Gonzalo Rojas. Despedida fúnebre

Jaime Quezada nos hace partícipes de su texto leído en la ceremonia de despedida de Gonzalo Rojas, en su Chile natal, pero recordando la sentencia del propio Gonzalo: “No me moriré del todo”.

 

 

Jaime Quezada

Jaime Quezada
“VUELVO A MI ORIGEN, VOY HACIA MI ORIGEN”

Texto leído en la Ceremonia Fúnebre de Despedida
 al  poeta Gonzalo Rojas
Museo Nacional de Bellas Artes.
Santiago de Chile, Miércoles 27 de Abril, y 2011.

 

¿Dónde andará el que dijo La miseria del hombre hace más de 63 años, en Valparaíso? Siempre lo dijo este Gonzalo que ella, la Poesía, es más grande que todos nosotros: La realidad detrás de la realidad, pero desde el relámpago.

En este otoño, otoño o mediodía de abril  2011, y en este tan ilustre-espacio, representativo de las bellas artes y la cultura de Chile, me es dado decir unas palabras ante el túmulo de Gonzalo Rojas, nuestro poeta necesario. “No hubiera soñado este privilegio en un minuto tan aciago para las letras de nuestro Chile y de nuestra América, y para la lengua toda”.

Desde la publicación misma de Contra la muerte (1964), uno de sus libros visionarios, Gonzalo Rojas —nuestro poeta en las alturas mayores de la poesía iberoamericana de hoy — marcó de inmediato un hito de trascendencia en el proceso poético chileno del siglo veinte. Puso en vigencia y proyección a un autor que desde entonces, y aun antes, había adquirido un compromiso de vida y de conducta con el oficio intenso de la poesía: aire en su invención alucinadora y creadora, pero también en su realidad viva, en el instante terrible y ardiente de cada cosa.

Todavía anda en nosotros ese aire libérrimo motivadoramente en el “somos escritores de Chile y no hay título mayor para nosotros que ése”, al  inaugurar aquellos lúcidos, plurales, críticos y dialogantes encuentros de escritores nacionales e internacionales en la Universidad de Concepción –nuestra Universidad- en la década intensa del sesenta. Escritores ante el espejo lúcido de su oficio y ante el otro espejo doloroso, el de su pueblo: compromiso y responsabilidad, decía,  cuando no llegamos a las médulas del hambre”.

Y todavía más: “Hemos venido a aprender mucho más que a enseñar.  (que acaso eso fue por siempre también su acción y su lema permanente en la transparencia del rigor y el vaticinio, por que eso, lo permanente, en el decir de Hölderlin “lo fundan los poetas”.) A aprender los unos de los otros, como bien dijo Gonzalo, en este diálogo que seguirá resonando mucho tiempo no sólo en un salón de honor, sino en el país todo y en una América toda…”  Fue su cátedra abierta y educativa siempre, en el aula y más allá del aula, en su alma Mater ejemplar y ejemplarizadora.

Nunca, ni por pienso, descuidó su viva y dialogante relación con los escritores todos de Chile, y con los jóvenes de entonces y con los jóvenes de ahora. Y desde muy temprano en la organización misma de la Sociedad de Escritores de Chile, que tengo esta mañana la honra de representar aquí con duelo profundo, institución de la  cual formó parte activa nuestro Gonzalo ya cumpliendo tareas como Secretario General en su directorio, ya dejando su roba tiempo o su roba noche para las publicaciones de la revista de la Sech o de las célebres ediciones Alerce, ya en sus afanes y de manera esencial en aquel otro memorable Encuentro Latinoamericano de Escritores de agosto de 1969  en los Santiagos de Chile, en los Valparaíso y en los Viña del Mar. Ahí el compromiso del escritor y la función de la literatura. Ahí nuestro Gonzalo en su Concepción también con su cabeza abierta y pensante. Tareas muchas que la Sociedad de Escritores de Chile (“algo hicimos con lucidez y con coraje”) principal y eternamente…. le agradece.

Y pensando siempre en las nuevas generaciones, en los jóvenes poetas por venir: “Si estuviera en mí sembraría Chile y América de talleres y más talleres, de escritores y artistas a lo largo y a lo oscuro de sus parajes humanos más diversos, en una suerte de ejercicio con la realidad más ardiente y dolorosa”. Así, en nuestro Gonzalo Rojas, la literatura antes de ser un fenómeno estético era también un instrumento de construcción de nuestra América en el diálogo, en la lectura, en el libro, es decir, en el ejercicio creativo.

