Gelman, el poeta compañero. Jorge Boccanera

El pasado 27 de mayo se realizó el homenaje a Gelman en el Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti”. En este espacio funcionó durante la dictadura militar el campo de detención clandestina más grande de la Argentina: la ex ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), donde estuvieron cautivos unos 5 mil militantes, la mayoría de ellos asesinados.

 

 

El pasado 27 de mayo se realizó el homenaje al poeta Juan Gelman “Magiafantasmanieblapoesía” en el Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti”. Cabe recordar que en este espacio funcionó durante la dictadura militar el campo de detención clandestina más grande de la Argentina: la ex ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), donde estuvieron cautivos unos 5 mil militantes, la mayoría de ellos asesinados. El reconocimiento a Gelman contó con la participación de numerosos escritores y artistas; también tomaron la palabra funcionarios de Derechos Humanos y la nieta del poeta, Macarena Gelman. El texto que sigue corresponde a uno de los disertantes, el poeta Jorge Boccanera. 

 

Gelman, el poeta “compañero” 
Jorge Boccanera

Desde enero pasado se vienen sucediendo en Argentina y el exterior reconocimientos a la obra y a la vida de nuestro querido poeta Juan Gelman, lo que da una idea de la alta valoración a su inventiva y el inmenso afecto que despertó en tantísima gente; el respeto y la consideración a un intelectual íntegro, coherente, de convicciones firmes, que nunca bajó los brazos.

Entre estos recordatorios, el acto de hoy cobra un significado especial ya que se realiza en uno de los espacios donde se entronizó el horror, por el cual pasaron miles de militantes que fueron asesinados, y que lleva el nombre de otro querido escritor, Haroldo Conti, víctima también de la dictadura y uno de los amigos de Gelman.  
Este Centro Cultural tiene como eje, precisamente uno de los núcleos temáticos de la producción de Gelman, la memoria. Me atrevería a decir que el reclamo de “memoria, verdad y justicia”,  se ajusta para designar una poética tan diversa como la suya. En esa dirección, el cruce entre memoria y militancia me lleva a referirme brevemente a un eje que atraviesa toda su obra: los compañeros.

“Memoria, verdad y justicia”: en un poema de 1970 dedicado al narrador y poeta Leopoldo Marechal, Gelman habla de “bondad, verdad, belleza” y escribe que asoman allí “los buenos, bellos, verdaderos/ que amasan pan atrás de todo”. Justamente, “compañero” significa los que comparten un mismo pan.

Quiero recuperar aquí, esa palabra tan de Juan, la condición de compañero, eso que Rodolfo Walsh acuñó como “hermanaje”; un espacio de anhelos compartidos, ideas, proyectos, voluntades; todo con una intensidad que el poeta traduce como “furor”. En su “Carta” publicada en 1984 en un número especial de la revista cubana Casa de las Américas dedicado a Cortázar, fallecido ese el año, dice: “te escribo una carta porque no puedo hablar de vos, sino con vos, y es así porque sos un compañero, parte mía, compañía, y de eso no se puede hablar, se puede hablar con eso. Hace mucho que nos acompañás, compañereás”.

Ya en su primer libro, Violín y otras cuestiones, de 1956, escribía: “estoy tan alegre/ compañero tengo un tumulto de violines vivos”, para señalar que: “la poesía es una manera de vivir”…con el otro, claro. Y alude a lo fraterno cuando dice -y se dice: “Tu vida entonces será un río innumerable que se llamará pedro, juan, ana, maría, pájaro, plumón”. El tema venía implícito en el título, esas “otras cuestiones” que aluden a asuntos candentes, pendientes de transformación, cambios que se resuelven en un ámbito de intereses compartidos, de solidaridad, reciprocidad.  
Una imagen rotunda de su último libro -“hay locura en el plato de un pobre”- subyace en toda su producción anterior. A esas “cuestiones” que urgen se acerca Juan, primero con un gesto de asombro del vecino que arrima una opinión ante un hecho público: “¡qué cuestión!”, “¡qué cosa seria!”, “¡qué asunto raro!”. Lo raro es (dice en su poema “Viendo a la gente andar”) que al hombre le castiguen “el hueso y la esperanza”. Ahí mismo acota: “no hay derecho”. Vale decir que pasa de la perplejidad a cuestionar; toma una posición frente al hambreado, el desocupado, el perseguido, el inmigrante amenazado con la ley de residencia. En páginas que siguen denunciará el asesinato en 1955 del comunista Juan Ingalinella, del militante peronista Felipe Vallese en 1962, del dirigente sindical Emilio Jáuregui en 1969, y amplía la lista con compañeros de ruta que lideraron luchas emancipatorias: Artigas, Toussaint Louvertoure, Sandino, Cienfuegos, Heraud, Masetti, el Che.

