Hugo Mujica. La limosna del vacío

mujica-hugoA propósito de la antología Del crear y lo creado (2013), publicada por Vaso Roto, la poeta y académica española, María Ángeles Pérez, se aproxima a la esencia de los diez libros que la constituyen.

 

 

LA LIMOSNA DEL VACÍO EN HUGO MUJICA
(DEL CREAR Y LO CREADO)

Mª Ángeles Pérez López
Universidad de Salamanca

 

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Hugo Mujica
En 1983, Brasa blanca abría para los lectores el mundo poético del argentino Hugo Mujica (Avellaneda, Buenos Aires, 1942). El título, prodigioso en su paronomasia ardida y sorprendente, inauguraba un conjunto de poemas muy breves que en su mínima sustancia verbal hallan su capacidad de incandescencia, la brasa que ilumina no en lo rojo sino en lo blanco, en la apertura hacia el blanco de la página y hacia el silencio del lenguaje. Brasas blancas los huesos de quien parece escribir con arena, con tierra, con el polvo ardido de sus huesos, en el despojamiento o vaciamiento al que nos lleva lo esencial. Además los poemas, dispuestos siempre en la parte inferior de la página, hacia abajo, hacia su descenso, permiten que entre en ellos ese espacio de silencio hospitalario en lo vacío y por lo vacío.
Ya en este primer libro sobrecogía el dominio formal de Hugo Mujica. Su tempranísima forma de estarse en el poema como quien estáse en su casa, que diría  Vallejo en Trilce. A partir de Brasa blanca, en estos treinta años de producción cuidada e ininterrumpida, los libros se van sucediendo articulados de un modo unitario, trabajan con un mínimo de elementos, enormemente cohesionados y así abren el tajo, la fisura que es, también, escribir. La palabra tajo acompaña al poeta como apertura, como modo de abrirse en el lenguaje. Así propone, a modo de poética, el prólogo a su ensayo Poéticas del vacío (2002), donde indaga con agudeza en las figuras de Orfeo, Juan de la Cruz y Paul Celan, y en los conceptos de utopía, sueño y poesía:

Una grieta en un muro, para un creador, no es una grieta en un muro, es un tajo que
le abre a la posibilidad de la creación, a la acogida de lo que
en ese tajo se abre. De lo que pueda susurrar.
Del destello de sentido que pueda donar.

Mujica y María Angeles Pérez
Mujica y María Angeles Pérez

      Versos inigualables se abren desde esa grieta: el violoncelo que no es de cuerdas sino de tajos, cuando “cada hombre/ elige sus miedos” en Sonata de violoncelo y lilas (1984); las dos orillas del tajo que es morir, porque están el tajo de nacer (el parto, la partida) y el de despedirse, en Escrito en un reflejo (1987); la red de tajos “con que nos atrapa dios”, en el mismo libro, o aquello que ofrece la mendiga cuando extiende su mano para pedir y así desnuda su tajo, abre el vacío donde se humaniza dios, en Casi en silencio (2004).
      En la noche del hombre, el relámpago es para Mujica el tajo que abre luz; por ello, la voz del relámpago no es el trueno, sino ese corte, esa hendidura que es apertura hacia el ser, el uno mismo, lo humano en su mismidad y su intemperie. A menudo se ha referido Mujica a Heidegger, filósofo central al que ha dedicado los ensayos Origen y destino. De la memoria del poeta presocrático a la esperanza del poeta en la obra de Heidegger (1987) y La palabra inicial. La mitología del poeta en la obra de Heidegger (1995, edición revisada y ampliada en 2010), y desde Heidegger, a Hörderlin que tanto acompañó al filósofo de Ser y tiempo con la frase “el relámpago lo guía todo”. De ese “destello de sentido” que puede donar, la poesía es para Mujica un “efímero resplandor hacia un ya pero todavía no”. Un don que se dona porque viene de un desprenderse, de una ausencia que no es “mera ausencia, sino presencia y revés de esa ausencia”, como dice el propio poeta.
      A lo largo de los diez libros editados impecable y bellísimamente por Vaso Roto en su colección de Esenciales, en este volumen que lleva por título Del crear y lo creado (2013), Mujica adensa y hace leve, si se permite la paradoja, esa ausencia que se abre en la fisura (la herida) de un modo profundamente cohesionado. La fidelidad del poeta a un imaginario mínimo y central, abierto por ese tajo y desde ese tajo, da cuenta de lo humano y su relación con el lenguaje en la arena de la playa, los granos de sal que recuerdan el tormento de la sed sobre la lengua (no la sed del desierto, sino el desierto de la sed), la copa rota que es aquella que da vacío en lugar de plenitud, y los pájaros, perros y niños que miran el mar y su inmensidad inabarcable, ellos también inabarcables.
Poesía despojada y esencial, en la que está ausente cualquier elemento anecdótico, que carece de trama narrativa y que sin embargo recorre con una intensidad exquisita y profunda los límites e ilímites de lo humano porque se abre al Otro, porque hace suyo el dolor del bosque talado, de la infancia rota (la muñeca sin ojos tirada sobre adoquines), del cordero herido que bebe adioses a orillas de cada náufrago. De quien en la copa rota apura hasta la última gota de su dolor, porque ese dolor no es suyo, no sólo suyo, y el poeta sabe que él pertenece a ese dolor como quien escribe: “todos necesitan/ de quien morirse”.
      Frente a la falacia del poseer para ser, el poeta nos entrega la palabra no, la limosna del vacío, un no tan exigente y hermoso como el encuentro con lo humano que la obra de Mujica recorre y propicia, esa negación como un don, la herida de quien escribe hacia su descenso.
      Del crear y lo creado recoge su poesía de 1983 a 2011. A ellos se suma Cuando todo calla, con el que Mujica ha ganado el último Premio Casa de América de Poesía Americana, en su edición de 2013, lo que festejamos con gran alegría. Ya el título señala esa fidelidad de la voz al silencio, esa paradoja que los místicos habitaron como única forma de dar cuenta (si es que se puede dar cuenta) de lo que no se puede dar cuenta.
Para Del crear y lo creado el poeta ha releído y revisado su obra hasta 2011, aunque, como afirma él mismo, todos siguen siendo los libros que fueron, no son otros, sino aquellos para los que “siento hoy que todavía soy yo de lo que fui, lo que aún me dice”.
      A este primer volumen seguirán dos más que van a recoger la importante producción ensayística del argentino, que tanto se entreteje con la poética y tanto desmonta las habituales clasificaciones genéricas, pues se da en el conjunto de su obra aquella hibridez entre lo metafísico y lo lírico que dota de profundidad conceptual y filosófica a sus poemas, así como vuelo metafórico e incandescencia a su pensamiento. La brasa blanca que sigue iluminándonos.

