José Guadalupe Posada. Centenario de su muerte

posadaOctavio Bajonero, uno de nuestros grandes maestros del grabado en México, fundador con su colección de arte mortuorio del Museo de la Muerte, en Aguascalientes, evoca la figura y los aportes de Posada.

 

Centenario de la muerte de José Guadalupe Posada
Octavio Bajonero

Octavio Bajonero
Octavio Bajonero

La obra de Posada tiene un solo significado que se resuelve en un sentido único,  siempre el mismo, un sentido que es inseparable de nuestra idiosincrasia. Lo que nos dice Posada con su grabados es, valga la comparación, como la leyenda de Quetzalcoatl cuando Tezcatlipocatl  le muestra  un espejo, y éste queda horrorizado al ver su imagen  reflejada, con los estragos que el tiempo ha realizado en su persona. Así, el hombre actual admira las imágenes congeladas que nos ha dejado el artista y se siente repelido al tiempo que lo atraen, por la veracidad de su contenido.  A pesar de haber pasado más de un siglo, cada grabado es como el alma actual de nosotros mismos; es cierto que las circunstancia de la civilización con las tecnologías tan avanzadas  han cambiado, el hombre actúa de la misma manera que en la época de Posada, basta ver cualquier periódico, ahora  ilustrados no con grabados pero si con fotografías a color. Los temas casi son los mismos, pero disfrazados con nuevas técnicas que nos muestras las escenas casi en el momento que ocurren los hechos; una sola realidad en diferentes tiempos, pero en el mismo espacio; no otra realidad, sino otro aspecto de lo mismo. El realismo de una sociedad  que el artista revela, lo invisible de ésta, aparece congelada en su obra. Esas imágenes grabadas  no solo representan la naturaleza del  hombre, también nuestra historia,  que parece repetirse  con ligeros cambios y manifestaciones delirantes,  reales en sus expresiones inmediatas, que trascienden los tiempos sin misterio teológico, simple realidad vista desde una perspectiva intelectual.

Catrina de Aguascalientes
Catrina de Aguascalientes

La originalidad de la gráfica de Posada está en la presencia de su pueblo, de nuestro pueblo, de nuestra sociedad. Se le hacen homenajes a cien años de su muerte. Si asistimos a alguno de esos homenajes nos encontramos entre políticos  y banqueros, intelectuales y burócratas; claro  tambien son pueblo. ¿Pero  existe otro pueblo?  Evidentemente, el que retrató Posada; el que sale en los periódicos cuando es necesario, cuando éste se revela a la agobiante situación que vive, cuando sirve de imagen folclórica para los turistas, para aplaudir cuando se necesita.  Nuestra conciencia histórica nos enfrenta a esto.

El arte sobrevive según la visión del artista que lo crea, la recuperación del grabado de Posada la realizó Jean Charlot, joven francés con ascendencia mexicana, en los años veinte del siglo pasado;  la carta de presentación en el “gran arte”  la dio Diego Rivera, el más grande artista mexicano del siglo XX. Pero el pueblo que mencionaba antes es el que mantiene viva su memoria en las pequeñas obras artesanales que cada año, para el Día de Muertos, 2 de noviembre, inundan los mercados populares que han dado la vuelta al mundo; artesanía folclórica para algunos, para nosotros símbolo definitivo de la muerte, como “La Catrina”, que no solo artesanos, también artistas  han realizado re-creaciones del personaje creado por el genio de Posada. Este personaje es parte de nuestros sentimientos y pensamientos, es parte cabal de nosotros. La visión histórica del arte ha cambiado,  cierto; la sensibilidad estética también es diferente, las expresiones artísticas anteriores a  nosotros se encuentran en mayor o menor grado vigentes en la obra de nuestros artistas contemporáneos. Los cambios en el arte son lentos porque van entretejiendo una corriente anterior con la siguiente y así sucesivamente. Aunque hoy en día todo parece girar vertiginosamente algunos rasgos humanos mantienen un determinado paso en la continuidad del tiempo. Para Posada, y su tiempo, el arte no era un fin en sí  mismo, sino un puente de información para el pueblo; la obra de arte que hoy admiramos como tal nos lleva del aquí, ahora,  a una allá de su tiempo, expresión autentica y original de su momento,  esencia sintetizada de la forma.

Catrina de colores
Catrina de colores

La calavera Catrina, como la bautizó Diego Rivera, es un icono del arte mexicano,  símbolo de la ciudad de Aguascalientes,  ciudad que vio nacer a José Guadalupe posada el 2 de febrero (fiesta popular del día de la Candelaria) de 1852. Dato por demás común en cualquier escrito sobre el artista, pero lo que este año se celebra es su muerte. Sempre se comienza y se termina lo que se dice de él: el 20 de enero de 1913 lo llamó la muerte  –su gran amiga– en un oscuro cuarto de Av. de la Paz, que llevado a cuestas  al Panteón Civil, por tres de sus amigos, humildes como  él, de los cuales sólo uno de ellos sabía leer. El registro civil  les dio una boleta para una fosa de sexta clase. A los siete años, sus restos, al no ser reclamados, fueron a dar a osario común. O como dicen eufemísticamente: “En 1913 fueron exhumados sus restos y arrojados a la fosa común, etc.

