Gabriela Cantú Westendarp, México, 1972

gabriela-cantuEn diciembre de 2012 fue la ganadora del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” que convoca la Universidad Autónoma de Zacatecas. Una muestra de su obra poética.

 

 

 

 

gabriela-cantuGabriela Cantú Westendarp (Monterrey, N.L. 1972) Poeta, ensayista y promotora cultural. Tiene una licenciatura en Estudios Internacionales por la UDEM y una Maestría en Ciencias con Especialidad en Lengua y Literatura por la UANL. Es Directora de Difusión Cultural de la Universidad Metropolitana de Monterrey. Es productora y conductora de radio y televisión. Imparte talleres de lectura y creación poética.  Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2012 y Mención Honorífica en el Premio Regional Carmen Alardín 2011. Fue becaria, en el área de poesía, del Centro de Escritores de Nuevo León en 2006. Tiene cuatro libros publicados, Naturaleza muerta (UANL, 2011) El filo de la playa (Mantis editores 2007) El efecto (CONARTE, 2006) y Poemas del árbol (UANL, 2009). Fue co-fundadora de la revista de arte y literatura Otra orilla. Su obra se ha publicado en antologías, periódicos y revistas de México y del extranjero.   
De: Material peligroso (Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2012)

 

 

Todo parece indicar que algunas personas no
pueden dormir esta noche. Se escucha el
crujir de las bisagras que se
abren y cierran. Para eso hay algunas
recomendaciones. La primera es quedarse ahí
girando cada cierto tiempo sobre la cama, entre
las sábanas como grandes vendas que cubren
tu cuerpo herido de tanto no dormir; la segunda es
levantarse y sentarse frente a la ventana y observar
la noche, la casa de enfrente cubierta de silencio, la
calle en espera de los primeros autos, la silueta de
los árboles que sembró el comité de vecinos;
la tercera —que solo debe de arriesgarse en casos
extremos— encender la computadora y comenzar
a escribir un montón de palabras que luego, muy
probablemente, tendrás que borrar. Sin embargo
cualquier camino que decidas estarás contigo
y tu no dormir, con tu cuello que se tensa como el
de una tortuga, con las imágenes que suceden en
tu mente y que te quitaron el sueño desde un principio
cuando escuchaste el crujir de las bisagras.         

 

Como si no hablara lo suficiente durante el día dicen
que hablo mientras duermo, y creo que dicen verdad.
Anoche me despertó mi propia voz como si fuera la de
alguien más. Parece que algunas de mis frases nocturnas
tienen que ver con fechas y nombres, pero en ocasiones
también maldigo, es decir, digo palabras altisonantes, palabras
que dichas a plena luz del día y en plena consciencia no me
preocuparían. Aseguran que solo el 5% de los adultos padecemos
de somniloquía —palabra científica que hace referencia al hablar
mientras se duerme—. Aseguran también que en esas recitaciones
están mezclados elementos reales y fantásticos. Es cierto que padezco
ciertos trastornos del sueño y que a veces me gustaría poder dormir
tres o cuatro días seguidos sin interrupción alguna; y aunque estoy
cierta que eso está lejos de ocurrir no pierdo la esperanza.

 

Experimentar la contención, vivirla en sí, requiere
de un buen lavado de cerebro. Necesitas convencerte
de que el sacrificio de dejar el azúcar, los lácteos o
las harinas traerá grandes beneficios a tu salud.
Pero no se debe pasar por alto que existen efectos
colaterales cuando se dejan de consumir ciertos
alimentos. Hay para quienes la sola idea de una
privación es causa de un cuadro de angustia que
bien podría compararse a un lienzo de Jerónimo
Bosco en el que los ángeles y los demonios se
pelean el cielo.
Por estos motivos he dudado si debo o no someterme
a una dieta tan estricta.

 

Hay algunos objetos que se desgastan
como el empaque del grifo de la cocina o
la capa de impermeabilizante del techo.
El agua es un factor determinante en la incidencia
de este problema. La materia se doblega y
pierde densidad. Lo veo también en hombres
y mujeres, la pérdida es parte de su constitución.
—El golpe del agua es como el golpe del tiempo—.
Pensé en eso recientemente al ver mi
cuerpo reflejado en el espejo.

 

Sin duda ciertas cosas deben cumplirse a
cabalidad, cosas como detenerse a pensar en una
imagen que nos da placer, o reflexionar acerca
de los límites de un cuerpo. Algunos creen que
es posible estar en dos lugares a la vez. A esto
se le llama bilocación y se asocia a los hombres
y mujeres que las religiones consideran santos.
Puede ser que el fenómeno tenga que ver con
la santidad o puede ser, más bien, que sea una
especie de milagro que experimenta el enamorado.
Esto podría explicar cómo es que justo ayer me
encontré contigo en esta ciudad en la que estoy de visita.

