24 poemas de Robinson Quintero Ossa

Robinson Quintero Ossa
Robinson Quintero Ossa

Como muchos Colombianos, Robinson es un colaborador asiduo de La Otra Gaceta y antes de Alforja, aquí una muestra de sus versos.

 

 

 

 

24 poemas

de

Robinson Quintero Ossa

Juan Manuel Roca, Robinson Quintero y José Angel Leyva en Casa de Poesía Silva, en Bogotá
Juan Manuel Roca, Robinson Quintero y José Angel Leyva en Casa de Poesía Silva, en Bogotá

 

 

5 poemas sobre la infancia

 

ALUMBRAMIENTO

 

De niño, yo intentaba tocar con mi mano, tendida en la oscuridad, la pared junto a mi cama, cuando despertaba con miedo. Adentro los ojos abiertos en el silencio, temerosos de mirar, y afuera la mano extendida buscando el asidero.

Como si desde el comienzo me hubieran abandonado en medio de la noche; como si viniera desde siempre extraviado de la mano de alguien.

 

DE LA INFANCIA

 

El abuelo enfermó en un cuarto oscuro y estrecho del que no salía. El parlante de un transistor sony de pilas, bien pegado a su oreja, le traía las noticias del mundo.

El dormitorio tenía una ventana con sus cortinas siempre corridas, la cama, una silla incómoda -destinada a las visitas-, y el mueble donde la lucecita del radio titilaba día y noche junto al velador.

Su comida enfriaba en las bandejas antes de ser probada, y en el cobertor, la bajo alfombra y alrededor de las patas de la cama, las migajas caídas de su plato.

Cuando aceptaba compañía, hablaba poco; después el silencio fruncía su gesto, daba el morro a la gente y se dormía.

Su cara permanecía siempre hinchada de agua, y su vientre hinchado de agua, y las plantas de sus pies y sus manos. La abuela le mojaba las comisuras resecas y cuarteadas con un trozo de hielo y el abuelo chupaba la escarcha con la prisa de un niño.

Desde entonces no meditó el balcón, ni paseó los corredores, ni subió a las terrazas. Se hacinó en su pieza donde, tosegoso, asfixiaba, pedía ayuda malhumorado y se quejaba con frecuencia del fuerte ardor de sus orinas. Se entregó a la medianoche interminable, acompañado apenas por las voces de los locutores de radio y mirando un punto fijo en el techo boca arriba con los ojos cada vez más ciegos.

Después de su muerte, el dormitorio permaneció cerrado, visitado apenas por la abuela que entraba con sigilo para asearlo y demoraba sacando trastos viejos.

Los niños seguíamos jugando en los corredores, y a veces oíamos, desde la pieza cancelada, quejas, toses, el verter del orín en una bacinilla y el ruido de una onda radial mal sintonizada, como si el abuelo no hubiera muerto y siguiera allí, anunciándonos que la infancia aún no había terminado.

 

DESVELO

 

El hermano yace del otro lado de la cama. Alta noche y con la luz apagada, hablamos mientras llega el sueño. La madre ha puesto en orden las cosas que compartimos: cobijas, almohadas, las cortinas descorridas. Muy pronto, uno de los dos dejará la casa; ¿cuál primero?

Esta noche el hermano descansa del otro lado de la cama, y ceñidos los dos por la misma sábana, calentados por la misma manta, estamos desvelados bajo el mismo techo.

-Ya crecimos; es preferible envejecer por separado, lo más distantes posible.

Siento de pronto cómo oprime su sien la almohada; su cara medio oculta por la cobija es sueño y sombra.

No tiene todavía el rostro pálido el orificio de la bala en su frente.

Todavía hablamos mientras llega el sueño…

 

ESPÍA

 

La tía desnuda en el baño, por la puerta entreabierta, se muestra. Y yo no debería  permanecer ante la hendija. Pero en el chorro sus nalgas brillan en un extremo de lo blanco y mientras las mueve se ciñe al agua.

Por los corredores de la casa merodea alguien -tal vez me sorprenda-. Pero en el baño la tía se da vuelta para que vea cómo abunda en su entrepierna el vello.

De pronto me apunta con sus ojos: prueba que sigo, tras la puerta, mirando.

 

MUDANZA

 

Salieron los cubiertos y los manteles que nos atendieron en la diaria reunión de las voces, las repisas y las lámparas que decoraron el bajo cielo de la casa, los libros embalados en cajas de cartón, el polvo y los espejos, las plantas que dieron fiestas en las ventanas, los veladores y los sueños. Después cargamos las cosas más pesadas, el cansancio, lo vencido, dejando para el final a los muertos, que aferrados a las barandas o escondidos en los sótanos del patio, se resistían a salir por la puerta.

