Hugo Gutiérrez Vega, Cuando el placer termine

José Ángel Leyva
José Ángel LeyvaLa otra había programado ya la presentación del libro de Hugo Gutiérrez Vega “Cuando el placer termine”, una reedición de la obra ganadora del Premio Aguascalientes, 1975, en la Feria del Libro en el Zócalo este próximo sábado 10 de octubre, a las 14:00 hrs. en el Foro Principal. Lucinda, su esposa, nos pidió no cancelar, consciente ya de las últimas horas de vida de su compañero. Ella fue la principal promotora de la edición de esa obra que apareció con los sellos de La Otra y Escritores de Cajeme, que dirige el poeta sonorense Juan Manz. A quienes puedan acompañarnos, los esperamos allí.

 

 

Con su muerte, 25 de septiembre de 2015, Hugo Gutiérrez desvela una marca sentenciosa de una generación y una época de la cultura mexicana, abandona el cultivo de los días, más no de la memoria, una virtud y un compromiso de su tránsito existencial, un rasgo de su personalidad que cultivó hasta los últimos momentos con las sustancias aglutinantes del humor y del amor. Recordaremos a Hugo siempre fraterno, inevitablemente tierno, ingeniosamente histriónico, viajero impenitente, memorioso y poeta.

Hugo Gutiérrez Vega. Jalisco, México, 1934. Contemporáneo y amigo de José Carlos Becerra, el mítico poeta mexicano que murió en un accidente en Brindisi rumbo a Grecia, Gutiérrez Vega es parte de una generación cosmopolita y libresca, como él mismo gustaba definirse. Poeta, actor, diplomático, periodista, maestro en letras, ex rector de la Universidad Autónoma de Querétaro, un poeta a quien Marco Antonio Campos emparenta con José Emilio Pacheco por sus tonos coloquiales y su discurso directo, cotidiano. “Salvo su primer libro, Buscado amor, la poesía de HGV se lee como una larga conversación con las personas que conoció en numerosos viajes y numerosas estadías por las cuatro orientaciones de la Tierra, hasta delinear y colorear en el corazón, como querían los mexicanos antiguos, un libro de pinturas. Una conversación donde abundan, o tal vez sobreabundan, las referencias literarias, y en segundo término las teatrales y cinematográficas.” (“Las dualidades infructuosas”, en Peregrinaciones,  Poesía 1965-2001, FCE, México, 2002).

Recibió importantes premios como el de Poesía de Aguascalientes (1975), Iberoamericano López Velarde (2001), El Premio Nacional Xavier Villaurrutia (2002), el Premio Nacional de Periodismo (2010), Premio Nacional de Ciencias y Artes y diversos reconocimientos internacionales. Dentro de su obra destacan los poemas Los soles griegos, 1990; Cantos del despotado de Morea, 1994, y Una estación en Amorgós, 1997. Su obra poética está reunida en Peregrinaciones.

HUGO GUTIÉRREZ VEGA, 1934-2015 En paz descanse

Entrevista de José Ángel Leyva

Dos programas de radio. Yo es otro

Lectura de su poesía en La Otra

 

Galería de fotos

Fotos de Pascual Borzelli

 

 

Para la abuela que hablaba con pájaros 
creyéndolos ángeles

I
La Abuela abría las puertas de la mañana;
entraba el sol por el balcón cerrado
y un rayo se pegaba a sus gafas solares.
El día andaba ya por los corredores
abrillantando las plumas del pájaro ciego,
jugando un rato con los peces anhelantes
en su marecito engañoso,
y con el caracol de filos negros
en su playa de cristal.
La claridad giraba por los cuartos vacíos
y se escondía entre las cortinas.
De las gafas de la Abuela brotaba el día
y bajo mi cama se enroscaban los vientos.
Cerraba los ojos y regresaba al sueño.
Las sábanas me daban una noche que sólo existía ahí
y que se prolongaba por unas horas,
mientras la mañana maduraba
y se caía a pedazos en las calles de color naranja
y en el cielo azul y tonto de los trabajos para vivir.
II
Un polvo limpísimo, casi más fino que el aire de esta mañana,
se levantó cuando abrimos la tumba de la Abuela. 
La caja se deshizo, y el cráneo que tenía aún su blanca 
trenza
cayó con tanta gracia, que la tierra se negó a entrar en él.
¡Quién lo dijera!; tú que tanto temías morirte sola 
has pasado diez años en la tumba hablando con tus ángeles,
percibiendo las voces de tantas insolentes primaveras. 
“La muerte es grande” dices, y la vida se concentra en tu
trenza.
No hemos perdido nada. La mañana sigue entrando a la 
casa; 
entrando sin cesar. 
Si nada cesa tú nunca cesarás.
La muerte grande te besó en las mejillas 
y nosotros lloramos y reímos. 
Estábamos contigo. 
Tu memoria no se detuvo nunca.

