Poesía de Nino Gallegos

Te vemos, pero, no te creamos, ni te creemos.

Eres, en el país que no sabíamos de ti, una novela-río desbocados y no desembocados, una mural del tamaño de una nación con fronteras internas y circundantes, una zona demersiva con promontorios en el golfo, el caribe y el pacífico con barcos naufragando en la memoria líquida de un piélago inexistente, donde además me causas confusión y convulsión porque te han hecho del campo una zona devastada

e industrial turística, pasando de natural a artificial, tarjeta postal y portal del Welcome del bule de agua al producto exótico pintado con paradisíacos paisajes y viajes únicamente posibles para quienes los pagan.

Las islas tienen un silencio que se oye

Lo escribió Italo Calvino en La aventura de un poeta, y cuando a mí me sobra el mar rodeado de islas o las islas rodeadas por el mar, pienso en los que no tienen islas porque no tienen mar, más sin embargo son islas de soledad que se alcanzan a tocar con aventurarse más allá de lo que la poesía toca con los brazos extendidos y nuestras manos se adelgazan para tocar con los dedos nuestros rostros.

Sí, las islas tienen un silencio que se oye nomás mirarlas desde nuestros ojos poseídos por los rostros de las islas de la soledad, rodeándolas con nuestros cuerpos y nuestras sombras porque el sol del mediodía es un círculo quemante alrededor de nosotros.

En las madrugadas, las islas tienen un silencio que se oye más fuerte semejante al sonido de las corrientes marinas que transportan el calor y el frío superficial y profundamente, no siendo necesario navegar mar adentro, pues con estar tierra adentro, despiertos al maquinar de nuestros músculos y nervios se siente y se oye que las islas tienen un silencio que se oye más fuerte igual que un reloj de arena como despertador: es cuando la aventura de un poeta se atreve a navegar circundando las islas con los ojos abiertos para no dejar de despertar ante el sonido de la vida que pasa con esa líquida y material expansión en que todo es permanente y fugaz.

Ser un poema al final del poeta

Ser un poema al final del poeta, es lo que me atrae de Ko Un desde su aparente apacibilidad en un jardín coreano para el mundo, sobre todo, sus cuatro intentos suicidas, y yo ni siquiera intentar uno, aunque a veces lo pensé y no faltó alguien que me amara y luego me distrajera de ese pensamiento último y único contra la vida.

Desde entonces han pasado los años y la calvicie en mi cabeza, las canas sujetas a las orejas y las arrugas insinuándose en los espejos cotidianos con que uno se levanta lavándose la cara y escupir un gargajo flemático en el lavabo de los dientes cariados y sucios.

Y después del día, la noche, un guiño de oscuridad y un atisbo de luz kounianos, todos los nombres sobre todos los jardines imaginarios, los albañiles, los estibadores y los pescadores que no han dejado de ponerles ladrillos a las construcciones, cargas portuarias a los barcos y pescados a las redes de la esperanza, por más que el salario y la ganancia se parezcan al pan, a la leche, a la azúcar y a la sal de la vida, siempre hay un guiño de oscuridad que se entrecruza con un atisbo de luz:

Ser un poema al final del poeta.

Si esto es un hombre

Se questo é un uomo

Si esto es un hombre, Primo Levi por el monte y Günter Grass por la milicia, al fin,  nunca se encontraron cara a cara, en los campos de concentración y exterminio, y con el tiempo los dos se hicieron hombres y escritores.

Primo, escribió y se suicidó; Günter, siguió viviendo, escribiendo y obteniendo el Premio Nobel de Literatura.

Alguien escribió que después de Auschwitz, no había nada ya que escribir, y a Levi se le fue la vida testimoniando en ello, en tanto, a Grass, se le cuestionó su tardío reconocimiento personal que de joven perteneció a las Waffen-SS.

Si lo de Günter Grass fue terrible personal, ética y moralmente reconocerlo, a Primo Levi solamente después de muerto se le reconoció tan terrible sufrimiento, demostrándose que dos hombres aunque hayan estado en el holocausto nazi, no siempre gozan la paz mental y menos la paz sepulcral.

Pareciera que aún en un mundo de concentraciones y exterminios, la soledad ante el infortunio o frente a la fortuna, no deja de ser un acto de contrición ante la ignominia de un muro levantado entre la memoria y el corazón del hombre si es que eso es un hombre.

Existencial, ética y moralmente Primo vivió y escribió después que sobrevivió en Auschwitz, mientras que Günter sobrevive existencial, ética y moralmente de sus recuerdos, y desde la espiral de humo que sale del tabaco quemado de la pipa de Grass, debe seguir oliendo los cuerpos gaseados de la condición humana del Holocausto.

Si esto es un hombre en la marcha militar y fúnebre que hoy sigue siendo el mundo, Primo Levi dijo no odiar al pueblo alemán, aunque nunca lo había perdonado, tal vez esperando que Günter Grass, en un acto de solidaridad humana, lea en voz alta para el mundo:

Los que vivís seguros

En vuestras casas caldeadas

Los que os encontráis, al volver por la tarde,

La comida caliente y los rostros amigos:

Considerad si es un hombre

Quien trabaja en el fango

Quien no conoce la paz

Quien lucha por la mitad de un panecillo

Quien muere por un sí o por un no.

Considerad si es una mujer

Quien no tiene cabellos ni nombre

Ni fuerzas para recordarlo

Vacía la mirada y frío el regazo

Como una rana invernal

Pensad que esto ha sucedido:

Os encomiendo estas palabras.

Grabadlas en vuestros corazones

Al estar en casa, al ir por la calle,

Al acostaros, al levantaros;

Repetídselas a vuestros hijos.

O que vuestra casa se derrumbe,

La enfermedad os imposibilite,

Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

Un comentario

  1. Isabel Medrano Pèrez