José Luis Cuevas. La línea que corta la vida

Hemos visto en los últimos días imágenes desconcertantes del pintor mexicano José Luis Cuevas en el hospital y de camino a casa; sus hijas acusando a la esposa, Beatriz del Carmen Bazán, de maltrato y de prohibirles ver a su padre.

 

 

Luego José Luis ante las cámaras desmintiendo todas esas historias y dejando en claro que se trata de una difamación. Como quiera que sea, detrás del hombre público está un viejo amigo, generoso, atento, cordial y divertido con quien hace algunos años mantuve una comunicación más o menos fluida y estrecha, entre conversaciones que llegaban a tener honduras interesantes, que nos muestran a Cuevas en la soledad y la fragilidad del individuo. Un gran artista y un personaje que nos habla de la proximidad de la vejez y de la muerte. Esta conversación fue publicada en la revista Alforja, la rescato por su extraña coincidencia con los acontecimientos actuales.

jose-luis-cuevas

Comenzamos:

No soy muy afecto a mirar el pasado. Por ejemplo, esa vieja costumbre de sacarme una foto diaria, que inicié en 1955, ha dado lugar a un gran archivo fotográfico, pero soy incapaz de revisarlo, como tampoco vuelvo a los textos autobiográficos antiguos.

No eres un hombre nostálgico.
–Sí, lo soy, pero dejando todo a la memoria, sin recurrir a las imágenes. El pasado que recupera la memoria, no la que se basa en notas, en apuntes; sólo el que es capaz de trascender el olvido mediante el ejercicio exclusivo de la memoria, sin prótesis ni recursos auxiliares.

¿Eres lo que pensaste de niño que serías de adulto?
Mis aspiraciones de niño, de adolescente, fueron superadas por la realidad.

¿Qué significa el tiempo en tu obra?
Pienso que el tiempo es la sustancia esencial de las artes, al menos así sucede en mi caso y lo traslado al imaginar que así ocurre con otros artistas. En el caso de los autorretratos me represento en épocas diversas, que no es precisamente la imagen del día, pues ésta corresponde a la fotografía que me tomo a diario y la cual representa un registro fidedigno del paso del tiempo, desde 1955 hasta el día de hoy. En el dibujo es un ir y venir a través del tiempo, una presencia inevitable mientras plasmo las líneas sobre la superficie. El apunte es también una forma de capturar el tiempo. Siempre tengo la preocupación de a qué hora comencé a dibujar y a qué hora termino, con frecuencia anoto el principio y el fin porque es el lapso en que el dibujo concluye, en que se ejecuta el acto creativo. En ese margen hay una angustia de temporalidad durante el cual el artista se revela a sí mismo, ya sea en el pasado o en el futuro, en el presente o en alguna posibilidad de la vida que no será. Hace algunos días entregué un dibujo de gran tamaño, un autorretrato en donde me represento ya muerto, me anticipo al tiempo en el que he dejado de existir, en el que ya los días han dejado de significar algo para mí, no importa que el calendario continúe. El asunto es que el tiempo de creación, el tiempo reconocido por mí, ha dejado de estar presente en mi conciencia. Tengo un reloj de arena que me regaló Reyes Ferreira. Cuando recibí la noticia de que él había fallecido observé que la arena había obstruido el orificio que une los recipientes de vidrio. Algo por demás extraño, pues el reloj está herméticamente cerrado. Eso mismo representa para mí la muerte anticipada, la imagen del artista muerto para quien el tiempo ya no existe, para quien la obra en sí deja de significar algo, porque el momento de la creación es una experiencia propia, y la muerte es la cancelación de esa vivencia íntima, particular. Un ejemplo es que Miguel Angel pinta la Capilla Sixtina y la visitan miles o  millones de personas, pero esa ya es la experiencia de los otros, no del creador de la obra. El tiempo de una persona es de ella y de nadie más, y comienza con su nacimiento y termina con la muerte, cuando ya no puedes corregir ni enmendar nada de lo que has hecho. La obra es el tiempo detenido del artista, lo demás es ya la experiencia de los otros, de los espectadores o de quienes nos sobreviven.

