

samuel-bossiniEl poeta argentino vuelve sobre el tema abordado por otros autores en el número anterior de La Otra, el sonido. Para Bossini el sonido que se produce en la poesía y genera la poesía proviene del silencio.

 

 

 

Ojos bien cerrados

Samuel Bossini

      Creo en el Sonido más que en la Palabra. Si entendemos que el Sonido es Silencio que se construye en Palabra. Sin duda la Palabra no es necesaria en Poesía. Decir que la Voz del poeta, ese Sonido que lo hace único, reconocible, proviene del Silencio, es comenzar con alguna certeza. La poca que existe en poesía.

      Decía Jean Cau: “existe la guerra, la oración, el amor, el juego y la contemplación. Todo lo demás no son más que tristes necesidades”. La Palabra es una triste necesidad de la poesía. Y la poesía escrita o leída en Palabra, pierdo su alcance. Esa fuerza que la hace única. La poesía construye desde el Silencio. Ese es su único Sonido. O recordemos al gran poeta español Juan Eduardo Cirlot cuando nos decía: “intento que la poesía sustituya en mí lo que el mundo no es y no me da”. Sustituya lo que la vida no es en Palabra y es sólo en Silencio. La poesía busca en el Silencio su vida construida en humo. Y lo que llamamos Sonido es la grieta por donde pueden pasar el símbolo, el significado, el tema, la idea. Pero lo que es poesía queda atrapada en su Silencio. Silencio que el poeta desentierra desde una Voz.

      Tuve la oportunidad de ver en una ocasión, un recital de poesía para sordomudos. Era recitado con señas. En la sala no volaba una mosca. Quien escribe este texto y no más de 10 personas, no éramos sordomudos. ¿O sí? Seríamos sordomudos del Silencio. Duró unos 45 minutos. Los poemas eran aplaudidos. Y al acabar el espectáculo, quienes realizaron el recital, fueron felicitados. Queda la pregunta, sin duda. ¿Qué sonido les llegó? ¿Qué música los capturó? Y uno queda trabado en que el Silencio es lo que uno comunica en poesía y que ese Silencio es la Voz del poeta. ¿Acaso no somos un poco esos sordomudos cuando leemos poemas traducidos del ruso, albanes, búlgaro? ¿Acaso nuestro oído no debe trabajar en la traducciones de esos poemas con el Silencio que ellos contienen y así llegar a la Voz del poeta? Siempre existió como dicotomía básica para un traductor de poesía, si hacer más hincapié en el ritmo o en el contenido. Y tal vez Verlaine sea su expresión más fuerte en cuanto al contenido de música en un poema.

      Aldo Pelegrini escribía (cito de memoria): que la poesía quería decir con palabras lo que las palabras no pueden decir. Y si las palabras no dicen ¿dónde descansar cuando leemos un poema, escribimos un poema? ¿Es menester sentirse escribiendo oculto bajo las sábanas?

      Cuando en la vieja URSS se hacían los recitales en la plaza central con Pasternack, Yevtushenko y otros y la plaza estaba repleta y conmovida ¿qué sonido les llegaba? ¿Es tan simple pensar que los conmovía porque esos poetas poetizaban la vida cotidiana, lo que le sucedía a cualquier ciudadano? No, seguramente. Hay cientos de poetas que han escrito lo que le sucede a cualquiera y no han conmovido o si lo han hecho, como la poesía comprometida políticamente, fue más por el peso de la época que por el peso del poema. Lo que conmueve es la música de ese Silencio. De qué manera cada Palabra llega al oído del espectador. Qué dirección sigue hasta convertirse en un poema que conmueve.

      No existe la poesía hermética, existe el corazón que no se abre para llegar al poema. Hay espejos negros en los cuales también nos reflejamos. Hay una parte del Alma de cada uno de nosotros que intenta escapar cuando el poema la encuentra. Y tal vez poesía sea llegar a esa parte del Alma que se teme y nos teme, porque en ella reside el poema. El tesoro del Silencio del poema. Y es ahí donde podemos ver cómo el poeta cae resignado a la verdad de no poder decir, a la verdad de cómo decir, qué decir. Y cuando se resigna a vencer, solo, comienza trabajar el Silencio que se entronca con la Voz y nace el poema. El poema que nunca será Palabra. Será sólo Luz.

      Vicente Huidobro en un manifiesto expresa: “Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica, que es la única que nos interesa.” Y esa significación mágica es el Silencio. Ese Sonido cuyo instrumento es lo intangible, lo sugerible, viento, niebla, humo. Una sombra que no necesita un cuerpo para existir. Es poema que se hace cuerpo en otro mundo. Es discutible si ese otro mundo está en este o fuera de este. Sí es conciliable qué es otro mundo. Y ese otro mundo nos instala en un aura luminosa para desenfocarnos de nuestro plano habitual.

      La poesía no habla, el Silencio no habla. Murmura bajo la tierra. Son voces encantatorias que nos viste y nos fija fuera del Aire.

      “El oficio de la palabra, más allá de la pequeña miseria y la pequeña ternura de designar esto o aquello, es un acto de amor: crear presencia.” Nos recordaba Roberto Juarroz. Ese acto de amor es un acto de destino. Huella que se marca con cada salto. Joë Bosquet meditaba: “que nadie está en la vida que se le conoce”. Y sería aplicable a que ningún poeta está en la Palabra que se le conoce. El poeta está construido por su Silencio.

      Hoy el poeta es ese incógnito entre sus contemporáneos. El que se pasea sin ser visto. El que encuentra su nuevo lugar con alguna resignación. ¿Ya no es el bebedor de la anticipación? El poeta y el poema quieren librarse de la escritura. El poeta y su Silencio se han vuelto el gran portador desconocido. Por primera vez ni el poeta ni la época se necesitan. Pero el poeta es el que sigue viendo mejor con los ojos cerrados.

      Pero existe el Sonido de cada época que impone su Silencio. Pero eso es harina de otro costal. Otra Palabra.

Febrero 2016