Presentación de La Otra-Gaceta 41

Chile, inventario general
México, conmemorar, celebrar, lamentar
José Ángel Leyva

José Ángel LeyvaPor segunda ocasión visito Santiago de Chile, por motivos laborales, y por segunda ocasión los encuentros literarios me deparan grandes y maravillosos encuentros que mueven el pasado y muestran un presente esperanzador, aunque no sin cuestionamientos a la motivación central de la sociedad: un bienestar material a costa de lo que sea. Por otro lado, la realidad de mi país, México, golpea duro el optimismo y muestra que el fasto del Bicentenario y Centenario pone en evidencia la inutilidad de tantos muertos por la justicia, la libertad, la equidad, el desarrollo. Conmemoramos la lucha, pero no celebramos, nos duele la frustración acumulada.

 

Valparaiso bajo la lluvia

     Como el invierno pasado, nuestro verano, Santiago de Chile lucía radiante con sus montes nevados, y claro, también con sus días grises por la contaminación de una modernidad a todo motor. Luego de concluir mis tareas laborales busqué a los amigos escritores y promotores culturales. Rafael Ruiz Moscatelli, narrador, y su compañera Mariel Bravo, quien fuese apenas hace unos meses la agregada cultural de la embajada de Chile en México –durante ocho años–, me arroparon literalmente, me enseñaron los viejos barrios de su ciudad, el nuevo teatro, las búsquedas escénicas en espacios móviles y con recursos tecnológicos basados en la electrónica. Las interminables conversaciones con Rafael Ruiz M. me condujeron a las Casas de Neruda, la Chacona y la Sebastiana. La primera la vimos por fuera porque nos imponían una visita guiada y no, queríamos verla en libertad, pero se negaron a dejarnos a nuestro aire, y dijimos no, pero recorrimos el barrio Bellavista, pegado al cerro de San Cristóbal, donde el vate construyó una de sus primeras casas. Como muchos barrios santiagueños, Bellavista se ha poblado de cafés, bares, espacios verdes y corredores para los peatones. La recuperación del espacio público, pues, el respeto al transeúnte, a la gente de a pie.

Rafael Ruíz Moscatelli en Valparaiso

    Fuimos por supuesto a almorzar a casa de Delia Domínguez, la poeta protegida y mimada por Neruda. Estuvimos allí porque Alfredo Fressia sugirió no perdernos ese encuentro y por iniciativa del poeta Jaime Quezada, promotor fundamental de la obra nerudiana y de Gabriela Mistral. Y como afirma Fressia, un poeta que asume la humildad hasta la pobreza auténtica, hasta la religión, casi. Amorosa, chispeante, elocuente, con los recuerdos claros de esa época cuando Pablo Neruda recibió el Nóbel; luego cuando se vino la persecución y el acoso a los intelectuales que, como ella, no tenían filiación política, pero tenían amistad con los ateos izquierdistas: “Yo, que era tan creyente, he cargado el sambenito de comunista, pero no me arrepiento, ni me pesa”, comentaba sonriente Delia mientras le daba a descorchar a Jaime un vino con etiqueta: Vinos de Pablo Neruda.

La Sebastiana implicó el viaje a Valparaíso. Ese puerto contiguo a Viña del Mar. Donde conviven la pobreza y la majestuosidad, el colorido del caserío y ese aire melancólico de los pueblos colgados de los barrancos frente al mar. Me tocó Neruda, su biografía, sus hábitos domésticos para la posteridad, su galería de episodios por todo el orbe y con los grandes personajes de la historia cultural y política de numerosas naciones. Una época de grandes acontecimientos y movimientos sociales. Su vida y su muerte. El gozoso amante del mar, de las mujeres, de los placeres, los detalles, la siesta, el sueño, la utopía. Su final, el desquebrajamiento de la democracia, el golpe militar, la imposición de un orden enfermo, atávico, perverso porque en realidad atendía a los intereses de Estados Unidos, siempre dispuesto a crear el conflicto allí donde no existe para mantener su control y su propio bienestar. Neruda, que como Octavio Paz, dictaron la ruta de la cultura literaria en sus respectivos países, cima poética del Chile del siglo XX, sin demeritar a esas dos enormes montañas: Huidobro y Gabriela Mistral, a Pablo de Rokha, a Parra. Neruda me colocó de nuevo ante la geografía de un país que ha hecho de la poesía un referente de vida con su larga lista de poetas memorables.

    Un inventario complejo de las letras y las búsquedas poéticas es precisamente lo que representa “Poesía chilena desclasificada (1973-1990)”, del poeta, investigador y editor Gonzalo Contreras. Una obra que nos coloca en la admiración y el recuerdo nerudiano, como sus casas, paseo turístico obligado, pero de frente a ese tramo que marca la muerte de ese capitán de “Canto General” y “Residencia en la Tierra” y la irrupción de fusiles y cañones  donde estaba el debate por la democracia. Una generación de poetas en el exilio y en la patria aparecen en esta obra indispensable para comprender la dimensión literaria desde ese lamentable acontecimiento fechado en 1973.
   “En Chile siempre ha existido una íntima relación entre poesía y política. Una relación que, como revela esta muestra, es inagotable en sus matices, sugerente en sus variantes: directa, elusiva, irónica, cruel, lúdica, solemne, culta, popular, vanguardista, hermética, sarcástica,  irreverente.  En suma, una relación que va más allá de lo meramente poético y político. Un alquimia que en su accionar redime lo humano, el nietzscheano demasiado humano.” Concluye contreras en su presentación.

Poetas desclasificados de Chile con José Ángel Leyva

     El caldillo de congrio era inevitable, no sólo por rendir homenaje a los gustos de Pablo Neruda, sino porque el frío y la lluvia lo ameritaban. Mientras conversaba con ese generosísimo anfitrión y gran compañero de viaje, Rafael Ruiz Moscatelli, miraba la bahía de Valparaíso a través de los cristales del restaurante, repasaba los nombres de los cafés restaurados de Santiago, los amigos poetas con quienes compartí la mesa y la charla: Gonzalo Contreras, El Grillo Mujica, César Soto, poeta y librero cepa de quien haremos una muestra de su interesante obra, Mauricio Barrientos, gran conocedor de la poesía mexicana, y claro, Nicanor Parra, de quien supe, por su gran amigo César Soto, estaba internado en Santiago, enfermo, pero no hubo tiempo para visitas hospitalarias. José María Memet y sus proyectos, su pelea sin tregua por el lugar para la poesía; Oscar Hahn, en algún momento y en algún café. Sí, la nómina chilena es muy amplia, motivo para pensar en el regreso.

    Pensaba hablar de los significados de estos festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución mexicanas, del concepto conmemorar, de que no hay problemas nuevos derivados del fin de los viejos problemas, sino la continuación y perpetuación de antiguas carencias, vicios, malformaciones, conflictos. La pobreza, la injusticia, la violencia, la inseguridad, el caos, la ilegalidad, la falta de credibilidad en las instituciones, la simulación, en fin, una larga lista de taras que no han cambiado nada en 100 años y muchas quizás tampoco en 200. Pero de eso hablaremos en la siguiente entrega, este es apenas el anuncio.

 

2 comentarios

  1. raul allende