Jaime de Vicente. El Otoño Cultural de Huelva

Cuatro artículos dan cuenta del sentido de esta convocatoria cultural en la ciudad de Huelva, donde se catan vinos, jamones y libros con igual intensidad.

 

 

Del Otoño Cultural quedan sus hojas
Jaime de Vicente (Huelva, España)
MIGRACIONES
10 agosto 2010

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Silvana Tobón
Silvana, colombiana, escritora, fue invitada a participar en el Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb 2009). Ilusionadamente empezó a preparar la copiosa documentación exigida para obtener del Consulado de España el visado preceptivo para entrar en nuestro país: carta invitación al evento, certificado de la policía española, su nómina mensual, límite de su tarjeta de crédito, reserva del pasaje de ida y vuelta,… Paralelamente, la organización del OCIb había enviado un escrito al cónsul para informarle ampliamente sobre la convocatoria y animándole a visitar Huelva.

En el mes de septiembre Silvana nos comunicaba dificultades para obtener el visado. Le había sido denegado en primera instancia, lo que al parecer es bastante frecuente, aun en los casos en que la solicitud está debidamente justificada. Tras varios viajes a la capital, a cuatro horas de distancia de su residencia, consiguió que revisaran su expediente. Terminaba su correo diciendo que, a pesar de la incertidumbre respecto al visado, en octubre participaría en el OCIb “con su presencia física o de corazón”.

Finalmente, Silvana estuvo con nosotros “de corazón”, porque el visado le fue denegado. No se trata de un hecho aislado. Las directrices del Ministerio de Asuntos Exteriores, posiblemente condicionadas por la política de la Unión Europea con el pretexto de evitar la inmigración ilegal, se concretan en el establecimiento de unos filtros, tal vez eficaces para reducir la entrada de inmigrantes, pero claramente injustos en muchos casos.

Esta injusticia se pone de manifiesto sobre todo si consideramos algunos antecedentes de carácter histórico. Remontándonos un siglo atrás, la situación de pobreza en nuestro país impulsó a muchos españoles a buscar horizontes más halagüeños en países iberoamericanos que disfrutaban entonces de oportunidades que aquí no existían. Bastantes de nosotros podríamos encontrar referencias de familiares que formaron parte de aquella corriente migratoria. Mucho más reciente es el caso de los exiliados españoles de la Guerra Civil, que invadieron pacíficamente países como México, República Dominicana, Puerto Rico,… correspondiendo a su generosidad con una fecunda siembra en los campos de la enseñanza, la ciencia, la literatura y las artes.

Imagino que algunos políticos perciben de forma dolorosa el contrasentido de que cerremos las fronteras de una España próspera (incluso con la crisis económica, nuestra prosperidad relativa es evidente) a los nacionales de países que acogieron a los nuestros cuando lo necesitaban. De forma especial, cuando se trata de personas con las que compartimos lenguas, historia, cultura y valores, por lo que son más “de nosotros” que otros europeos, a los que sentimos en mayor medida extraños, extranjeros, pero con los que realizamos la tarea, que muchos consideramos indigna, de echar cerrojos y sellar fronteras. Pero esa sensibilidad de nuestros políticos, sean de izquierdas o derechas, es casi siempre olvidada o aparcada ¿ tal vez como concesión a un virus xenófobo latente del que se esperan réditos electorales?

Nota de la Redacción:  Finalmente, Silvana llegó el encuentro dispuesta a establecer vínculos y admirar la luz de Andalucía-

 

Hojas de otoño
5 octubre 2010

Para algunos árboles, como el nogal que hay junto a mi casa, es el momento de desnudarse de hojas recuperando su estructura esencial. Para otros, es la estación en que las hojas cambian de color, ampliando su gama desde los verdes a una sinfonía de amarillos, ocres y naranjas. Es la estación en la que la belleza de las flores se transforma en la dulzura de los frutos culminando el ciclo vital de los vegetales, cumplido paso a paso, día a día, con la ayuda de lluvias, soles e insectos.

Árboles. Hojas. Frutos. Otoño con dos apellidos y su acrónimo: Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb). En Huelva hunde sus raíces desde hace tres años un árbol que, desde su sencillez, aspiraba a que sus ramas cruzaran un océano y alcanzaran el continente americano. Sus frutos de colores pretenden simbolizar la multiplicidad de culturas que surgen de la unidad de un tronco, representado por las iniciales Ib de Iberoamérica.

Son también hojas de otoño las de los libros que llenan el Salón del Libro Iberoamericano de Huelva, que abre hoy sus puertas y que acoge a escritores, de aquí y llegados de lejanos países, que miman las palabras de dos lenguas con cien acentos distintos.

Hojas solidarias que enlazan la magia del ballet, de la música lírica, de la canción de hoy, con las necesidades de la parte de la Humanidad más desvalida, que necesita de nosotros para avivar el rescoldo de la esperanza que aún conserva. Hojas que miran hacia Haití con Cruz Roja, que apoyan a los niños del mundo con UNICEF, que animan a los médicos y sanitarios de IBERMED,…

Hojas volanderas que, desde Huelva, lanzan mensajes de literatura, canciones, música, baile, pintura, escultura, fotografía, teatro, cine, gastronomía, tradición, historia,… Hojas que pretenden decir a millones de personas que la genial aventura, que se inició hace algo más de quinientos años en este rincón de Iberia, conserva hoy toda su vigencia, convirtiendo la cultura en un nexo de amistad entre los ciudadanos de una comunidad de pueblos, que puede y debe ser ejemplo y contribuir a hacer del nuestro un mundo mejor.