No en vano, y muy suyas, son esas palabras amadas en el esdrujulamiento y lo sensitivo del rehallazgo, del zumbido, del relámpago, materia y fundamento de su escritura: "Y voy volando en ellas, y hasta me enciendo en ellas todavía. Las toco, las huelo, las beso a las palabras, las descubro y son mías". Prodigio y vivacidad y transfiguración. Escritura, en consecuencia, iluminada e iluminadora desde el origen, tuétano adentro, en su Dios, en su eros, en su quejumbre y, en definitiva, en su estallido de mundo: sentido y sonido.

Así, La miseria del hombre, su libro hito y primero de 1948, será el inicio, con más o menos plazos, de una veintena de otros que enriquecerán, sin ego posible, su cada vez más admirativa y portentosa escritura poética, aun reconociendo que siempre se estará escribiendo el mismo libro, "libro viejo y libro nuevo al mismo tiempo”.
De La miseria del hombre (1948) a Contra la muerte (1964), de Oscuro (1977) a Del relámpago (1981), de Transtierro (1979) al Alumbrado (1986), de Materia de testamento (1988) a Réquien de la mariposa (2001), y todo en un cauce incesante que va y viene en un llamear esa palabra sin impostura posible, revelando a un poeta cada vez más crítico y congruente con su propia hondura, logrando visiones profundas de la existencia del hombre.
Porque la obra poética de Gonzalo Rojas, siempre tan vivencial y abismante, fundamenta y fija rigurosa, estética y armónicamente las vertientes temáticas de una escritura en su identidad y en su visión y que, a su vez, se irá proyectando de libro en libro, en su revelación de vida y de lenguaje. Además, lo resueltamente quevediano en el tratamiento del desenfado y del humor. O esa terca ironía, con su sátira y su farsa. A su vez, el amor-eros en toda su plena y exacta hermosura de qué se ama cuando se ama. O en la espiritualidad (lector atento de su Juan de la Cruz) de los sentidos o del arrobamiento en la dolencia de amor.

Entre estas vertientes o registros temáticos, Gonzalo Rojas nunca descuidó las circunstancias inmediatas en una poesía de transtierro (pasarán estos años cuántos de viento sucio) o de reflexión de lo humano-humano en las realidades y contingencias. La poesía como experiencia de vida, entonces, con sus "estrellas veloces y oscurísimas". Poesía fermental y vitalísima, sin duda. Y relampagueante y de respiro hondo. Para aprender a ver, a oler, a oír el mundo con su palabra, transida de ella: "No tengo otro negocio que estar aquí —escribe el poeta—, diciendo la verdad en mitad de la calle y hacia todos los vientos".

Recojo sus palabras, lecturas y relecturas diría,  y las digo aquí como legado de reflexión, de conducta, de fidelidad y compromiso, de vida,  y como pasión y búsqueda  del absoluto de este Gonzalo Rojas en la literatura tan suya y en la historia tan de todos:

“No fui el hombre de la adhesión total y estuve lejos del sectario. Ni me instalé con negocio alguno en cuanto a ortodoxia. Al negocio preferí el ocio, como todos los poetas. Así y todo, luché contra la injusticia y creo haber colaborado en la construcción o la armazón de la  Patria Grande. Por lo menos fui un testigo de mi pueblo y de mi tiempo.  Alguna vez, allá por el 73 sombrío de los chilenos, pude haber desaparecido como tantos otros por orden de no sé quién, pero los dioses no lo permitieron. Alumbrado de mí, doy un salto hacia atrás y entro por un instante en el destello de la infancia. Lo que de veras amas, no te será arrebatado”.

Hablo en este instante –dije- en nombre de mis compañeros escritores. Hablo como muchos otros hablarían, y con menos títulos que muchos, en virtud de ese amor que Gonzalo Rojas nos diera y que tuvo eco en tantos. Le agradecemos, sencillamente, su gran amor y la grandeza que trajo a nuestra literatura.  ¿Qué se espera de la Poesía sino que haga más vivo el vivir?

Ya todo estaba en la vislumbradora escritura de Gonzalo Rojas: “Non omnis moriar: no me moriré del todo, viejo Horacio querido. Pero me moriré como la abeja, la pobre abeja que zumba y que ilumina”.

Pero en verdad, también, el muy querido y amado Gonzalo, no nos deja. ¡Cómo podría dejarnos quien nos dio tanto! Está con nosotros y estará  con estas y futuras generaciones. Su palabra poética “modificó nuestro idioma y cambió el orden de nuestro corazón”.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas.

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Galería Gonzalo Rojas. Fotos: Pascual Borzelli