Más graves aún de peso, los trasteamos como pudimos entre todos.

 

 

5 poemas sobre la poesía

 

HOMBRE QUE DA UNA VUELTA A SU CASA

 

La poesía no tiene horario

La poesía se escribe no cuando uno quiere

sino cuando ella -la poesía- quiere

dicen

Esto me digo mientras camino

y pateo una piedrita

calle abajo

una y otra vez

la misma piedrita

Dios puede ser cualquier cosa

incluso una piedra en el camino

-dicen también

Y me lo digo como quien no tiene

para decir

algo inusitado sobre una piedra

que se patea en una calle solitaria

Darle a la piedra es todo el asunto

de esta tarde

sin asunto

pues no hay qué hacer

y la poesía no tiene horario

La piedra golpea otra piedra y no canta

no llena el universo

Es nada

diría uno

en el camino que lleva a casa

 

TRUPILLO

 

Se escribe un día un sencillo poema que es, para el poeta, sombra desde donde mirar el mundo en medio de tantas luces que lo ciegan.

Trupillo: árbol con visera. Como tú con las ramas el poema con las palabras, parte y reparte la sombra.

Y ella se derrama.

 

VANO

 

En la sepultura abierta de pronto un pequeño

esqueleto:

los huesos

las piezas

de un despojo prematuro

como signos

como gestos

de un texto insuficiente

 

POEMA CON NARANJAS

Para Luz Eugenia Sierra

 

Las naranjas en el aguacero

perladas de resbalosas gotas

como suspendidas en la bruma

No pierden su llamarada

Más amarillas irrumpen en el verde

en las húmedas varas

en el color del agua

Me acojo a su alegría que escampa

Amo este sol entre la lluvia

 

POESÍA EN EL CUARTO

 

Una leve brizna de hierba me acompaña

sólo ella para la noche

suspendida en un jarrón sobre la mesa

Miro su verde pelusa

el frágil tallo que se balancea

su misterio sin perfume

sin ostentación

que nada diría en el tramado de los pastizales

Sin embargo vela conmigo

lleva la fatigosa soledad liviana

esta leve brizna de hierba

suspendida en un jarrón sobre la mesa

 

5 poemas sobre el viaje

 

LA OTRA ÍTACA

 

Siempre se ha dicho:

el camino es largo

Para arribar a tal o cual Ítaca

hay obstáculos

extravíos

y pocos atajos

Se necesita de algo más que ardentía

y arrojo

Y se dice también

que al final de la ardua jornada

espera a cada uno la recompensa:

la paciencia es hermosura

después de la niebla hay sol

sacrificio añade sabiduría

Pero sé de lugares jamás encontrados

en los que el hombre ha quedado

en la intemperie

Si no es la dicha el mismo camino

si no es cada paso el puerto

no lo emprendas

No siempre se nos espera

No todos llegamos a tiempo

 

BUSES

 

Sigo los buses que viajan veloces en la noche

cuando la tiniebla es más cerrada

y apenas los distingue

el destello de las luces

No dicen a dónde van

ni de dónde vienen

y a nadie dan razón de los asuntos de sus viajes

Pasan simplemente

cada vez más rápidos

y distantes

Sigo sus faros que trasnochan

y centellean

entre las montañas

hasta extinguirse

Las estrellas cumplen arriba

su destino

Pero más hermosa que la luz

inmóvil

es la luz que huye

 

LOS PASTIZALES

 

Hacia las autopistas del altiplano, por parajes sucios de lluvia y de neblina, suben los   camiones de ganado después de recorrer las rápidas planicies de los valles. Conducen desde las ferias de los pueblos hasta los mataderos de la ciudad, las reses marcadas para el sacrificio. De día y de noche trepan morosamente la cuesta, sus carpas azotadas por los ventarrones de la montaña y sus carrozas sacudidas por los resaltos del pavimento: los novillos, en el encierro sofocante, se empujan unos a otros, se atropellan contra los barrotes de las jaulas, escarban el cisco maloliente y, tal vez excitados por las fragancias que llegan del campo, embisten con sus astas las compuertas.

