Juan Carlos de Sancho. El destino

En un hipotético ring, Juan Carlos pone a cuatro pensadores a enfrentarse en el desciframiento del rumbo que el mundo lleva y el que podría tener, a imaginarlo de otras formas.

 

 

UNA TRISTEZA DISFRAZADA
 Juan Carlos de Sancho

Juan Carlos de Sancho
Juan Carlos de Sancho en Buenos Aires
Imagínate que te propones inventar otro mundo, con tres amigos: tú y otros tres. O sea cuatro, los cuatro dentro de un  recinto cerrado. Según la antropóloga Margaret Mead cuatro personas pensando pueden cambiar el Mundo, aunque mi amigo Francisco Vaquero es de los que opinan que cuatro personas cavilando podrían terminar hoy en la cárcel.

Bueno, sigamos conjeturando. Los pensadores ya se han instalado en un imprevisto cuadrilátero, cada uno en su esquina correspondiente. En el centro, la pelea: el Mundo contra el Destino. Los dos exhiben el mismo peso: peso pesado uno, ni ligero ni mosca, peso pesado el otro. El Mundo es un peso pesado y el Destino también. Salen ambos a pelear con las mismas prerrogativas. Al menos en apariencia.

 

PRIMER ROUND

Comienza el combate y uno de los cuatro pensadores revela su preocupación: “El Mundo se mueve con dificultad, lo veo muy aturdido. Se bate como un principiante. Le falta memoria, memoria de lo que fue. Antes de irme al otro mundo me gustaría sacarlo de aquí. Parece un espectro.”
En la otra esquina diagonal el segundo pensador intuye que el Mundo carece de maldad para defenderse, sin embargo opina: “El Destino está como en Babia. Da la impresión de moverse muy seguro pero se comporta como un auténtico pelele. Le falta temple.”
El tercer pensador se acicala la melena y aprieta su argumento: “No te engañes, sabe muy bien lo que se tiene entre manos. Ha sido amaestrado por banqueros, políticos, periodistas iracundos y una buena colección de jefes religiosos. No debería empeñarse el Mundo en ganar de inmediato. El Destino no tiene por qué estar al tanto de sus intenciones. Es muy astuto e imprevisible. La estrategia tendrá que ser muy clara: mantenerlo a raya y controlar sus acometidas en todo momento”
En la última esquina del cuadrilátero el cuarto pensador respira con cierta dificultad. Se siente rodeado por figuras malignas y comenta de forma tajante: “Este es un combate desigual. El Mundo va dando tumbos. Será una pelea muy dura, con final adverso. Mira cómo va perdiendo reflejos. No, no me gusta donde nos hemos metido…..”…¡A menos que….!
¡¿A menos que qué?!- preguntan los otros  al unísono.
-¡A menos que le demos una vuelta a la tuerca! Me da mucha pereza continuar en este relato. Esto es el principio del fin. Pensemos en otra idea, más precisa, quizá un ensayo: por ejemplo el peligro que corren los escritores, el riesgo que supone utilizar un lenguaje agitador, insolente.

 

SEGUNDO ROUND

Juan Carlos de Sancho
El segundo pensador se incorpora y regresa al graderío: “No está el Mundo recibiendo suficiente sabiduría. Apenas existen intelectuales atrevidos, se han transformado en oficinistas y a lo sumo oponen matices. Los intelectuales disidentes no salen de sus madrigueras. No hay una posición ética clara”.
El cuarto pensador se remoja la cara y la nuca. Necesita estar espabilado para concertar su meditación: “Si seguimos merodeando la idea podríamos enredar el hilo argumental de tal manera que en vez de ganar claridad nos podría salir una novela. Y ese es un recorrido demasiado largo.”
El tercer pensador se reanima y no para de dar saltos con una cuerda. El Mundo y el Destino aprovechan la ocasión y se esfuman. El personaje va enredándose en el debate y se tumba en la lona: “¡Qué predecibles son los escritores! Han perdido ligereza, espontaneidad y delirio, tan propios de la genialidad. Consideran que lo pasado bien pasado está, ignorando a sus antecesores, mucho más sofistas y románticos”. *
El cuarto pensador ocupa el banquillo del Mundo. Se siente atraído por tanta picardía: “Estos profesionales ocupan las mejores páginas de revistas y periódicos y se revuelven en el mercado editorial como estrellas rutilantes: son más populares que sus libros y de ninguna manera se la juegan por nadie. Todo el negocio está vigilado desde el Panóptico, ese lugar donde te ven sin que ellos puedan ser vistos. Mientras tanto, los lectores talentosos se mueren de aburrimiento”

 

TERCER ROUND

Han pasado varias horas.  El cuarto pensador comienza a saltar como un masai, poseído por un espíritu salvaje y ancestral. Le divierte saltar. Sabe que los filósofos actuales sólo saltan por dentro porque no se atreven a excitarse con sus ideas. Creen que pensar en alto es sinónimo de cordura: expresar las emociones en público podría hacerles perder titularidad en algún consorcio privado o entidad oficial.
Pero le entusiasma la idea de acercarse a un argumento concluyente: “Podríamos cambiar el Destino si nos pusiéramos a ello. Los escritores, los artistas, viven ahora en la pantomima. Me aburren soberanamente, me fastidia parecerme a ellos. Dejémonos de tonterías que el Mundo ha salido pitando y nosotros todavía aquí, perdidos en este laberinto”.
Liberado de su pensamiento ocasional el segundo pensador suelta, muy inspirado: “¡Este cuento de las cuatro esquinas me parece de un simpleza sorprendente! Nos merecemos un debate de más altura. Me niego a comportarme como un escritor estándar, escribiendo y especulando baratijas. Así está el mundo, sin gasolina. Anda, llama a Margaret Mead y dile que me voy a otra parte sin el cuento”.
No sé si en el futuro los nuevos filósofos arrebatarán el mercado editorial a los escritores. Me imagino que sí porque de todo se cansa el Arte y de esta manera reviven los géneros. Mientras tanto me incluyo en el cuento. Quiero ser un personaje más, atribulado pero entretenido, expuesto al azar del escritor que me inventa. Si no fuera así no podría resolver este dilema. Ya no sé a qué mundo pertenezco y en qué lío me he metido pero a mis interlocutores me debo: sigamos con el experimento.

