Floriano Martins: Teatro imposible

floriano-martinsDavid Cortés Cabán elabora esta reseña sobre el más reciente libro del poeta y gestor cultural brasileño, de Fortaleza, Ceará.

 

 

 

 

TEATRO IMPOSIBLE: LA POESÍA DE FLORIANO MARTINS

David Cortés Cabán

 

Floriano Martins
Floriano Martins

 

Soy el francotirador, el autodidacta.

Floriano Martins

 

 

Teatro imposible, el nuevo libro del poeta brasilero Floriano Martins, nos revela una deslumbrante manera de acercarse a la poesía. Se explora aquí el sentido de un lenguaje que no agota los modos de representar los temas y motivos que forman ese espacio único donde cada texto funde una nueva imagen del cuerpo, del amor y el deseo, de la vida y la muerte. Floriano Martins ha inventado su estilo y su modo de describir la realidad, ésa que imagina o vive en un lenguaje de novedosa frescura y singular belleza. Como quien mira objetivamente, el poeta se sitúa en múltiples escenarios de un universo que se le presenta como un gran teatro. Desde allí, su palabra va fundando un paisaje de imágenes que proyectan todos los ámbitos de la vida, desde el amor filial que encarna un sentido desafiante de la muerte, hasta las vivencias del amor carnal en su más desgarradora intensidad.

 

Esta edición recoge algunos de los libros anteriores del poeta, juntamente con poemas que permanecían inéditos hasta el presente. En la nota de introducción, se define la naturaleza y el modo en que han sido estructurados y distribuidos estos poemas. Para beneficio del lector, el poeta mismo hace un señalamiento del trasfondo, el orden y la secuencia que rigen estas composiciones. Al agruparlas, el poeta partió de una nueva idea que rompe con el concepto que generalmente tenemos de una antología, ese que a través del tiempo nos muestra la trayectoria, niveles y matices de la obra de un autor. En este caso, no es la confección del libro como tal la que el poeta enfatiza sino el asunto, el contenido y los planos que se representan en la configuración de los textos. Se trata pues, de acuerdo a la intención del poeta, de crear “una nueva formulación de libro, montado a partir de una perspectiva que abarca tanto lo poético como lo plástico. Se encuentran tejidos aquí tres paneles a la manera de una trama pictórica. Cada uno de ellos, a su vez, remite a otro tríptico, de modo tal que no se cierran en sí mismos sino que se expanden, como pequeños actos o piezas que van pasando de una forma a otra en su prolongación” (p. IX). Las pinturas y dibujos que usualmente ilustran la poesía de Martins no aparecen en esta antología por razones de espacio pues sabemos que la plástica, otra dimensión importante de su obra poética, haría de esta antología una edición más voluminosa y, para fines de distribución, más costosa.

 

Teatro imposible
Teatro imposible
En Teatro imposible confluyen y se superponen imágenes que buscan darle un nuevo sentido al universo y a la vida. Quiero decir, a una realidad que se transforma constantemente en la experiencia de una escritura de distintos matices y situaciones. Si tomamos, por ejemplo, el título del libro y buscamos una razón para unir ambos conceptos “teatro=imposible”, nos colocarnos ante una idea que nos sugiere múltiples asociaciones, pues el teatro requiere de un escenario físico y de un espectador. Pero en este caso la poesía encarna una autonomía que le permite representar un escenario de situaciones que se interrelacionan y trazan su propio sentido de la realidad. Pienso, y es sólo una intuición, que el poeta busca acercarse al acto creativo desde el punto de vista de las experiencias que definen y/o transforman el destino humano. Por eso la poesía se convierte aquí en un acto de reflexión. Su razón de ser encarna las relaciones que existen entre el amor y el desamor, la vida y la muerte, el destino y la escritura misma en un espacio que se fragmenta en una visión de múltiples interpretaciones. Los trece poemas que componen Cenizas de Sol presentan diferentes personajes y situaciones. Son, como la mayoría de los textos que forman este libro, poemas en prosa cuya intensidad requiere un alto grado de concentración por parte del lector: “El desafío de la creación nos reduce a lo inevitable” (p.4), nos dice en este verso; y en otro: “Ando por las calles como si ardiese en una eterna hoguera” (p.7). Y es que ese hablante poético encarna una experiencia punzante del mundo, una experiencia que irrumpe como un río caudaloso hasta cubrir la vida y la soledad del cuerpo. Estas vivencias y memorias se funden en un lenguaje que nos muestra las cosas no ya como son, sino como las sentimos transformadas en la poesía.

