JM Servín. Al final de vacío

al-final-del-vacioSobre esta novela de J.M Servín (México, 1962) José Antonio Moreno nos anuncia: es una novela post-apocalíptica por el constante suceder de episodios, fuertes y hábilmente vinculados, es también una novela itinerante, de aprendizaje.

 

 

Antonio Moreno Montero

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Antonio Moreno

Al final del vacío, de J. M. Servín.

al-final-del-vacioAl final de vacío (Mondadori, 2007), de J. M. Servín (México, D. F.,1962), es una
novela post-apocalíptica, propiamente dicha.
Por el constante suceder de episodios, fuertes y hábilmente vinculados, es también una novela itinerante y, por lo tanto, de aprendizaje.

Posee estampas de una picaresca jocosa, impelidas desde un mundo lumpenproletario, con un estado de ánimo que va más allá de la hostilidad y el desafío. La capital del país vive sus peores momentos: la gente saquea los negocios y una pandilla de jóvenes criminales controla las calles, comete atrocidades y asesina a mansalva.

El antihéroe, cuyo nombre desconocemos, atraviesa la gran ciudad de México
para dar con el paradero de Ingrid, su joven y bella pareja, a quien conoció
accidentalmente en la penitenciaría: éste había acudido para visitar a un amigo y ella, a su padre.
Pero aparte de su sentido y de sus fines, la novela de Servín atrae por la ironía, el
lenguaje antisolemne, la agilidad de la prosa, la imaginación del autor y su destreza para ahondar en la psicología de los personajes. Están delineados por lo fortuito, la capacidad de sobrevivencia, la angustia, el desamparo, el temor y todo lo generado por el caos que se ha apoderado de la ciudad de México.

Mientras el protagonista la recorre, la ciudad se colapsa y cae sobre ella no sólo
un manto de tensión e incertidumbre, sino emerge una visión post-apocalíptica de
consecuencias insospechadas. El lector vicioso piensa de inmediato en Philip K. Dick, en Vonnegut, en Cormac McCarthy… Uno imagina, también, una hecatombe nuclear o un cataclismo ecológico que pone en peligro la especie humana. Pero estamos en México: el fin del mundo ocurrió hace muchos años. Y no es una profecía bíblica en sentido estricto.

Es una condena creada por la oligofrénica clase política mexicana, y tiene la virtud de cumplirse cada sexenio.
Al final de vacío plantea una mirada distópica empezando desde la revuelta de la
masa, con una catástrofe social inminente, una fatalidad asociada con un realismo
novelesco que induce en la indagación de significados políticos, a partir de dos hechos que bosquejan lo post-apocalíptico en la novela: una ruptura caótica y el fin de una era social; y aunque el personaje no lo promueve ni lo insinúa, uno piensa por asociación en el planteamiento de un nuevo contrato cultural. De allí el miedo y la ansiedad del antihéroe, sentimientos clave para entender esos escenarios.

Lo que va describiendo el protagonista en su camino tiene un carácter más que
premonitorio, sugiere no lo que puede pasar sino lo que está transcurriendo, son síntomas de lo irreversible al alcance de todos y él es un testigo excepcional. Su voz genera simpatías, está desprovista de cualquier sentimentalismo, especialmente cuando recupera el pasado familiar, los avatares de los padres, los ritos de iniciación en el barrio y sus primeras lecturas (no es un hábito extravagante para un personaje curioso y lleno de vitalidad como él). En su búsqueda, retorna a sus orígenes, a ese barrio bravo y marginal en el que vivió con estrecheces y sobresaltos. Luego, reanuda su marcha hacia el departamento que comparte con Ingrid, con la posibilidad de un reencuentro anhelado, el cual nunca se da, en medio de la anarquía urbana. Precisamente, como señala el extinto Carlos Monsiváis, con el caos se inicia el perfeccionamiento del orden.

El talento literario de Servín tiene una inclinación cínica, mordaz y especulativa.
(¿Quién recuerda—además—ese cuento suyo que es una joya de la literatura mexicana reciente, titulado “El antojo”?). Por la atmósfera, los incidentes, el lenguaje, los afanes del protagonista y la obsesión de Ingrid por deformar grotescamente todo lo que pinta, aunado a esa naturalidad con la que enfrentan la vida al garete, el ejercicio de una erotomanía un poco rebuscada y su adicción a las drogas, uno puede pensar de inmediato, sin dejar al margen la idea de lo post-apocalíptico como un estado de cosas, en que la evolución del realismo sucio mexicano ha llegado a la cumbre con Al final del vacío.

Pero, what the fuck is dirty mexican realism? Es un subgénero literario que legitima la decepción y el fracaso, una emoción entre ruinas.
Una manera de comprender la neurosis verbosa del protagonista inicia con las
primeras líneas de la novela, cuando dice que todos los que viven en la ciudad cargan con un crimen. Una vez que concluye su odisea, en la escena final de la narración, con una mujer muerta a su lado (que no es Ingrid), mirando fijamente al techo, descubrimos a un personaje, ahora más sensible e intuitivo que nunca. Su mirada se superpone a la de mujer fallecida. Esto nos permite sospechar que los escenarios antes vistos por él no forman parte de un simulacro. Es una pesadilla que necesariamente tiene que contemplarse con los ojos de los muertos—siembre abiertos.

 

 

Un comentario

  1. Ana