Rafael Courtoisie, Uruguay

rafael-courtoisieCon elocuente admiración, el poeta ecuatoriano Augusto Rodríguez expone aquí las razones de su reconocimiento a la obra del uruguayo, y en particular a su libro El lugar de los deseos.

 

 

Rafael Courtoisie o el fulgor de las palabras

Augusto Rodríguez

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Rafael Courtoisie
El primer libro que leí del poeta, ensayista y narrador uruguayo Rafael Courtoisie (Montevideo, 1958) fue Estado sólido (VIII Premio Fundación Loewe, 1996) y realmente fue un gran descubrimiento, una luz encendida en la oscuridad, un rayo fulgurante dentro de los libros de poemas que circulaban en mi país. Poemas como El amor de los locos, Resistencia de los materiales, Las formas del agua, Palabras de la noche Metales, etc., son hermosos y únicos. De ahí he podido leer casi todos los libros de este autor como: Palabras de la noche (2006), Todo es poco (2004), Poesía y caracol (2008), Tiranos temblad (2010), Santa poesía (2012), Las palabras no entienden lo que pasa (2013) y El lugar de los deseos (2013), etc.Por ejemplo leamos el poema El amor de los locos:
Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe. Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza. Andan solos,como cualquier desnudo, y con frecuencia también hablan solos (“Quien hablasolo espera hablar con Dios un día”).
     Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento.
Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por una cadena de hierro de ideas.
     El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos, y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento, los sabios escrutan al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo, está escrita la partitura.
     Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones, el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz, con voces que sudan de adentro, de la cabeza.
     Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel. En el desierto del pensamiento del loco el pájaro es un sol implacable. El canto cae como una luz y un calor que le picara al loco en la carne misma de la desnudez.
     Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.
     El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor. El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos, ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos en el loco por arte del amor.
     Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta. El amor de los locos tiene una textura, un porte y una sustancia. La sustancia se parece al vidrio, pero es el vidrio de una botella rota.

lugar-deseosAhora que existen varias tendencias en la poesía actual en Hispanoamérica, tal vez las más conocidas son la poesía de la experiencia, con su línea más tradicional, más clásica y otra poesía más “experimental”, barroca, excesiva; la poesía de Courtoisie es difícil de clasificar y ahí radica una de sus fortalezas. Digamos que su no-ubicación dentro de la poesía de hoy, la hace rara, imprescindible, diferente. A Courtoisie tampoco es que le interese ser clasificado ni mucho menos. Su poesía se mueve en otras aguas, en otras esferas. Su poesía es luminosa, es un constante quiebre del lenguaje, lo divide, lo parte, lo rompe con una facilidad pasmosa. Como lo dice Carlos Rull García: “Courtoisie presenta continuas imágenes sorpresivas y, en ocasiones, iconoclastas, que conducen a una ligera ruptura semántica. Es un uso renovado del lenguaje basado en la contradicción, el juego con el vocabulario al estilo de Cortázar, y una relativa estructura binaria en muchos de los textos”.
Quiero dar algunos vistazos a su último libro: El lugar de los deseos (Pre-Textos, España, 2013). Libro que recoge 28 poemas. En este libro encontramos al mejor Courtoisie, sus armas están a la luz del verso, rompen, destruyen, fascinan. Poemas en prosa de gran velocidad, cambia los sentidos, modifica las estructuras, quiebra, oculta, enseña, respira, nos ahoga mientras el poema se crea en la mente del lector, fulgura, innova. Cito un fragmento del poema Lenguas del deseo:

En el idioma de Lesbos las mariposas se volvían taciturnas, opacas, indulgentes. Las Mujeres hablaban por todos los labios. Los labios de las mujeres eran la mayor riqueza de Lesbos. Valían más que el oro, más que las gemas, más que los ojos de los hombres sabios.

Los hombres sabios eran ciegos. Las mujeres veían por los labios. La felicidad era húmeda. El tiempo eterno.

El mar, insensato.

Courtoisie no teme meterse con todos los temas. Tiene una gran conexión con las ciencias formales, las matemáticas, incluso con la medicina. La naturaleza humana es expuesta en el ojo del huracán y es descifrada abiertamente. Hace doler a las palabras, darles otro ritmo, otro tiempo. Su permanente ojo crea y recrea la lingüística más pura, la semiótica, sus códigos, su lenguaje madre. Es una poesía digamos torrencial pero a su vez es muy cerebral, muy crítica, muy pausada. Entra y sale de filosofía y en la historia de la literatura con mucha facilidad. Rememora, encandila, superpone, manifiesta, deriva, veberdece, transforma, daña, incita, vuela, convence, atrae, duele.  Cito un fragmento del poema En la edad de piedra:

Las mujeres son pensamientos de piedra, pensamientos firmes, sugerentes, pensamientos laxos que de pronto, a un golpe de mirada, tornan estatuas o endechas.

Mármol o pórfido, basalto o lava fresca, alba líquida, guijarros, cantos rodados.

Carne para la vista.

La poesía de Courtoisie hace estragos en el lector, lo nubla, le habla al oído, le daña la mente porque le quiebra la imagen. Es muy reflexiva, no es fácil (aunque pueda parecer fácil de entender), son tratados nuevos de la lengua, clasifica, irrumpe con una voracidad tremenda, oculta y enseña. Repito su constante es jugar con el lector y crear una imagen poética en su mente, para enseguida destruirla y darle una nueva, y otra y otra hasta el mismo delirio. Veamos otro ejemplo, un fragmento del poema Las palabras:

Osas idiotas.
Llenas de grasa sonora. Hibernan.
Hembras de pura quietud, hembras solares, oscuras, llenas
De sustancia del idioma, de trozos de habla viva. Hocicos umbríos,
Húmedos. Vocales claras, consonantes pardas.
Ballenas de tierra. Las palabras transpiran, nadan, suben
Y bajan.

Como lo decía el gran poeta mexicano Octavio Paz: “ En la obra de Courtoisie se destaca la gran precisión y a la vez una sorprendente libertad en el manejo del lenguaje”. Courtoisie sorprende con la plasticidad de su lenguaje, con el ritmo que pone, los saltos cualitativos, los giros que sorprenden. En el libro El lugar de los deseos hace un nuevo inventario con joyas preciosas como: Lenguas del deseo, Las palabras, La edad de piedra, Mujer saliendo de la ducha, El deseo de un lugar, etc. Para finalizar quiero decir lo siguiente: El poeta uruguayo Rafael Courtoisie es, sin duda, una de las voces más vitales e importantes de nuestra lengua. Su poesía nos reconforta, nos alivia, nos estremece. Nos enseña su mundo que es nuestro propio mundo. Un mundo siempre nuevo, distinto e inolvidable. Tenemos la obligación de descubrirlo.