Oscar Paul Castro

paul-castroUna breve muestra de la poesía de este joven poeta sinaloense.

 

 

 

MAGNOLIA Y SUEÑO

El amor es uno de los tantos caminos de la sangre
Mas todo alto crimen es amor Fiera plena Jadeando tras el salto
El hocico manchado
Jirones de piel goteando de las garras
Un silencio convocó la primera grieta La primera piedra en el espejo
Una onda rota que hasta ti se arrastra todavía
Desde mí se han vuelto pesados nuestros pasos Hunden tu cuerpo en el agua
Huella Herida Es tu camino Y donde seas gritan Sígueme
A tus fantasmas
Tu sombra es larga en mí No me abandona Rompe la piel de mis fronteras
Desborda todo margen Marchitando Y de vez en cuando Todo lo desbanda
Como un sueño de halcón en la paloma
Desde mí estás solo Innumerable y solo Sitiado por espejos que te vuelven
el rostro Que se alejan un paso a cada paso Avanzas como un pez de niebla
Y si derrotado mendigas de ternura Boqueas apenas ecos Amargos despojos
de palabras
Es baja tu miseria
Alta es mi miseria No lo entenderás nunca Si mendigo es porque todo lo poseo
Mis manos nunca han de llenarse No sé lo que es la sed Amor es una palabra
entre palabras Donde tú temes Donde tú adelantas sombra para sondear el abismo
Y regresas Yo avanzo siempre
Solo
Solo Solo Cien veces solo seas Miserable Regresas cada día Hundes
una llave como daga Mas no hay gritos Las paredes y las puertas se sostienen
y derrumban silenciosas Incluso la hierba Donde allende descansaba la mirada
Ha huido para siempre
Sólo tus fantasmas permanecen
Bien Quizás sea hora de dejar la mesa Antes de acostarme quisiera fumar
Mirar la lluvia
Deja eso ahí Amor Que los perros devoren los restos como siempre
Antes de que salgas Enciéndeme un cigarro Dame un beso
Y no olvides esconder el puñal bajo la almohada

 

IMIPRAMINA

Yo que fui el lujurioso El enfermo
El insaciable Yazgo ahora marchito de salud
y condenado En perfecta estabilidad química Y miserable
de tanta felicidad enmascarada Ahhhhhhh No vengas a mí
Ya soy demasiado falsamente bueno para profanarte con la sucia lava
de mi intemperancia Duermo plácido en las noches sin que me atormente
tu imposible imagen Me levanto y hago bicicleta Desayuno un desayuno
equilibrado Y voy puntual a mi trabajo Aplazando deliberadamente
el pulso siempre insatisfecho Ya no vengas a mí
No vengas a mí que fumo menos y separo la basura inseparable de la vida
Que sonrío a las señoras con sus niños sin mirarles el escote Que bebo y vivo
ya ni la mitad de lo que antes Que limpio mi casa y yago en el tranquilo mar
de tu destierro Qué habría de decirte si vinieras Te volvería el rostro Te negaría tres veces antes que te despojaras la primera prenda Te pondría una y otra vez la otra mejilla
de mi tranquilidad desesperada Y miserablemente te hablaría Colmaría de palabras
el grito de tu desnudez contenida Hablaría Hablaría Hablaría hasta que tanto silencio roto
se te volviera insoportable Y apartando de mí tu cáliz tomaras el teléfono Mientras yo Crucificado en el ridículo de despacharte Inmaculada cuando llegaste Magdalena
Pondría entre tus manos ―claro, tras un beso― los 30 o más dineros para el taxi

 

MEJOR EL SILENCIO

Mejor el silencio a esta luz podrida
Tu cuerpo innumerable
haciéndose polvo en la caricia del olvido
Preferible la vida
Con su paso inválido y sordo
A soñar tus ojos con los ojos de la muerte
Sea tu nombre húmeda ceniza
Sangre lenta
Manchando los dedos de los días
Mejor el silencio

De ti no quedará mi testimonio

 

LA ALEGRÍA

La mano del sueño acaricia la negra cabellera del silencio
El corazón se acuesta tendiendo puentes de ceniza con el fuego
Y avanza por los caminos extranjeros de la noche con la certeza del azar
resguardando el ritmo oculto Adentro
la volición se estría Y en ecos nupciales esculpen sombras
los rostros olvidados Cuando tocan la pared en sordina
el pasado se inclina y alborota como sementera al viento
En el oído del futuro resuena el golpe seco de aves calcinadas
        La belleza se cubre el rostro
        destapándose los pies retorcidos
Y una flor muere en los cuatro puntos cardinales
Suena la hora
        Limadura sobre espejos Reflejo que se quiebra
        Filo de tiniebla Agua quieta
La ciudad se nos cierra en la garganta
La rosa es un acento de sangre en la flor del acanto
El silencio es una nube blanca
        Lo que era nuestro ya es aire dormido
        Arteria de luz Hierba que sueña
Esta hora ha de apartarse
        En qué rincones tiritan los cantos de las olas
        Qué fríos campanarios lamen sus lenguas de espuma
        bajo un rumor de negros soles
        Dónde está el mar
No es por ti que el destino mantiene oculta esta palabra
No habla para que calles Su mano no se alarga por tocarte
Su camino de cardo Su longitud de mimbre
Señala el dolor de lo que nace La alegría de lo que muere
La herida del sueño ya crecía en su costado mucho antes que la yerba
Su canto permanecerá espina
Grito dormido en madreselva
Piedra oscura
Arrinconada piel del tiempo
Nada tendrás que ver con la tristeza

 

Oscar Paul Castro
Oscar Paul Castro
Óscar Paúl Castro. Culiacán, México, 1979.
Poeta y traductor. Es coautor de los libros de poesía Los límites acordados (2000), 1979 Antología poética (2005), La luz que va dando nombre (2007), La permanencia del relámpago (2008). Ha publicado crónica y teatro. Colaboró con traducciones en las revistas TextoS, Espiral, Punto de Partida, Timonel,  Zócalo Poets y en el Periódico de Poesía de la UNAM. Mantiene la columna Traditore en la revista virtual ReFundación, y el blog tradiuttore.wordpress.com.

*Estos poemas pertenecen al libro Puzzle (Colección Punto Luminoso, editorial Andraval, 2013)