 

CUARTO ROUND

-¡Al Mundo le quedan muchos combates!- comenta el primer pensador
– ¡Humor, necesita  más humor! – indica el tercer pensador, cargado de una electricidad contagiosa. El humor es una de las formas más  efectivas para terminar con este desencanto. Ninguna tiranía soportaría que se burlaran de sus imposiciones. ¿Te imaginas al Mundo desternillándose cada vez que el Destino diera un brinquito en la lona! **
 El tercer pensador da un respingo, como si de pronto emergiera de un mutismo lunar. “Salgamos rápidamente de este cuento tan mentecato y no sigamos dialogando como si aún estuviéramos dentro. Venga, alcancemos al Mundo y despidámonos de Destino. ¡Mandemos a freír monas este cuento de una vez por todas! ”
Los cuatro amigos se alejan del hipotético ring y comienzan a vislumbrar un nuevo atajo en la lejanía. Las nubes se mueven azarosas y recuerdan a poemas de Baudelaire. El aire fresco llega como una caricia espectral, como una felicidad inusual que podría sobrevenir en cualquier momento.
El segundo pensador persigue la sombra de un estratocúmulo. Danza feliz, desligado de la narración anterior: “Los escritores necesitan saber a cada instante en que lugar del ranking se encuentran, con quienes deben armarla, cuál será la siguiente ofensiva, a qué grupo de influencia deben vincularse para ser condecorados sin demasiado esfuerzo, qué tipo de adiestramiento deben realizar a diario para alcanzar la celebridad. Se están acercando peligrosamente a una idiotez colectiva y consensuada”
Entonces ¿que tendrá que ocurrir para que cambie la situación?- comenta el primer pensador.
El tercer pensador se asoma a un acantilado. Divisa el mar de colores y a lo lejos una pequeña embarcación pilotada por el Mundo. En la popa Destino repasa algunos fragmentos de El Libro del Desasosiego. Absorto por la visión trasciende con rapidez: “¡No basta con escribir libros! Este combate lo perderá el Mundo si no reaccionamos a tiempo, colectivamente. Confiemos en nuestra Inutilidad. Y no ando de bromas: el utilitarismo nos ha conducido a este desastre mundial”.

 

QUINTO ROUND

La tarde cae como un telón boreal. Todo se ha puesto más verde, más familiar. Los cuatro pensadores deciden bajar la quebrada. Despistados por el debate metafísico-sindical no se han dado cuenta que Destino tiene acorralado al Mundo en el delta de un riachuelo. La falúa ha encallado y  el Mundo se defiende malherido, protegiendo su cabeza bajo sus brazos inmóviles. Destino golpea con fuerza, seguro de estar ganando el combate. El Mundo está roto de dolor.  
Los cuatro pensadores están otra vez en el cuento, como si el grupo tampoco sumara del todo y ellos más perdidos que nunca: el arroyo se transforma de nuevo en un cuadrilátero. Un viento huracanado levanta olas de papel en blanco.
Suena la campana y tiran la toalla. Destino monta en cólera y pretende seguir luchando. El público silba y grita: ¡tongo, tongo, tongo! Los cuatro pensadores hacen oídos sordos y se llevan el Mundo a un lugar más axiomático, fuera de la calamidad que se avecina. Apenas hablan entre ellos y tiran del Mundo como si tiraran de una civilización. Las estrellas rodean de órbitas luminosas la noche de la escapada.
Definitivamente los cuatros pensadores salen del cuento y ponen a salvo al Mundo.

 

Nota final del escritor:
Querido lector, usted es tan culpable como yo de este final inesperado. Estamos aún a tiempo de detener la congénita estupidez de una sociedad abocada a todos los posibles naufragios morales y, en especial, esta versión del Capitalismo en su más virulenta e irracional codicia. Le invito a formar parte del Club de los Cuatro Pensadores. Y no se olvide que en cualquier momento puede usted cambiar de cuento.

 

*
El mundo tiene que romantizarse: encontraremos así, de nuevo, su sentido primigenio. Y romantizarlo no es más que potenciarlo cualitativamente…esa operación es aún del todo desconocida: en la medida en que concedo a lo común un sentido profundo, a lo ordinario un aura misteriosa, a lo familiar la dignidad de lo desconocido y a lo finito un destello de infinitud, lo romantizo. Y al contrario: mediante esa operación, lo profundo, lo desconocido, lo místico y lo infinito reciben una expresión corriente.

Poetizismen (1797-1798), Friedrich von Hardenberg (Novalis)

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Grande es el poder de la risa en los hombres. El que tiene el valor de reír, es dueño del Mundo.

Giacomo Leopardi (1798-1837)

 

 

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