Camila Charry, Colombia, 1977

camila-charryDe las nuevas horneadas bogotanas, conforma parte de los autores de la colección Los Conjurados de Común Presencia. Una muestra de su poesía.

 

 

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Camila Charry
Camila Charry Noriega nació en  Bogotá, Colombia. Tiene publicado el  libro Detrás de la bruma editado por la Fundación Común Presencia, Colección Los conjurados. Sus poemas y reseñas han aparecido  en antologías, revistas y magazines del país, España, Portugal, Argentina, México, Chile y Canadá. Es Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana y trabaja como profesora de Arte y Literatura. Ha dirigido talleres de creación, poesía y cuento, para jóvenes. Hace parte de la antología Una mirada al Sur, Argentina y de la próxima a salir en Colombia, Poesía colombiana del Siglo XX, escrita por mujeres editada por el Ministerio de cultura. Ocupó el II lugar en el XVI concurso nacional de poesía Ciro Mendía en el 2012.

 

La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra
muerte. Tiene la cara de cada uno de vosotros, y
todos sois muertes de vosotros mismos.
Francisco de Quevedo (El sueño de la muerte)

 

Noche adentro
El perro muestra frenético sus dientes
y corre con su presa entre la boca
llanura adentro;
ha sido largo el suspiro exhalado por el que ahora es un cadáver
banquete que entre mordiscos el hambre y el instinto riñen.
El perro cruza luego la noche
la tiniebla que para él resulta el mundo humano.
Jadea, lame las magulladuras de sus días
sabe entiende
qué son la soledad y el destierro
pero desconoce la función del tiempo
su impostergable cometido;
envejecerlo todo acabarlo todo.
Como el perro
mis labios riñen con la vida y tragan luz
jamás sacian su hambre,
ya adentro la luz es un rayo
y se extiende por las entrañas del cuerpo
que también cruza la noche
magullado solitario
consciente de que será cadáver
banquete del tiempo;
ese otro perro
que llanura adentro noche adentro todo lo devora.

 

Habrá que hacer como las hojas en otoño
caer sin retorno y esperar el tránsito de lo desconocido
que surca y esquiva
el recuerdo del árbol que un día se habitó.

 

Lenguaje
En esta hondura que es mi cuerpo
laten el agua    el miedo
el goce de mirar tus ojos
calmos
limpios
como cualquier palabra
muerta.

 

I
Todo es lluvia,
ruido de huesos que se parten
bajo  la opacidad  de la  tarde.
Buscan las aves entre senderos misteriosos de agua,
en el cielo,
una rama donde anclar.

II
Se abre la tarde como un río,
en su hondura vacilan mis ojos
que temen la entraña de la tierra,
su lengua que lamerá mi vientre
y me vaciará de memoria.

 

Todo ser yace disperso en pedazos por su vida y no hay manera
de que nuestro amor lo recoja todo.

Nicolás Gómez Dávila

Mi carne es tu carne padre
a ella asoman las estrellas para verme naufragar,
desde ella imagino tus ojos  jóvenes enamorados de mi madre,
en ella mis palabras que no aciertan a rasgar el tiempo,
mi temor a la oscuridad, hace tanto,
deslizándose por la madera de la casa.
Ahora mi carne envejece
y mi corazón se tuerce de esperar;
entre sus vetas arden viejos amores,
reptan las palabras que jamás pronuncié,
entre ella oigo tu voz áspera y lejana
que me parte en dos.

 

Cuando al fin
los perros se callen y tras la puerta
el eco de la noche
repita mi nombre
hasta el amanecer
me habré reconciliado
con cada una de las apariciones
que la memoria trae impasible
como un trueno.

 

De lejos vi que la montaña ardía;
eran fuegos y veranos los que brillaban en mis ojos.
Era acá, en este cuerpo
en donde ese espejismo
era el deseo y su recuerdo perdido.

 

Una tiniebla se enreda entre su boca
y libera desde un mar remoto
criaturas feroces y acuáticas
que devoran mi piel.
Él ha querido reunirse consigo mismo
-dice-
y ha silenciado con su tropel de espinas
todos mis credos.
Yo le muestro con disimulo
mi sexo
otra criatura acuática y feroz
que antes devoró su piel.
Él sabe que el deseo es siempre una tiniebla
que a veces se acomoda sobre el tiempo y se fractura
soltando reflejos
claridades
espejismos.
Los dos sabemos que en lo profundo de este mar
está la vida
que día a día
todo lo deslíe, todo lo olvida.

 

V.
La casa se desploma a las seis de la tarde.
Bajo una luz rojiza recogemos la mesa;
no iré a misa, no me casaré, no saldrán de mi vientre
nada más que culpas.

 

A Felipe

Mi otro hermano es silencio.
Parco tras la ventana observa como late la tarde que cae.
Sus ojos dulces y profundos
dicen los recuerdos del viento entre los árboles.
Algún día pronunciará el nombre exacto de su deseo
y desde otros países enviará palabras amorosas
y promesas de volver.

Por ahora estudia las sustancias y los números,
piensa secretamente en el amor
y contempla al perro que lo quiere
observar la vida que se agita.

Pocas veces su furia estalla,
y el compás de su calma enternece a mi madre,
la llena de gratitud y de preguntas:
¿Es feliz ahora, será feliz después?

 

 

3 comentarios

  1. Omar