Juan Gelman conversa con Jorge Boccanera

Dos poetas, dos amigos, dos argenmex –cada cual a su manera– dialogan en torno al más reciente libro de Gelman: “De atráslante en su porfía”.

 

 

 

“Los pueblos se la pasan inventando palabras”
Entrevista a Juan Gelman por su nuevo libro: “de atrásalante en su porfía”
                                                                  Jorge Boccanera

 

Jorge Boccanera
Jorge Boccanera

 

Uno de los ejes principales del nuevo libro de Juan Gelman “de atrásalante en su porfía” que acaba de editar Seix Barral, es la búsqueda del sí mismo: el poeta trabaja como un minero en zonas subterráneas, escarba con preguntas, se sacude las sombras, busca un centro entre fuerzas contrarias con la sola certeza de que: “Serse es una aventura”

 

 

Si bien este libro está atravesado por las obsesiones del autor -el amor, la infancia, el exilio, la justicia, la memoria, la poesía- su anclaje estriba en versos que preguntas una y otra vez: “¿Qué soy, quién soy/ y nunca me lo van a decir?”. Estas líneas que invocan a modo de balance “la ceguera de haber sido”, colocan al libro en un cruce entre el circunloquio de Hamlet y los versos de Lepera de “Cuesta abajo”.

 

Señala Gelman; “Los dos primeros versos tienen que ver con la historia de los padres, que pocas veces te la cuentan y no sabés bien de dónde venís, eso que te hizo y que no empieza con ellos, sino con lo que les hicieron. El otro dice de otro modo lo mismo que Lepera”.

 

En esa dirección el poema “La máquina” despliega la duda trágica de Hamlet; el circunloquio donde interroga al “alma noble” que debe optar entre el “porfiado rigor” o “rebelarse contra un mar de desdichas”. ¿Pero cuáles son las opciones en “de atrásalante en su porfía”?
“Me parece que son exactamente ésas. En cuanto a Hamlet, pocos saben lo que realmente dijo”, señala Gelman al tiempo que ofrece su propia versión, por ciento de sello porteño:
“Ser o no ser, el grave fato es ése./ Si es más noble sufrir en el marote/ las cachetadas de la suerte grela/ o ajustarse los leones como un macho/ y hacerles frente con la guardia alzada/. Crepar, apoliyar y de apoliyo/ gambetearle a la vida, esa fayuta./ Qué cosa grande qué es el apoliyo”… Te encontrás a Hamlet en cualquier barrio porteño”.

 

El tango es una constante en la poesía de Gelman, y no sólo por sus motivos y letras, cantores y compositores, sino por un fraseo canyengue, según lo muestra el texto “Carancanfunca”. ¿Es esto posible en una poesía con diversos registros culturales? El poeta responde: “Puede y es. Pero más que el tango es la nostalgia. No son cosas muy diferentes”.

 

Otro poema, titulado precisamente “Tango”, inicia con el verso de una canción “Dónde estás corazón” de 1930, con autoría de Serrano y Berto. Esa línea – “¿Dónde estás corazón, que oigo…”- atraviesa de algún modo todo el libro: “Tal vez –acota el autor-, pero sin corazón no hay poesía. Aunque no se oiga su palpitar”.
El título “de atrásalante en su porfía” -tomado del poema “Sí” del libro “Cólera buey” que Gelman escribió en 1963- remata con un deseo de totalidad: “empezando de a dos/ completos en el resto”. Vale decir que la búsqueda del sí mismo y el sentido de completud lleva en esta obra varias décadas. El poeta se toma su tiempo para responder y habla con un dejo de resignación y de ironía: “Alguna vez quise que ‘la asamblea del mundo fuera un niño reunido’ (el verso pertenece al libro’El juego en que andamos’ de 1959. N. de R.). No me hacen caso”.

 

Aquel poema “Sí”, hablaba de un corazón castigado “de través/ de atrás adelante en su porfía”; pero ese  “emperrado” corazón que “amora”, persevera;  no ha dejado ni de volar ni de amorar: “Y qué remedio queda. Como recordó la Ajmátova, el poeta no vive para escribir, escribe para vivir”.

 

Gelman y Leyva

Las torsiones de lenguaje, los neologismos y  las palabras valija al estilo Girondo –“rojidonde”, “terránima”, etc- forman parte del lenguaje de “de atrásalante en su porfía”: “Es una vieja tradición de la escritura en castellano, aunque poco practicada. Lope de Vega dice en un soneto: ‘Siempre mañana y nunca mañanamos’. Cervantes, Quevedo, Góngora, neologizaron a gusto. Por lo demás, los pueblos se la pasan inventando palabras todo el tiempo. Desde que empezaron a hablar”.

 

Atraviesan el libro temas como la injusticia, la derrota, la miseria y una revolución que, escribe Gelman “paró en algún lado”; se impone así la pregunta de cómo sigue ese tránsito interrumpido?: “La verdad, es que no sigue. Por ahora. Me decía un amigo francés que en el 68 la muchachada de París gritaba ‘la imaginación al poder’ y que ahora exige la jubilación al poder’. Ya se le va a pasar”.

 

En este último libro al igual que en el anterior, “Mundar”, hay versos cuyos destinatarios serían aquellos que el poeta considera conversos: “sabios del muy después”. Si en “Mundar” habla de los “miserables que olvidan/ lo que viajaron de sí al otro”, en este nuevo libro escribe: “fingieron/ no ver los sueños de su sangre/ que le costaban sangre”.

 

“Es así, y no estoy hablando de invertebrados como Rodolfo Galimberti. Hay gente que soñó y luchó y ahora se pasó a la ‘teoría de los dos demonios. Son víctimas de un ataque ideológico senil. Hay otros que no se quisieron mojar el culo  y ahora dicen ‘nosotros ya sabíamos’. Son los profetas del pasado”.
Ya desde el título “de atrásalante en su porfía” revela una de las marcas de la poesía gelmaniana: la lucha de contrarios; el tema encuentra posiciones diferentes: la del poeta francés André Breton para quien los opuestos se reúnen en armonía y la del poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, para quien conviven en tensión. Gelman dice opinar: “Como don Luis Cardoza y Aragón, ese gran poeta y escritor olvidado. Los opuestos viven en tensión porque se aman. O al revés”.

 

Como en otras obras suyas, el autor de “Gotán”, “Cólera Buey” y “País que fue será”, entre muchos títulos, dialoga en esta nueva obra con otros poetas -William Blake, Paul Celam, René Char, Ángel González- a quienes designa con una palabra plena de significado “compañeros”: “Lo son –concluye Gelman- y no los únicos. Me acompañan el estar. No sé qué sería de mí sin la poesía de ésos y otros grandes”.