 

Los libros Sabias arenas y Tumultúmulos son dos elegías donde el personaje poético se funde con la imagen de la madre y del padre. Una reflexión que busca trascender el recuerdo de la muerte. En ambos textos el dolor se expresa a través de un léxico que se caracteriza por la intensidad de las imágenes, destacando la presencia evocada de los padres cono si el destino de éstos fuera la voz que le devuelve un nuevo sentido a su vida y a la poesía: “El dolor me conduce a tu reino” (p.16), dice en este verso y para luego reiterar: “Madre / guardada en mí que me visitas. Sirvo a tus sombras” (p.21). La poesía es también un lugar donde la memoria recobra su pasado. Un pasado que le confiere a la vida una pesada carga de soledad y nostalgia: “Hemos sido sólo caída y oscuridad corriente. Un mar de salmos. Porque no podemos con la áspera desnudez de los lamentos” (p.28). Estas impresiones crean una atmósfera sombría y dolorosa del vacío que siente el hablante ante la dimensión de la muerte y la soledad. El próximo libro, Tumultúmulos, dedicado a la memoria del padre también trata el tema de la muerte: la imagen del padre se presenta como un símbolo central del poema: “Soy yo: el libro, las voces / de tu memoria que agitan los secretos del silencio, / tus carnes devoradas por el tiempo” (p.33). Y más adelante señala: “Desapareciste de la tierra días antes de que naciera mi hija. / Desde entonces pude invocar tu nombre como el de un insinuante misterio que me quema los vestidos del tiempo” (p.35). La identificación con la muerte del padre crea un ambiente sombrío y nostálgico, como si la presencia del hablante poético se deslizara por el escenario de un mundo irracional. Su frágil condición humana refleja la dolorosa realidad de la muerte: “Un juego de letras invoca nuestra perplejidad” (p.36), dice en este verso. Y en la misma estrofa: “Padre, padre mío. / Oigo estallar tus murmullos. / Me confiesan la casa herida, espirales de turbio aniquilamiento. / Un juego de letras apenas insinúa remisión: verbo y elemento nos arrastran por salas de reconocimiento” (p.36). Es como si la poesía misma descendiera a lugares desconocidos buscando la palabra capaz de dilucidar el misterio inexorable de la muerte. Una palabra que dé sentido y ordene su mundo físico: “Fui un mago y la magia sorprendía en mí sus flores de cenizas” (p.36). Las “cenizas” como las “caídas” son elementos simbólicos de esta poesía: “Fui un mago impotente frente al fuego” (p.37), señala, pues sus fuerzas parecen agotarse frente a la angustiosa realidad de la muerte. En ese plano el poeta busca penetrar el sentido de la vida o de las circunstancias de su mundo real. Intenta trascender esa angustia que se convierte en el punto de referencia de su propia historia y de un lenguaje en el que reconoce cada uno de sus actos. Y es que la escritura misma se convierte en un espejo de su interioridad: “La palabra es el único medio de tocar el espíritu, cuando la llaga se instala en nuestras entrañas. Éste es un viejo libro escrito muchas veces. El dolor disimula su llanto, no su conjuro” (p.44), nos dice en estos versos. En otro texto se recrea otra visión en oposición a la angustia y a las sombras de muerte: “Pájaros de fuego deletreando el equilibrio de tu ausencia. / Una noche, padre, y tu sombra guardada por un rayo”. (p.45) Y, por ejemplo:

 

Mi padre envejecido junto al fuego,
árbol ya no oculto en temblores.
Oh dulce tiniebla, ¿tu edad se extingue
para siempre? ¿Qué oscuro cántico
aparta al hombre del júbilo de su muerte? (p.47)

 