¿Entre el joven pintor que se inicia en la carrera de las artes plásticas y el artista maduro y reconocido que eres hoy ha cambiado mucho tu visión del arte y del artista?
Creo que son grados de tristeza y de depresión. No veo mucha diferencia entre el Cuevas niño y el Cuevas de ahora. Sucede nada más que con la edad tienes una mayor capacidad para entristecerte. No recuerdo haber tenido momentos de depresión en la infancia o en mi juventud. Me entristece definitivamente el paso del tiempo, me angustia la vejez.

¿Qué significa entonces para ti la trascendencia, esa preocupación u obsesión de los artistas?
No me importa, sólo me interesa la experiencia que puedo atestiguar y vivir. Si alguien escribe o investiga sobre mi vida y mi obra será algo de lo que no me enteraré. Estar vivo es poder leer lo que sobre ti se dice o se deja de decir, poder reaccionar ante la actitud de los demás sobre tu trabajo y tus actitudes, sobre tu presencia.

¿Cómo vives el día y la noche?
El día es vida, pero la noche es algo que me acerca a la muerte. Tengo miedo de dormir y padezco insomnio permanente. ¿Sabes por qué casi no duermo? Porque hago un esfuerzo enorme por no caer en el sueño, en ese enorme agujero del cual temo no volver a salir. La noche significa de algún modo el final de un momento, un día más que concluye, que envejeces. Ves el noticiero, lees, dibujas, pero no puedes hacer nada para evitar que el día se prolongue. Es como viajar en un avión y saber que te vas a estrellar. Dicen que es un instante, apenas unos segundos de conciencia de tu muerte, pero esas fracciones de tiempo deben ser horribles, eternas.

¿Un momento de siglos?, ¿Piensas que eso es el abandono de la vida?
Sí, exactamente. Dormir es morir, o una forma de aproximarte a ésta. La noche es la muerte. Hago unos esfuerzos desesperados por no cerrar los ojos, pero siempre el cansancio me vence. Paradójicamente soy una persona que sueña mucho y tengo la disciplina de anotar de inmediato, en cuanto despierto, mis experiencias oníricas, o cuando menos las imágenes y los temas del sueño. Allí está como testimonio mi libro Los sueños de Cuevas. El despertar es sin duda un renacimiento.

¿Entonces, quieres estar consciente de tu muerte?
Me angustia la idea, pero al mismo tiempo me atrae. Esas muertes como la de Orozco, que fallecen cuando están dormidos me parece poco atractiva, pues además no estoy muy seguro de que la persona no se dé cuenta de que está perdiendo la vida, es posible de que transite por pesadillas espantosas que le anuncien el final. Otro de los que murió de esa manera fue Picasso, a quien encontraron en su lecho con los últimos dibujos que no alcanzó a firmar. Yo también me pregunto cuál será el último dibujo, cuál la línea que se corte.

Tu dibujo revela ciertas figuras y a veces ciertas atmósferas que nos recuerdan los Caprichos de Goya. ¿Es el dibujo una forma de escribir o de hablar?
El dibujo es silencio. Mis personajes están quietos y no hay alaridos como en “El Grito” de Eduard Munch, o como sucede en muchas de las obras expresionistas en la que los personajes están crispados, emitiendo sonidos tremendos. Mis personajes pueden ser tristes, pero en ellos no hay queja. Si no hubiese sido pintor la opción que tenía es la creación literaria. El autorretrato se hubiese volcado en una escritura autobiográfica. Además, ya puedes comprobarlo en lo que escribo, todo trata acerca de mi vida. Tengo bastante avanzada una novela de apariencia autobiográfica, pero la verdad es que es pura ficción y parece realidad. Es la invención de otra vida de José Luis Cuevas.

¿Hay alguna obra literaria sobre el tiempo que te haya tocado profundamente?
Una obra que me afectó hondamente en mi infancia es el Jean Christophe, de Romain Rolland. Una novela río que narra, en varios tomos, desde el nacimiento del personaje, un músico, hasta su muerte. Fue un libro que obsequié durante varios años a mis novias. Afortunadamente más tarde salió condensado en dos tomos grandes. Es como si fuera la biografía que nadie escribiría sobre mí.

¿Cómo percibes la vejez?
Con angustia. El vivir muchos años no es más que prolongar la vejez. No me interesa ser longevo porque es alargar la espera de la muerte.

 

 

6 comentarios

  1. Martha Elva Lopez Guzman