 

AYUDANTES

 

Desde niño admiré su osadía de viajar

colgados del borde de las puertas

de los buses

asidos a una manija por una mano de aire

Equilibristas de la carretera

a quienes el viento les ceñía una máscara

Trotamundos que sortean el filo

de los precipicios

Ubus-Ubus: pájaros de una sola ala

los llamaría Apollinaire

 

PASAJERO

 

El que es pasajero y nunca emprendió viajes

a esos lugares de donde llama

su alma

viaja ahora en este poema

 

 

5 poemas sobre los oficios

 

PELUQUERO

 

Sólo ante un dios inclina uno la cabeza

y cierra confiado los ojos

Sólo ante un dios entrega uno sus pensamientos

indefenso y sin miedo

El poema es el oficio de las manos de un hombre

Un dios sostiene firme el pulso del peluquero

 

EL MALABARISTA

 

La poesía es también la experiencia del poema

O si no observa al malabarista

Con qué habilidad mantiene

sus esferas en el aire

sin que caigan al suelo

Cómo lanzándolas a su suerte

lejos de sus manos

regresan obedientes a él

convocando el asombro

 

DENTISTA

 

Si hay algo digno de elogiar en el dentista

es la manera como ante el infierno nos tiende

la mano

salvándonos del dolor

Si hay algo digno de admirarle es cómo cumple

su promesa

de dejar la sonrisa a flor de labios

lista para despedirnos

Claro

pero antes

está la mota de algodón manchada de sangre

 

CANCIÓN DEL CHOFER EN EL PARABRISAS

 

Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre:

colinas de altos pastos rojos

un río de brillantes peñascos

una montaña escasa de luz

y otra cumbre más distante donde ya es la noche

Un cielo color granate

y un viento que entra con sus pájaros en el crepúsculo

también de viaje

El temblor de los platanales por la carretera

las aguas estancadas en las zanjas

los abismos por los desfiladeros

El oscuro sonido que se hace debajo de los árboles

y la última luz viva de la tarde

todo en viaje hacia la noche

Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre

 

TRABAJAN TANTO LOS CARPINTEROS DE ATAÚDES EN MI PAÍS

 

A mañana y tarde

en día laboral y festivo

sin vísperas

miden

trazan

cortan

Sin importar para quién

sin importar si es el propio

cofres lisos

unos

y ásperos

otros

Como peones al mando

del más severo Señor

taponan

pulen

empañetan

a prisa

En las noches oímos

sus garlopas que alisan

tabla a tabla

sus martillos que oprimen

clavo

a clavo

Con las manos llenas de polvo

con los rostros sucios de aserrín

cantan:

¿son más los de arriba?

¿son más

los de abajo?

 

De sol a sol trabajan

los carpinteros de ataúdes

en mi país

 

 

4 poemas sobre el amor

 

ALTO AHÍ

 

El amor es un atracador

No sabes en qué momento te asalta

ni en qué lugar

ni de qué modo

ni con qué porqués

El amor es un atracador

Y sabes que no pide la bolsa

sino la vida

No se conforma

con cosas de valía

el amor

Y desconoces si lo volverás a ver

Y desconoces si te devolverá lo hurtado

Agazapado en la sombra

está el ladrón

que te asaltará la vida

 

ADAGIO DE ADAGIOS

 

Me escapé de una ruidosa fiesta con una de las sombras de la noche, jalonado por los bríos del alcohol y del deseo, en un taxi que cruzó como otra sombra la ciudad.

Sombra de piel blanca y pelo negro, los colores del cine tienes -le susurré-. -No me alebresta el alcohol sino el deseo-, me contestaba, despintando la noche con el labial de su voz.

Y a su cuerpo a contravía de la luz, como a un objeto sin apariencia, como a un espejo sin imagen o como a un lienzo sin color, le di mi claridad.

Pero con las sombras de la noche siguiente, otra sombra -salida de no sé qué escondite-, me madrugó.

Aprende de esta historia, un adagio de adagios: asaltador asaltado es el amor.

 

GRAFÍAS

 

Esos nombres escritos por los enamorados

en la pintura de los asientos

de los buses

con una moneda

la punta de un lápiz

o el filo de una uña

Esos mensajes grabados toscamente

en un corazón

deforme

para que queden por mucho tiempo

a los ojos de todos

Esos amantes que sellaron así

una unión

quizá no se amen hoy

y éstas sean grafías mustias

de un tiempo de esplendor

Lo más probable

es que muchos de esos nombres se escriban

por separado

en corazones distintos

o solitarios

en otro asiento de otro bus que cruza triste

el anochecer

 

SIN AMOR

 

Camino por los baldíos de la ciudad

me complazco con el ruido de las hojas

silbo a los pájaros

espanto a las palomas

Sin amor canto en medio del mundo como en el centro

de un solar antiguo

traigo otra vez a casa mis afanes

miro desde mi ventana las horas

permanezco

persevero

doy de comer a las palabras

 

 

Robinson Quintero Ossa
Robinson Quintero Ossa

Robinson Quintero Ossa

Nació en Caramanta, Colombia, en 1959. Poeta, ensayista y cantautor. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998), La poesía es un viaje (2004) y El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse (2008). En 2008 publicó también 13 entrevistas a 13 poemas colombianos [y una conversación imaginaria]. Los poemas publicados aquí pertenecen a los libros anunciados y a obras inéditas.

 

 

 

5 comentarios

  1. claudia quintero gomea