Los Ecos de Santiago Espinosa

espinosa santiagoEl joven poeta mexicano, Leonardo Iván Martínez ofrece su lectura del primer poemario de otro joven colombiano.

 

 

Los ecos de Santiago Espinosa 

La danza de Los ecos y la hora de la memoria

Leonardo Iván Martínez

 

El paisaje colombiano tiene un sabor extraño para el paseante. Es una volátil tergiversación de las estaciones donde los equinoccios y los solsticios se han ido a echar la siesta, pero también una constante permanencia en un espacio idealizado e idealizable. Desde las narraciones de Conquista hasta los hermosos versos de Aurelio Arturo se halla la expresión de un lugar al que la imaginación le ha dotado de una belleza sólo comparable a la Xanadú de Coleridge, pero que vista en los periódicos, en su historia próxima o en la cotidianidad encontraremos que este espacio es un poco más distante a la Utopía. Hablar, sin embargo, de Bogotá sin hablar de un pasado y un presente que coexisten es dar pie a la usurpación de la memoria.

Los ecos, primer poemario del colombiano Santiago Espinosa, aborda esa evocación al pasado sin hacer mella en ningún momento del presente. El libro, publicado en junio por el sello Taller de Edición Rocca en Bogotá, Colombia, tiene entre sus méritos la conjugación de una poética que con acierto hilvana la vivencia doméstica y la existencia urbana.  Desde sus primeras líneas descubrimos una epopeya personal hecha poesía. Los tres apartados del libro (Naufragios, Ecos y Anillos de árbol) se encuentran ordenados para presentar tres estados de la memoria. En Naufragios el título nos sugiere una búsqueda, un reencuentro con la ciudad y con su historia. Encontramos una estética del espacio común, de la urbe que se construye en la memoria:

Me hago a otro día.
La mañana se augura
con plumas de luz entre las piedras. 
Sé que llegará. 
Aún puedo oler la sal
en los cascos de otros barcos.
Puedo sentir su aliento en la arena que besa mis uñas
mientras busco sus formas en el suelo.

Pareciera que tras la escritura de cada uno de los textos que conforman Naufragios hubiera una lejana Ítaca, una navegación por los mares, a veces inhóspitos del pasado, pero que el poeta logra superar para reencontrarse con ese espacio público, abierto en donde converge la imagen de un carnicero, la arquitectura, un escultor judío y la de sir Walter Raleigh, otro desencantado que no halló El Dorado.

El segundo apartado, Ecos es un remover de escombros, un asomarse desde la ventana para escuchar cómo se levanta el polvo y el eco tras el paso de los hombres.

Polvo amargo del convento. 
El oro de náuseas que hechizó a Quesada
brilla de nuevo
por las calles de Ámsterdam,
que incendia la selva en Marquetalia.
Y el odio que se propaga en las gargantas
como cera caliente; en lo árido de múltiples,
sucesivas gargantas.

Es también una mirada escrutadora a la mujer que ha reconvertido al poeta y lo ha sacado de la marmórea permanencia que apolilla a su ser.

Y otra vez, junto a mí,
con el peso de ausencias
con la humedad de la cama.
Con los ojos cerrados,
evadiendo la memoria por un instante,
siento un olor de humo
ajeno y conocido,
de estatuas rotas
olvidadas en las sábanas.

Ecos, es un medio camino entre el afuera y el adentro, es como la presencia del dios Jano en las páginas, una sonora bisagra que deja sus sonidos rebotando en las paredes, tal vez del cuarto de un hotel o la “Ciudad, morada ya por las palabras de otros./ Volviendo a escena entre la lluvia y un sopor de aceite”.

En  Anillos del árbol, tercer apartado del poemario se percibe una intimidad a medio camino. Se percibe una poética de las puertas cerradas, de los recuerdos familiares, de una infancia lejana que deja huella y herencia. Son precisamente los poemas que se desprenden de aquí una constante secuencia de anillos del árbol de la memoria que expone Santiago Espinosa.

Para un lector mexicano esta intimidad nos remite inevitablemente a la poética de López Velarde, donde la temática de la melancolía por algo lejano, que ya no se puede asir en las manos constituyen las vértebras de la emotividad expuesta. Pasillos, retratos familiares, cierta sombra de la figura paterna y familiar, la música de los padres con la que el hombre, generación tras generación aprende a convivir, son los recursos que convocan a no olvidar que estamos hechos de nuestro pasado, que como anillos de árbol nuestros pasado forma parte de nuestro presente, con todo y lo desgastado que se encuentre el papel de nuestra historia.

Pasa la página, hazla a un lado.
Deja que el blanco y negro te suceda.
Le han robado los colores al recuerdo
y la fecha en que naciste
es un periódico amarillo.

O el poema en donde con afán el hombre descubre y crea la figura de su padre en el espejo:

Pero persiste, no se doblega.
Ahora un hombre se afeita ante el espejo
en completa soledad. 
Dibuja a su padre a cuchilladas.

Tal vez suene aventurado decir esto, pero la estructura poética de Los ecos de Santiago Espinosa y su forma de abordar el pasado próximo, el pasado íntimo unido con el público, parece preludiar el surgimiento de una nueva épica en la poesía colombiana. Estoy seguro que no es el único poeta colombiano que va por esa veta de refundación de la épica. Los años abonarán resonancia a estos ecos, que allende de El Dorado ya se escuchan.
          Ciudad de México. Agosto de 2010

 

espinosa santiago
Santiago Espinosa
Santiago Espinosa (Bogotá, 1985) Crítico y periodista, profesor de filosofía. Egresado en Literatura (2009) y Filosofía (2010) de la Universidad de los Andes. Ha escrito artículos y reseñas para medios como Alforja y La Otra, de México, Revista Casa Silva, El espectador, El tiempo, Arcadia y La Hoja de Bogotá, del que fue jefe redacción hasta su desaparición, en 2008. Ha trabajado en adaptaciones de teatro para grupos aficionados y fue asistente de dirección en cursos del Teatro Libre de Bogotá. Poemas suyos han aparecido en revistas nacionales e internacionales. Es el caso Nuevos poetas colombianos (2009), publicada por la revista Posdata de Monterrey. En 2010 Taller de edición publicó Los ecos, su primer libro de poemas.

Leonardo Iván Martínez (Ciudad de México, 1982) Es egresado de la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado en las revistas Péndola, La oveja negra y en las páginas electrónicas Círculo de poesía, La otra gaceta y Palabras Malditas y Cronopio de Medellín, Colombia. Ha realizado lecturas en espacios públicos de la Ciudad de México, La Habana y Bogotá.

 

 

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