 

WITCHCRAFT

1
Hoy hace un día estupendo. Vivo desde hace dos años en Inglaterra. Tengo ya autoridad moral para decir que hoy hace un día estupendo. Para decir que las inglesas caminan descalzas y el pavimento arde y que en Hyde Park se está ofreciendo un banquete romano a todos los voyeurs del mundo. Voyeurs del mundo uníos y venid a Inglaterra un día como el de hoy. Os juro que la Reina Victoria está muerta y enterrada, aunque reconozco que de vez en cuando asoma una fa1angeta amarilla y a veces un metacarpio cubierto de cal y encajes. Esta noche habrá aquelarre en las cercanías de Maidstone. (En un diario de Culiacán leo que a un niño se le cayó la pared encima y que dos ciudadanos se disputaron la vida a balazos por un rollo de alambre que no tiene dueño.) Haremos algunas metáforas mágicas. A mí me dan miedo las metáforas, pienso que con ellas pierdo historicidad y me convierto en un señor pequeñoburgués obsesionado por la marcha de las serpientes azules en el sur de la India noroccidental. Las metáforas mágicas no me dan miedo. Simplemente están lejos de mi mano. Quisiera organizar una inundación de palabras mágicas, pero mi pudor de ex alumno de Bossuet me lo impide –Debo decir que de joven leí a Kempis, el ardoroso señor que le estropeó la salud a don Amado Nervo–. En el aquelarre tendré una participación decididamente cobardona. Seré un simple espectador. Si me molestan algunos conjuros miraré a los pájaros. –Hoy un señor que es "Bird-watcher" me habló de los deleites que se obtienen al contarle las plumas a una cacatúa del sureste del Ecuador–. Hace tiempo que no participo en nada. Veo los conjuros de la noche de las metafísicas contrahechas y no participo en ellos. Desde ahora seré un bird-watcher. Algo debe haber en esa incansable observación de plumas, picos, vuelos y cantos. (Y pensar que odiaba a los pájaros de mi abuela cuando cantaban contra mi ruda a las seis de la mañana de todos los domingos de los veintidós años. Y pensar que Quevedo me dijo que un pájaro es un ramillete cantor.) Cumplido este recuerdo de adolescencia y esta cita erudita, me subo al tren de Maidstone. Está llegando la hora de los conjuros.
Lo que pasa es que en Waterloo Station las cosas están resultando absolutamente irreales.

(De Desde Inglaterra)

 

CANCIÓN DE LAS COSAS CERCANAS
A Lucinda, Fuensanta y Mónica

Las revelaciones de lo cotidiano son este día demasiado claras.
Recorremos los pasillos del aeropuerto;
como siempre las voces se nos suben por las piernas
se agarran con siete garfios al vientre,
al torso que este día no es completamente nuestro.

Antes de que nacieran los poetas
todas las cosas eran de los niños.
Los niños reinaban sobre una tierra indisputada.
Después llegaron los poetas épicos,
los líricos dramáticos, los calvos amorosos,
los profetas gruñones, los asoleaditos,
los telúricos, los gorditos tiesos.

Llegaron y ocuparon los terrenos del misterio
y de las voces que no dicen nada.

Hoy luchan los poetas con los niños;

los profetas están lejos de la puerta de los sortilegios.
Pero los niños saben leer en las páginas blancas del día
saben que las manos son suyas,
que el mundo forma parte de su cuerpo.

Los poetas tendrían que volverse niños pequeñitos,
aprender nuevamente ese alfabeto que nada dice
y que coloca caprichosamente sus palabras cristalitos
en el caleidoscopio de todos los días vividos en la playa
con el cuerpo desnudo y la garganta llena de sol, de aire
y de agua que sigue y sigue hasta llegar al continente
que ya nadie podrá descubrir.