 

Estamos sentados en un restorán comiendo
pescado frito. Aquí nadie nos conoce y así
está mejor —así podemos vernos mucho tiempo
sin decir nada hasta que uno de los dos no se resista
y asalte al otro de manera un tanto intensa y alguien
llame a la autoridad del puerto y nos detengan por
escándalo en la vía pública, y entonces vayamos a un
lugar más privado (digamos una cueva o una gruta) y
ahí, mitad vestidos, mitad desnudos, nos amemos por
largas horas—. Por lo pronto estamos comiendo pescado
frito en un restorán del puerto pero creo que tarde o
temprano llegarán las autoridades.

 

Existen personas que parecen haber hecho pacto
con el diablo, personas que, aunque es de todos
conocido que ya entraron en la etapa del otoño,
siguen caminando como si fueran una flor
naciendo. Quizá esta actitud se deba a que han ido
más allá de donde se podía ir. Quizá son de esos
seres que como Butes, frente al mar, frente al canto
de la sirenas, no pudieron contenerse y se han
lanzado de cabeza a la vida, a lo más profundo de la vida
y han sobrevivido. 

 

Diríase que esa noche el agua parecía brotar de
un manantial ubicado a 100 kilómetros de Düsseldorf
en Alemania. El agua brota dentro de una cueva y recibe
una gran cantidad de peregrinos en busca de sanación. —Un
minero retirado dijo a la prensa haber sanado de su
espalda y una anciana haber recuperado la vista con
tan solo frotarse con el agua—. Esa noche entré al cuarto de
baño como un verdadero peregrino en busca del agua
milagrosa. Estaba de pie y el agua caía como un bálsamo
sobre mi cabeza y resbalaba por mi cuello, mis hombros y de
ahí al resto de mi cuerpo. Así fue durante algún tiempo; luego
salí, lentamente pasé la toalla por mi cuerpo, y me recosté
sobre la cama, y dormí plácidamente pensando en
el minero y en la anciana.

 

Aunque le pongo poca sal a los alimentos
ese día parecía que le hubiera vaciado el bote entero.
No solo estaba saladísimo el plato de sopa sino que
me inflamé de manera alarmante.
Mis músculos crecieron varios centímetros en grosor,
tanto que mi familia estaba asustada.
—La preparación de la carne seca, un platillo tradicionalmente 
norteño, implica el uso de una gran cantidad de sal.
Además cuando no existían los refrigeradores,
para la conserva de la carne, se utilizaban baños de sal.
Hago esta disertación para fijar los antecedentes de la relación entre
la carne y estos granos blancos y pequeñitos—.
Por eso cuando vi que mi cuerpo creció tan de repente,
en cuestión de horas, asumí que tenía que ver con el consumo.
No es que yo haya consumido —literalmente— este producto.
Sucede que ciertas experiencias, generalmente cargadas de una gran tristeza,
tienden a provocar los mismos efectos que el abuso de la sal.
Estoy hablando de grandes cantidades, de manera que no puede contabilizarse.
Resulta que la tristeza sufre una suerte de alquimia y se transforma en sodio.
Para deshacerme de la hinchazón  tuve que recurrir al corte.
En este caso corte alude a pequeñas incisiones.
El procedimiento fue complicado y de dudosa eficacia.
Tomé ciertos episodios que habían servido como detonantes en el inicio del problema.
Pensé en ellos como piezas aisladas.
Tomé una tijera y fui podando como cuando un jardinero japonés
poda sus árboles y arbustos.
Los cortes tienen que ser exactos de lo contrario se corre el riesgo
de perder el equilibrio y la armonía.
En el momento creí haber hecho un buen trabajo
pero muy pronto las ramas había crecido de nuevo .

 

Cuando uno piensa que está escribiendo de
alguien más resulta que la verdad es otra y
que uno solo puede escribir de sí mismo.
Presumo que se debe a lo altamente egoístas que
somos. Supe de un hombre que estaba muy
triste porque tenía una mujer que había perdido la
cabeza por algún vicio. El hombre difícilmente
veía la luz del día, no probaba bocado, dejó de
ver a sus amistades, perdió su trabajo, se enfermó
de pulmonía y casi pierde la vida. Todavía no sé
la causa que une mi vida a la de este hombre del
que estoy escribiendo, pero estoy segura que en
algún momento encontraré un hilo que nos
una. Quizá, pero no estoy segura, yo también
tenga un vicio y mi vida corra peligro.

gabriela-cantu
Gabriela Cantú