Crápula, de Evodio Escalante

Afirma Luis Alberto Arellano sobre este poemario que “la mordacidad y la agudeza son los mecanismos con los que la gravedad del asunto poético se ve trastocada por la inteligencia y el humor. Humor sardónico, humor que amarga porque fractura el buen decir y el buen vivir. Humor como aguijón, como estilete, que se abre paso en la carne del referido.”

 

FARAI UN VERS DE DREIT NIEN

Luis Alberto Arellano

Crápula
Evodio Escalante;
Ediciones La otra/Instituto de Cultura del Estado de Durango.

Del latín crapûla: embriaguez, borrachera. El Corominas lo define como libertinaje. Aparece por primera vez registrado en 1615, en La casa de los celos, de Cervantes. En extensión, significa vida disipada. Y si algo hay de sobra en este poemario es vida. Exaltación y celebración de los placeres: el whisky, la música, la lujuria y los cuerpos femeninos. Al estilo Goliardo, hay en este poemario una música que se enlaza para fijar lo fugitivo. La vida está, siempre, en otra parte. En los linderos de lo fugaz, de lo transitorio. Por eso, estos poemas tienen una deuda con los trovadores provenzales: alegan ser sobre nada, escritos a caballo, es decir in situ, y terminan cantando las glorias del amor. Porque la presencia de lo nimio, de lo cotidiano inmediato aparece como eje rector de estos poemas. Las distracciones que la carnalidad nos impone cuando estamos realizando nuestras labores; la presencia de una música callada que nos viene de entre los muslos, como presencia continua y permanente. El demonio del mediodía, para decirlo rápido, pero a todas horas:

Aura ferruginosa de septiembre
que en un hotel de paso nos reúne.

Atiende este libro a tres géneros de la poesía: a la poemas satíricos, a los poemas elegiacos, y a los poemas amorosos. Todos estos géneros están invocados desde el pasado grecolatino. En el primer género, el satírico, la mordacidad y la agudeza son  los mecanismos con los que la gravedad del asunto poético se ve trastocada por la inteligencia y el humor. Humor sardónico, humor que amarga porque fractura el buen decir y el buen vivir. Humor como aguijón, como estilete, que se abre paso en la carne del referido. Ahí están los versos que son espejo de un poema muy conocido de Efraín Bartolomé:

Cortas un verso por la mitad
y escurre cursilería.

Este rasgo se repite en afortunados versos dedicados a un poeta que canta, ingenuamente, a su musa mientras otro, no poeta, le  “cubre las cavidades […] con un gusto que no podrías imaginar”. Hay en la poesía mexicana una ausencia de reflexión, una aversión a las ideas que buscan leer un texto literario, a esos poetas que pasan de largo, Una vena de anti intelectualismo cultivado por los poetas. Escalante les arrima estos versos:

¿Con qué se come la Deconstrucción?
¿Alguna vez lo imaginaste acaso…?
Cómo te escuece el alma la teoría.

Digamos ahora algo sobre los poemas elegiacos de este libro. El más admirable es el dedicado al padre: “Los recuerdos son las postales que nos mandan los muertos/ dijiste.”

Evodio Escalante
Evodio Escalante

El cuadro que dibuja la muerte del padre, se vuelve una especie de memento mori, que nos da cuenta de nuestra levedad. Los muertos nos acompañan en nuestros recuerdos, nos lanzan imágenes para afirmar su vocación viajera y dejar constancia de su proximidad. Los muertos somos nosotros. Una especie de Eneas que carga a sus padres en las alforjas de la memoria. Al igual que los padres, hay una categoría de ascendientes que participan de esta consagración peregrina. Igual que Eneas, que además de a su padre , cargó con los dioses penates, Escalante rinde homenaje a Sor Juana, a Góngora, a Paz, a López Velarde, a Orfeo, a Pound. Se deja constancia de las deudas, porque a final de cuentas, el poema no es sino una de esas postales que se nutren de las palabras de los muertos. Si las imágenes de los recuerdos son la postal, el poema sería ese reverso que nutre el presente. Las palabras del ido que nos alimentan y configuran.

Los poemas de corte amoroso son, también, la mayoría del libro. Son la presencia de una carnalidad desafiante. El autor sabe que el amor sólo tiene cabida cuando hay dos unidos por lo frágil. Y que esa unión es trasgresora de la vida cotidiana. No se entiende la práctica amatoria, sino como una bofetada a la común vida de los días sucesivos. El amor es vivido como una forma de rechazar los pactos a los que la sociedad nos somete. El amor improductivo y rebelde. Por eso, estos poemas de corte amoroso son de una sensualidad tan explícita, para remarcar el sitio aparte que se construye fuera de lo social cada vez que dos se aman. Los lugares que se re configuran cuando han sido escenario de lo amoroso, porque se consagran a una disidencia que constantemente es ejercida. Nada mejor para ilustrar lo que digo que el “Romance al estilo campirano”.

Agrego una idea final, el autor ha procurado varios recursos venidos desde el siglo de oro, sonetos, liras, cancioncillas. Así, con esa constatación de figuras que se aparecen cada cierto tiempo en la tradición en español, Escalante apunta a una verdad certera en la poesía: la tradición es vehículo y agente de nuestros desvelos. Con ese guiño al renacimiento, el título, consagración y festejo de una actitud vital, embona perfecto en una lectura divertida, gozosa y altamente poética.

 

 

Un comentario

  1. jose manuel de la fuente aguayo