(De Desde Inglaterra)

 

 VARIACIONES SOBRE UNA "MUJTATHTH" DE AL-SHARIF AL-RADI

Pasaré la noche con el inmenso
desierto
que hay entre mí y el estar contigo.

I

HAY una extensión cercada por el cielo,
una inmensa planicie descubierta por la luna,
un campo de flores pálidas
sitiadas por su propio perfume,
una casa en el bosque de los grandes abetos de la noche,
un camino entre los pinos,
el otoño de planetas cercanos, el lago de orillas blanquísimas,
el violeta tenue en la madrugada del mar,
la pulpa entregada de un fruto
que sobrepasa la medida de la mano,
la noche de la selva,
la madrugada de la altiplanicie
y el corazón de todos los niños de la tierra.
Todo eso, Al-Sharif, todo eso
y "pasaré la noche con el inmenso desierto
que hay entre mí y el estar contigo".

 II
Está lejana la gloria de Al-Andalus,
lejana la tarde de las montañas de Córdoba.
Colocamos todos nuestros bienes,
un puñado de cosas entrañables,
sobre la frágil estructura
que levantan los hombres en la tierra.
Todo está tan lejano, Al-Sharif.
Queda este enorme cansancio,
la débil certeza de no saber nada,
de no querer ya nada,
de conformarnos con esta tarde en la playa
y con los ojos pálidos del mar,
los que no ven,
los hechos para ser contemplados.

III

Era el tiempo en que se nos abría el paraíso
en todos los minutos del día.
Días de minutos largos,
palabras recién conocidas.
El ojo de la magia les daba una iluminación irrepetible.
Y sucedió después que el paraíso era un engaño de la luz,
que a los amigos les bastaba un segundo para morirse,
que los amores llevaban dentro una almendra agria.

En la noche el paraíso sigue abriendo su rendija,
un fantasma de la luz,
el que hace que los amigos estén siempre aquí,
que los amores se conformen con su almendra agria,
que el corazón no rompa a aullar en la montaña.

IV

Esa noche escuchamos el graznido de los cuervos del destino
presagiando la partida.
Esa noche que, aunque siendo de verano, nos impidió pasar las horas en el terrado escuchando la voz del poeta joven.
Es noche los lobos anduvieron cerca de la casa y al inicio de la madrugada las flechas sombrías se clavaron en la puerta.
Se escuchó el gemido de las gacelas perseguidas por la sombra y se agrió la leche en los pechos de las madres.
Rodearon los presagios el lecho de la madrugada y el nuevo día llorando.
El viento dijo que la separación se acercaba a la puerta.

Los cuervos no graznaron en vano:
antes de que el sol descubriera una pequeña parte de su rostro la casa quedó vacía.
Desde el terrado te vi correr hacia la montaña. Se fue perdiendo la música de tus ajorcas.

Ahora la pena ocupa nuestro lecho.

Cómo encontrar reposo durmiendo sobre los guijarros de la soledad no deseada.

Cómo vivir con la certidumbre de que la ausencia ha puesto sitio a nuestra casa ya en sombra.

(De Resistencia de particulares)

 

LA LUNA EN SALAMANCA

I

Ser de un país, tener memoria propia,
una infancia en el campo y en el alma
los olores del heno y de la lluvia.
Ser de una tierra, conocer su viento,
saber la hora en que se le levantan las estrellas.
Saber, en fin, el nombre de una roca
conocida en la infancia,
distinguir los potreros perfumados
por el año de lluvias.
Que un durazno nos vuelva
a un remoto verano
y al regresar al campo
reconocer la tierra que pisamos.
Que nos duelan las cosas de esa tierra
con un dolor de entrañas mal heridas.
Ser de un país,
sentirnos de su pueblo
y al mirar otra cara
sentir que es un espejo en cuya agua
se refleja la cara que buscamos.

      II
Llegan en esta madrugada
(en el poema hay que anotar la hora
de la revelación desesperada),
los pájaros del campo
a Salamanca.
Los convoca esta piedra dorada
Al acercarse, deben creer
que en la ciudad se enciende
una hoguera de llamas amarillas.
"Vendrá de noche", nos decía Unamuno.
Su estatua en la penumbra
es tan nocturna
que a la luz del día
sólo noche vislumbra.
En esta madrugada, Salamanca,
invadida de pájaros del campo,
me hizo pensar en calma.
Muchas pequeñas muertes
encendieron sus noches en mi alma.

(De Cantos de Plasencia)

 

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