Los mensajes han sido bien recibidos. La respuesta recibida de la Comunidad Iberoamericana ha hecho del OCIb la convocatoria más extensa en el tiempo y la más diversificada de cuantas se celebran con temática iberoamericana. La iniciativa nacida en Huelva y cultivada cuidadosamente por un grupo cada vez más numeroso e ilusionado de entidades y personas ya  está dando sus frutos.

Hojas de otoño. Frutos de cultura y solidaridad.

Jaime de Vicente Núñez
jaimedevicentenunez@gmail.com    

 

 

ROCÍOS

 

Se llama Rocío y no es de Huelva. Es una cantante mexicana y los que la oyeron el pasado otoño en la Casa Colón o en el Salón de la Caja Rural no olvidarán nunca su menuda figura en el escenario, vestida con el tradicional huipil, con su negrísima trenza, mientras su voz prodigiosa llenaba los aires con las melodías purépechas de su tierra natal. No contábamos con que repitiera su participación en la próxima edición del Otoño Cultural Iberoamericano, pero hace unos días recibimos noticias suyas:

“…Por acá estamos cantando y cantando; con esto de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana, traemos una agenda bastante activa… Este año volveremos al OCIb, pues necesito pagar una manda a la Señora del Rocío. Mira, te contaré lo que me pasó hace como un mes: Mi niño mayor Tonatiuh sufrió un impactante accidente en carretera, lo atropelló una camioneta que iba a alta velocidad aventándolo como diez metros. Todo lo vimos sin poder hacer nada. Cuando corrí para encontrarlo, tenía los ojos abiertos y no tenía pulso, prácticamente estaba muerto. Fue la locura porque no respondía, no había ninguna señal de vida, lo único que yo hacía era decirle su nombre de pila al oído y pedirles a grito abierto a la Virgen de Guadalupe y a la Virgen del Rocío que me lo regresaran, que le prestaran más vida. Después de cinco minutos empezó a decir algún sonido. Llegó la ambulancia bastante retrasada pero le dieron atención muy buena y rápida. Es sorprendente cómo ha respondido el niño. Esto es un milagro, te lo juro. Le prometí a la Señora del Rocío que si me regresaba con vida a mi niño, yo se lo llevaría hasta su Santuario…”

En 1810 los mexicanos alcanzaban su independencia de España, mientras los españoles luchaban contra los franceses por la suya. Entre los episodios de nuestra Guerra de la Independencia, uno pudo afectar de forma trágica a Almonte, amenazada por una orden de exterminio, como represalia por la muerte de un capitán francés. La intercesión de la Patrona salvó milagrosamente a la villa y dio lugar al voto de acción de gracias, el Rocío Chico.

Milagros. Hace doscientos años o ahora. En Almonte o en México. Ante las súplicas de un pueblo aterrorizado o por el grito angustioso de una madre. Habrá quien diga que estos hechos pueden explicarse sin recurrir a intervenciones milagrosas. Es posible. Pero aquí y allí la fe sigue moviendo montañas y donde falta se corre el riesgo de encontrar un pavoroso vacío.

Jaime de Vicente Núñez
jaimedevicentenunez@gmail.com  

 

 

MEMORIAS
3 de agosto de 2010

Jaime de Vicente
Jorge Eduardo, desde México, me remite un correo, que también envía a otros ochenta destinatarios de diferentes países iberoamericanos. Lleva el título de “Memoria del Holocausto franquista” y contiene una serie de dramáticas fotografías de personas fusiladas durante la Guerra Civil Española. Le respondí con los comentarios que transcribo a continuación.
“La generalidad de los españoles sabemos que en aquella guerra se cometieron miles de crímenes horribles en uno y otro bando. Como sabemos también que el ilegal Alzamiento contra la República tuvo, entre otros pretextos, el desgobierno o mal gobierno que le precedió. No es menos cierto que, a partir de la victoria franquista, las atrocidades se cometieron en el bando de los vencedores, lo que motivó que la balanza del terror se desnivelara en perjuicio de los vencidos.
La Guerra terminó hace más de setenta años. La vivieron como adultos los abuelos de los españoles que hoy andan por la cuarentena. Casi todos han muerto ya. Hace más de treinta años tuvo lugar un proceso de transición a la democracia, revalidado por la gran mayoría de los españoles y considerado ejemplar por los analistas que lo estudiaron. Todos los partidos tomaron una decisión que suponía pasar página. Muchos pensaban que la exigencia de responsabilidades pendientes, aunque no hubiera sido injusta en modo alguno, podría reabrir antiguas heridas.
Hoy vuelven a surgir los episodios de aquel pasado. Nada que objetar en principio a la recuperación de la memoria histórica. ¿Quién puede oponerse a que un anciano quiera identificar y honrar el cuerpo de un padre, muerto por el delito de no ser afín ideológicamente a los que le mataron? Pero deberían evitarse distorsiones de la realidad, como las de algunas voces interesadas que tratan de identificar “dictadura” con “derecha”, ocultando que la transición no hubiera sido posible sin la coincidencia en la lucha de la izquierda, la derecha y el centro democráticos.
Otra reflexión útil podría ser la de qué habría pasado si la guerra hubiera sido ganada por los que la perdieron. ¿Hubiéramos vivido desde entonces en una democracia de corte occidental? ¿O en lugar del yugo franquista hubiéramos tenido que soportar el martillo estalinista, hipótesis en absoluto descartable?
No estoy seguro de que estos comentarios sean los más certeros, ya que transito más por los caminos de las dudas que por el de la certeza. En todo caso, me gustaría conocer vuestras opiniones, que seguro enriquecerán las mías.”

Jaime de Vicente Núñez
jaimedevicentenunez@gmail.com