 

María Ángeles Pérez
María Ángeles Pérez
BREVE NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA

Mª Ángeles Pérez López (Valladolid, 1967). Poeta y profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca.

      Es autora del prólogo a la edición de Mío Cid Campeador de Vicente Huidobro que publicó la Universidad Autónoma de México en 1997, de la monografía Los signos infinitos. Un estudio de la obra narrativa de Vicente Huidobro que publicó la Asociación Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos en 1998 y coordinadora del monográfico “Vicente Huidobro. La aventura plural”, que editó la revista La Página en 1999. Es también autora de la introducción a Páginas en blanco de Nicanor Parra (Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, 2001), de la coordinación del monográfico Juan Gelman: Poesía y coraje (La Página, 2005) y de la edición e introducción de la antología Oficio ardiente de Juan Gelman (Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, 2005), además de la edición de Hidrógeno enamorado de Ernesto Cardenal (Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, 2012). Ha publicado también numerosos artículos sobre diversos autores hispanoamericanos, con particular énfasis en Chile, Argentina y Venezuela (así, ha coordinado el monográfico “Caleidoscopios para el siglo XXI: política, economía y cultura en Venezuela” de la revista Nuestra América de la Universidad Fernando Pessoa de Oporto, editada en diciembre de 2007). Recientemente han aparecido los volúmenes Narrativas latinoamericanas para el siglo XXI: nuevos enfoques y territorios (Hildelsheim-Zürich-New York, Georg Olms Verlag, 2010) y Literatura más allá de la nación: de lo centrípeto y lo centrífugo en la narrativa hispanoamericana del siglo XXI (2011), de los que es coeditora.

      Como poeta, ha publicado los libros Tratado sobre la geografía del desastre (México, UAM, 1997), La sola materia (Premio Tardor, Alicante, Aguaclara, 1998), Carnalidad del frío (Premio de Poesía “Ciudad de Badajoz”, Sevilla, Algaida, 2000), La ausente (Cáceres, Diputación / Institución Cultural “El Brocense”, 2004) y Atavío y puñal (Zaragoza, Olifante, 2012).  También ha publicado las plaquettes El ángel de la ira (Zamora, Lucerna, 1999) y Pasión vertical (Barcelona, Cafè Central, 2007). Antologías de su obra han sido publicadas en España, Venezuela, México y Ecuador.
Ha sido jurado de varios premios literarios, entre otros, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2005 y 2009, Premio Miguel de Cervantes en 2007 y Premio José Donoso en 2013.