La desolación ahora se convierte en una imagen que impide apartar al hombre del camino al que está predestinado. Parece que la muerte traza la secreta plenitud de un horizonte vedado al conocimiento humano: “Vuelve a tu mundo imperfecto, padre. Debemos odiar la moral de tu caída. El futuro que inventas, pero que te reniegas a habitar. Rehúso ser tu intolerable referencia. Frente a la muerte, debo abrazar el golpe de mi propio infortunio” (p.48). Estos poemas nos muestran ese aspecto existencial de la vida donde “El hombre no resiste a la tiniebla de la memoria” (p.45) y reconoce que “estamos cercados de sombra”. (p.46) De ahí el contacto siempre con la muerte, esa realidad que cubre el último aliento de cada ser amado.  
Los libros agrupados bajo el subtítulo Estudios para un amor loco, presentan diferentes enfoques. Extravío de la noche tiende, por ejemplo, hace un erotismo descarnado, mezcla de luces y sombras, como si el cuerpo humano fuera la piel de la escritura. Una escritura impregnada de un amor que se consume a sí mismo como la llama de una vela que se extingue lentamente. Ya de entrada nos inclinamos sobre la naturaleza de ese amor cuya intensidad crece a través del texto:

 

Medito sobre tu cuerpo
mientras se extingue
una única vela encendida.
Medito con Píndaro: “Sueño
de una sombra el hombre”,
Vestigios de mi cuerpo
dentro del tuyo: ballet
de sombras imposibles
que se confunden en escena
y penetran mutuamente. (p.53)

 

En ese cuerpo real se transparenta también la forma donde se incorporan los elementos que definen la estructura del poema: “las sombras”, “el vacío”, “la caída”, “los gestos”, “las velas”, “los espejos” y “los sueños”, todos orientando el sentido del mismo: “El espejo todavía está allí, mientras gozamos. Sudores emanan de las páginas de un libro leído al revés en la piel del espejo” (p.55) dice en estos versos, personificando las acciones de una escritura que copia los gestos y los atributos físicos del hablante: “Actuamos con palabras, y caemos en una trampa / cuando no las apreciamos por encima de todo”. (p.59) Y en otros dice: “…las sombras somos nosotros, el amor que sentimos uno por el otro, el mundo se resume en una declaración de amor…” (p.60). Pues en Floriano Martins el amor y la poesía asumen una relación de múltiples máscaras en el sentido figurado de la palabra. Por ejemplo, el sentido que la palabra asume, se intensifica y expande en la imagen poética. Esa misma relación proyecta la imagen de la caída como un acto que reconstruye los elementos de su propia realidad. Esto lo notamos en el frecuente empleo de sustantivos que generan una visión surrealista de la vida y del tiempo: “El futuro es sólo una caída de imagen”, dice en este verso; “Estamos cayendo de la nada” (p.61), enfatiza en este otro. Y es que la experiencia de la caída encarna también una imagen simbólica del amor en un cuerpo que enfoca su propia destrucción y que genera, a la vez, una concepción de la vida y del mundo. El poema termina enlazando los últimos versos con los primeros, dándole así un sentido circular.

 

En Los tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del infierno en los instantes trágicos del amor de Barbus y Lozna recurren motivos, conceptos e imágenes cuya condición y peculiaridad profundizan y transforman la semántica del poema. Las cosas que se nombran adquieren un perfil que explora distintos planos del lenguaje y de la realidad. Es como si las palabras mismas se independizaran del sentido que poseen para representar otro sentido que transciende la propia autonomía del texto: “La música de tu carne oh amor las rocas de tu ser / que me hablan de la imagen desnuda del abismo / esta cadencia de caídas que descalza la memoria…” (p.66) dice; y, luego: “Mucho desearía otra caída, otra náusea en el desastre vacío de nuestra existencia” (p.67). Como notamos desde el principio, todas estas imágenes apuntan a la reiteración de unos elementos lingüísticos que se alejan de toda retórica tradicional. De ahí la confección surrealista de esta escritura y la visión reflexiva del acto creativo: “Hay un secreto que sólo los poetas conocen: “tú y yo no somos más que palabras, me dijo alguna vez Enrique Lihn, tú y yo, nuestro sentido” (p.68). Es decir, sentir la vida como una proyección de una experiencia fundada en el plano del lenguaje, pues para el poeta el gran tema de la vida, del amor y la poesía no es otro que el lenguaje mismo concebido aquí como una fuerza liberadora del ser. O una mirada que profundiza en las pasiones humanas para revelarnos sus más secretas y diversas manifestaciones. Floriano Martins hace de su escritura una reflexión sobre la existencia, pero una reflexión que cuestiona los designios del amor y la muerte, de la memoria y los sueños, y aun del lenguaje y de sus lecturas. Esto último crea otra dimensión intertextual en la superficie de este poema. Se inscriben versos y nombres de poetas (Enrique Lihn, Roberto Juarroz, Enrique Gómez-Correa, Carl Sandburg, Lezama Lima, San Juan de la Cruz) que al desplegarse a través del texto nos sugieren otro modo de explorar su mundo y de interpretar su poesía.
El amor se convierte en una forma de conocimiento que si bien genera placer, también ve en la imagen de la “caída” la fatalidad que consume los cuerpos. De ahí, nace una zona oscura llena de interrogaciones y respuestas que parecen estrellarse contra el vacío: “Los amores exponen su desnudez bajo la luz del tiempo, / afilan sus páginas con un indestructible ardor, nadie puede juzgar o condenar el amor… “(p.68), dice el hablante. Y en otro verso: “Mi amor es el centro de todo el mundo, / es la única claridad posible.” (p.70), o, por ejemplo: “¡Qué se haga absoluta la tormenta del amor!” (p.72).