Una digresión: Ese compañerear de Gelman también está en la atención que prestaba a  los numerosos poetas jóvenes que, dondequiera que fuese se le acercaban a dialogar; porque Juan tenía una forma especial de escuchar al otro, de intercambiar ideas, de acompañar. Y a su pesar –ya que rechazaba el mote de “maestro”-  dejaba en el interior de ese otro un ramo de preguntas; de incitaciones a abrir nuevos caminos, a probar búsquedas estéticas; invitaciones a encontrar una voz propia por fuera de fórmulas, dogmas, esquemas, modas. De ese modo, de su poesía y de su modo de dialogar resultaba una contigüidad liberadora.

    En la misma esquina de esa hermandad: Conti, Urondo, Bustos, y el Ronco, el Jote, Moro, la Negra Diana, nombres o apodos que simbolizan a las víctimas de la dictadura. Y en un primer plano, su hijo Marcelo y su nuera María ClaudiaA su hijo le dedica Carta Abierta y Si dulcemente (ambos libros de 1980): en un texto lo trata de compañero y en otro, escribe: “No quiero otra noticia sino vos/ cualquier otra es migajita donde/ se muere de hambre la memoria”. Y en Hoy (2013) escribe: “oigo tu mano dibujando un pájaro azul”.
Con esos compañeros desafía a la derrota, la enfrenta, afirma, con un compañero en la mano, y con su hijo en la mano, como si de ellos emanara la fuerza para seguir luchando: “Te voy a matar/ derrota// Nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez”. (“Nota I”).

El tema no es exclusivo de Gelman –está en Walt Whitman, González Tuñón, Cesar Vallejo, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, entre  muchos autores. Pero en Gelman este “yo ampliado”, este “nosotros” adquiere otro espesor. Quizá la diferencia sea, la forma en que ese “compañero” aparece situado como interlocutor. Juan establece así un diálogo cara a cara (un alma a alma), una charla sin altisonancias, como si por momentos le hablara al oído, en un clima íntimo: “hasta mañana/ compañero… bastaría encontrarse en el compañero cara de uno/ que nos juntara como yunta/ como ternura como valor/ hasta mañana hasta mañana”.

Las formas que va ir tomando ese diálogo están pautadas por sus diversas búsquedas estéticas; por momentos asume un tono coloquial,  en el que no falta la jerga callejera, a ratos prevalece un tono de recogimiento místico, o un escenario de sueño donde una imagen restallante da cuenta de las pérdidas. Dice: “Una lucecita alumbra voces/ que cerraron con llave”.

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Juan Gelman – Jorge Boccanera
Pero el poeta no habla solo de las ausencias y el dolor; porque interpela la realidad en un punto de intersección; ese torbellino donde se debaten fuerzas contrarias: belleza y espanto, la inocencia y lo degradado, unidad y desmembramiento, justicia y arbitrariedad. Juan nunca deja de dialogar con los compañeros, porque ellos respiran en sus poemas. Son esos “trabajadores del amor” que cavan en el sol, se los escucha ir y venir entre los versos donde, porfiados dejan sus mensajes, interrogan, escriben “en las tripas de la noche” sobre la belleza y la justicia. En un poema de Hoy advierte: No esperen que el derrotado calle/ deje de amar/ sacar humedad de su madera con preguntas del ojo aplastado”.

Su poesía dibuja una cosmogonía de anversos y reversos que oscila entre lo marchito y lo imperecedero; allí se dirime lo que vendrá. Escribe: “En el revés del mundo crece el cosmos". Entre lo inerte y lo que persiste, en ese interregno entre lo truncado (recordemos que dos de sus libros se llaman Interrupciones) y lo reunido (y “reunir”en su escritura es clave, remite a restaurar), están los compañeros trabajando.

Al “vacío incesante” le contrapone una fuerza que lucha desde abajo, que es humus, turba, manto orgánico, magma, abono de lo fértil, aquello que inexorablemente vendrá; porque, avisa: “se oye el ruido de los muertos de mi país, peleando contra la vejez del mundo”. En su obra, los compañeros arden, brillan, vuelan, crepitan.
Juan ahora está con ellos, volando, brillando, ardiendo, luchando, como siempre, contra la vejez del mundo. 

 

 

 

Un comentario

  1. Florencia Lo Celso