¿Fue trágica su muerte? Considero que no existe una muerte trágica, la muerte es igual para todos. La muerte lo integra  al mito y  a la leyenda a la que somos adictos los mexicanos; las dos únicas fotografías que se conocen son la de un hombre que vivió intensamente su estancia en este mundo, su trabajo lo realizó con gusto unido al talento que desarrolló con alegría, con humor, negro para unos, y blanco para otros. Sus deliciosos grabados son como un postre para los sentidos cuando nos acercamos a  ellos sin prejuicios; en ellos encontramos la gracia que les dotó el artista. Sobre todo lo admiramos si no pensamos que el gran arte es solo el que no tiene una explicación comprensible;  cuando nos acercamos a la obra de este artista con la mirada ingenua –aunque algunos la ocultan o la niegan—nos encontramos con la misma gracia con que Posada contemplaba la vida, aun los crímenes horrorosísimos que ilustraba.

posada
José Guadalupe Posada

Hablemos de algunos de sus grabados, que considero obras maestras de la estampa mexicana. Voy a nombrar sólo cinco ¿cinco? Han pasado siglos de nuestro pasado prehispánico, todavía nos quedan no solo recuerdos  sino obras que podemos palpar físicamente y sentir la emoción y la magia que emana de éstas. El número 5 es parte de esa magia, está representado por el quincunce, símbolo constituido por cinco puntos dispuestos en X, que representa los cuatro  puntos cardinales; el centro del universo lo vemos representado en códices en esculturas  y en la cerámica, la calavera catrina representa el centro como obra maestra del grabado Internacional, por lo que significa para México.

    La calavera de El Quijote. Por obvias razones este personaje es reconocido mundialmente, célebre por sus batallas imaginarias con los que lo adornó Cervantes; además, El Quijote es como sinónimo del hombre que lucha por obras que parecen imposibles. Posada, con su talento,  nos deja una escena: Don Quijote montado en su caballo Rocinante sigue haciendo una de su “diabluras  en el más allá, con un montón de esqueletos igual a  él.

    Los siete pecados capitales. Su composición es muy sencilla, simétrica, en el centro un hombre atacado o podríamos decir seducido por siete monstruitos que representan los pecados capitales, de un lado tres, del otro cuatro; el hombre más parece estar realizando una danza ritual que atacado por esos animalitos que semejan iguanas. Los frailes trajeron esa plaga (pecados) en la época colonial. Recordando que en la época prehispánica, los dioses como cualquiera de nosotros tenían: pasiones vicios y virtudes,  el mal y el bien, dos actitudes humanas que apenas  separa una delgada línea.

La muerte del general Manuel González. Este grabado, independientemente del aspecto histórico que representa, al hacer un análisis de las formas que lo estructuran evidencia la  similitud con un códice, por la forma que están colocados, en la composición, los elementos que lo constituyen; como toda obra de arte puede tener diferentes lecturas, una empezando de abajo hacia arriba en bustrofedon.  En primer término, el personaje con diversos símbolos que ostentan su jerarquía militar, en el siguiente unos caballos que tiran de una carroza fúnebre, después el cortejo que lo acompaña. Imagen  de pequeñas dimensiones pero grande por representar en tan limitado espacio de grabado, un evento completo de tal naturaleza.

El beso de despedida. Un acto de ternura, en  su época un gesto sublime, cuyo significado hoy, quizás, no sea tan intenso por la libertad sexual entre las parejas; sin embargo,  sigue siendo una acto simbólico de la amistad y el amor. Posada, en este excelente grabado, nos deja  no solo un acto  de ternura, también un testimonio de su actitud ante la vida.

Estas breves palabras sobre cinco estampas de Posada es mínima, ante la exuberancia de su obra pues lo que han escrito en extenso sobre ella sin ponerse de acuerdo le atribuyen de 5 000  a 20 000 grabados. La descripción breve de las imágenes antes mencionadas y el titulo se tomo de la forma como son más conocidas ya que Posada nunca las bautizo.
Termino este escrito recordando las palabras de otro artista hidrocálido, el maestro Díaz de León, que dijo de su paisano  “Posada no era popular,  no se acercaba al pueblo, era el pueblo mismo.”

MOLINO DE SANTO DOMINGO 2013

 

 

Un comentario

  1. Ivan A Lopez