Lozna y Barbus, conforman un tipo de personaje andrógino, y parecen proyectarse también como metáforas de un escenario irreal, figuras representativas de un amor que se desvanece en la imagen misma de “la caída”. Ambos se sitúan en los extremos de un erotismo que sólo existe como la reflexión de una idea poética. Oigámoslos:

 

BARBUS — Sólo al tocar tu ausencia: Innumerable: la noche engendra su inextinguible resplandor, sol de los santos, raíz del fuego. La destrucción de sus cuerpos siembra en la memoria una ciudad de imágenes indescifrables.
LOZNA — Sin la perfección de tu olvido nada en mí ha podido morir bastante. Tu memoria es una violación de mis residuos más secretos. Una oscura trama del tiempo para que no se vaya del todo la materia de sus letras.
[…] (p.75)

 

El amor es una imagen recurrente que se intensifica en cada texto proyectando diferentes contrastes y matices. No basta ver el amor como una imagen central donde convergen como fuerzas representativas de ese mundo, el placer y el dolor; es decir, hay que verlo como una imagen que abarca todas las circunstancias humanas que conforman la vida y la muerte. Por eso, el amor, la muerte, la memoria, el dolor, el azar, la poesía, Barbus y Lozna, la soledad y el tiempo son partes de esa realidad. Lozna y Barbus cuestionan su existencia usando el lenguaje que construye el vacío de su realidad. Pero su cuestionamiento no exige una respuesta absoluta, ni busca esclarecer las razones que aquejan al amor, o los mismos misterios de la vida y la muerte. Por medio de ese cuestionamiento las palabras imprimen un matiz metafísico a todo lo que acontece en el poema:

 

¿Qué vas a escribir, poeta, acerca del osario de las pérdidas del lenguaje?
¿Quién sino Lozna podría amarme contra la supuesta riqueza de los sentidos?
Solamente en la poesía es posible encontrar algo de nosotros […] (p.98)

 

Si bien es cierto que Lozna y Barbus encarnan una especie de cuestionamiento del amor y la vida, ese cuestionamiento no exige de ningún modo esclarecer los conflictos de la razón misma de ese amor o de la muerte: “No quiere Lozna que Barbus haga tantas preguntas.” (p.81), dice el hablante. Pues esas preguntas son, además, un modo punzante de indagar zonas que nos abisman en una dolorosa realidad de la existencia. La “caída” sirve aquí como un recurso lingüístico para desarrollar todo un pensamiento reflexivo no sólo del acto amoroso, sino también del lenguaje poético, y de lo que significa estar poseído por el amor: “El amor es una partija que acaricia los cuerpos / en su perplejidad de esplendores / una ciudad desnuda / de regresos, / una ráfaga de las cicatrices de la palabra.” (p.111) señala en estos versos. Y es que el amor y la muerte se emparejan, son una fuerza inexorable que traza el destino de los amantes. En ese amor se trasparenta también la identidad de un hablante herido por las “caídas”, y las experiencias y sentimientos que lo agobian. Este es un escenario donde las criaturas amorosas (Lozna y Barbus) discurren sobre la pasión que los consume.