El conocimiento como creación

Juan Vadillo, literato y músico mexicano, reflexiona sobre el ser y el estar, dos entidades del idioma español, como esencia del conocimiento y de la creación poética…, de la creación.

 

 

 

 

EL CONOCIMIENTO COMO CREACIÓN

 JUAN VADILLO

 

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Me pregunto si podemos llegar a conocer algo del mundo que aparentemente nos rodea. Escribo desde la conciencia de alguien que no se conoce a sí mismo; entonces cómo se podría conocer alguna cosa del mundo llamado objetivo, si no se sabe en principio ¿quién se es? O si acaso se es; o la diferencia entre ser y existir, entre movimiento y quietud, entre ir y venir, o pasar y permanecer.
Para el  Diccionario de la Real Academia, conocimiento (en una de sus acepciones) es “percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él”, es decir, algo es porque se distingue, la identidad se debe a la diferencia, al rasgo pertinente que diferencia algo  de lo que más se le parece. Entonces por qué  no pensar de manera inversa, algo es porque se confunde, la identidad se debe a la semejanza, no hay rasgos pertinentes porque lo que se encuentra es la identidad del Todo, es decir conocer al mundo como una totalidad indivisible en constante diálogo y  movimiento; esto es conocer con el delirio, el delirio como otra forma de conocimiento. 
Por otro lado podríamos decir con argumentos de  la Academia que,  la nada es el todo porque no tiene rasgos que la diferencien de él, la nada contiene al todo, así mismo el todo le da forma a la nada. Este concepto de la nada frente al todo brinda fuerza al conocimiento delirante del mundo: conocemos todo, conocemos nada (que no es lo mismo que no conocer nada).
En el Breve diccionario etimológico de la lengua española hay una definición que me parece central: “conocer es tener experiencia”, es decir, es existir. Podemos entonces inducir que ser y estar son formas de conocimiento per se. Ambas articulan el conocimiento delirante y el conocimiento racional: se es en el tiempo, se está en el espacio. Cuando percibimos el tiempo es cuando somos (la música dionisíaca es una forma de tiempo que nos invita a ser, es decir a perdernos, perder los rasgos, escuchar todas las voces), el tiempo nos deja sentir que no hay forma –no hay cosas distintas- hay transformación. Es decir somos porque dejamos de ser.
Por otro lado “el estar” es nuestra manera de conocer el espacio que sólo es apariencia y al cual llamamos mundo objetivo o racional. El conocimiento científico –en su mayor parte- necesita que el ser sea igual al estar, es decir ordenado racionalmente, cronológico. Sólo puede entender al tiempo como una metáfora del espacio. El tiempo (que para Borges representa el problema central de la metafísica) transforma el estar en ser y por lo tanto en no ser. Si pasa un segundo lo que está ya no es lo mismo aunque aparentemente no haya cambiado. La articulación (o por qué no la encrucijada) entre el ser y el estar implica la experiencia, siempre subjetiva, de conocer en su máxima amplitud. La amplitud de este conocimiento sólo puede transmitirse por medio de un lenguaje (cifrado) que a través de la emoción consiga (descifrarse) expresar la dialéctica entre el ser y el estar (es decir el lenguaje poético) y al mismo tiempo alcance a crear nuevos mundos para ser, estar, parecer, esconder, delirar, razonar…o simplemente sentir nada. “La poesía es una forma de conocimiento y aun el camino de un conocimiento especialmente eficaz y vital –advierte Ramón Xirau- hay que dar a la palabra conocimiento un sentido mucho más rico que el que suele darle el lenguaje de sentido común.” El sentido común pone en primer plano el conocimiento objetivo olvidando que el estar es imposible sin el ser. La poesía en su musicalidad articula el sonido del ser con el sentido racional del estar, pero en el siguiente verso le dice al sentido, tú no eres tú,  y después, tú no eres nada, o más bien tú eres nada.
El Diccionario de filosofía Nicola Abbagano en un principio define al conocimiento como objetivo; se trata de una técnica que busca límites y requiere procedimiento y comprobación; esta manera de conocer que se ajusta perfectamente al conocimiento científico nos invita a invertir los términos, en vez de limitar para conocer, por qué no quitar los límites para verdaderamente conocer, es decir religar, por medio de la metáfora –tal como lo hace la poesía-, unir los entes más disímiles, sentir el origen.
En el Diccionario etimológico latino-español de Santiago Segura la definición  del verbo cognoscere incluye una distinción entre conocer por los sentidos y conocer por la inteligencia. Esta distinción extiende la riqueza y el valor polisémico del término conocimiento. ¿Será posible sentir sin inteligencia o conocer sin los sentidos? Acaso los animales conocen sin inteligencia, acaso ellos no crean una imagen del mundo, sino más bien al prescindir del filtro de la inteligencia conocen las cosas tal y como son. Acaso los recién nacidos no inventan al mundo conforme se estructura su inteligencia, allí justamente donde no se distingue el ser del estar, en el laberinto de las sensaciones puras, es decir las sensaciones recién nacidas que busca la poesía al descifrar una palabra que te dice: recuerda que has aprendido a hablar. 
            Borges propone como experimento imaginar qué pasaría si prescindiésemos de todos los sentidos menos del oído, allí tendríamos un mundo posible que puede prescindir del espacio pero no del tiempo, un mundo sólo del ser y no del estar. Esto es, lo que nos recuerda la música cuando se detiene en un breve silencio.
            He pensado que quien de verdad conoce el silencio conoce todas las cosas. Los sonidos que se apagan en ecos infinitos, las arboledas de la infancia, el laberinto del canto de los pájaros, todo se apaga en el silencio, como todo enmudece en la oscuridad. Lope nos habla del “más oscuro silencio de la muerte” allí donde lo último que se apaga es la verdad para poder ser. 
            De acuerdo con  Aristóteles el conocimiento en acto es idéntico al objeto conocido. Esto implica la creación de otro objeto, de otra manera no podría haber un objeto idéntico. Ahora bien, si en el mundo del ser la identidad es imposible entonces conocer es crear. Ya había dicho Coleridge “que la imaginación primaria es el poder y el primer agente de toda percepción humana.” Percibir es imaginar, conocer es crear. “Coleridge, más claramente que otros románticos, identifica creación, imaginación y conocimiento.” Todo lo que conocemos está duplicado en la imagen que creamos de ese mundo exterior que en un principio era también el interior del ser humano cuando no distinguía entre el ser y el estar. Nosotros creamos el mundo mientras  el mundo nos cera a nosotros, conocer es inventar al objeto siempre y cuando el objeto también nos invente. Los otros existen en nuestro interior pero también son ellos los que nos dan existencia:

 

Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia
                          (Octavio Paz, “Piedra de sol”)

 

La poesía es una forma de conocer porque es una forma de crear al mundo así como crearnos nosotros mismos con los materiales del mundo; mana del silencio más oscuro y llega a herir el misterio que en cuanto lo toca se desvanece. Acaso después del silencio la poesía es la forma más profunda de conocer el ser y el estar. Conocer siempre es crear, cuando el mundo interior y el exterior se desnudan uno al otro, se descubren, estamos conociendo a través de la poesía, a través del ser.

 

 

.- Guido Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española. FCE / El Colegio de México, México, 1991. 

.- Ramón Xirau, “Poesía y conocimiento”, p. 16.

.-  Ibid., p.  25.