Presentación La Otra Gaceta No. 21

Antes de entrar de lleno en el tema de esta nota de presentación, quiero expresar mi más sentido pésame a nuestra querida amiga la poeta Marianne Toussaint, por la muerte de su madre la también poeta mexicana Enriqueta Ochoa, a quien dedicamos en Alforja un número y no hace mucho publicamos en esta Gaceta un ensayo de Jessica González Fritge. Lamentamos mucho la pérdida de una autora que contaba con numerosos lectores en su país.
Otra noticia es que La Otra, nuestra revista impresa, está ya fuera de prensas y comienza a circular; esperamos que muy pronto esté ya a la venta en las principales librerías de México. Por lo pronto, pueden pedirla y suscribirse escribiendo a Mireya Vargas [ex.voto@hotmail.com], ha quedado en verdad hermosa, con sus contenidos dedicados a Eduardo Lizalde y la poesía italiana, con las fotos de Rogelio Cuéllar, con las imágenes colectivas de los amigos, colaboradores y miembros de los consejos Editorial, Nacional, Internacional y de Artes Visuales, con la pintura de Alejandro Mojica y con más apetitosas propuestas de lectura.

Bien, pasemos entonces al asunto de esta entrega.

La tradición editorial en México se debate enmedio de grandes intereses comerciales: la lectura no es un fin y muchas veces tampoco un medio. Quiero decir que las librerías y las trasnacionales que tienen como producto de venta al libro se interesan escasamente por colocar en sus catálogos y anaqueles, o mesas de exhibición, a las revistas literarias. Centros comerciales y quioscos lucen a menudo una diversidad abrumadora de títulos de publicaciones periódicas, pero nunca una revista literaria… acaso algunas políticas y de las llamadas culturales. El pasatiempo, no la lectura, es el espíritu que domina en estas publicaciones.

Quienes hemos emprendido esta ardua labor de hacer revistas culturales, específicamente literarias, y de manera todavía singular de poesía, nos enfrentamos al dilema del mercado y al gran conflicto de la ausencia de público lector de revistas especializadas y de divulgación literaria. No obstante, reconocemos una rica y larga tradición editorial y una abundante historia de publicaciones marginales que han dejado su impronta con su existencia efímera. Un papel central en la difusión de los contenidos y en la existencia de revistas, como en la movilización de la crítica, lo han desempeñado los suplementos culturales, que en México han marcado época. Aunque la mayoría de los diarios nacionales han hecho su aportación en ese sentido, son ejemplos recientes, el Sábado del periódico Unomasuno y La Jornada Semanal. El primero ya no existe y el segundo no ha recuperado el aliento de otros periodos. Aún así, la oferta es más o menos plural con otras referencias en El Universal, Milenio y Reforma, pero, insisto, no son capaces de convertirse en propulsores de nuevas corrientes del pensamiento y de la imaginación. La discusión está ya en otra parte, ocurre con énfasis en el ciberespacio. Allí se democratiza la opinión y se liberan los foros para dirimir la sustancia emocional e intelectual de la vida editorial en nuestro país y del mundo. Allí se establecen los nexos y se tejen la redes sociales de escritores de los más diversos niveles, se pactan encuentros y se confirman los desencuentros. No es algo nuevo, es simplemente la puesta en acción de eso que algunos teóricos de la cultura han llamado «La velocidad de escape», la ruptura de las fuerzas centrípetas que han pretendido atar la opinión y el intelecto a unos cuantos espacios editoriales. Entendiendo lo editorial en sus tres acepciones. Editar como la emisión de opiniones, fijar posturas y marcar territorio ideológico; editar como el proceso de creación del discurso, de su organización, de su sintaxis, del orden y de la estética, de lo que ahora gusta en denominarse, curaduría del texto o de los textos, y editar en el sentido de hacer público el discurso, de poner en movimiento o circulación un producto impreso o contenido en formatos audiovisuales y digitales. Editar también bajo la definición certera de Gabriel Zaid: como el arte de poner una lectura en medio de una conversación. Allí entra el dilema ¿se editan publicaciones periódicas atendiendo en verdad a una interlocución o se ponen a circular productos con oidos sordos, como esculturas que hacen homenaje al egocentrismo ramplón y a la ignorancia? Allí, digo yo, en medio de la conversación, es donde se escuchan las voces de los dedos de quienes dialogan y gritan sin rectricciones, allí aparecen los nuevos embriones de la crítica y de la literatura anónima. No sabemos aún cuál pueda ser la calidad  de esos productos, pero sí estamos conscientes de que son estandartes de un territorio más abierto y plural de la palabra. La conversación como la estridencia tienen lugar allí; también caben la más depurada información y la creación sublime. La lectura tiene un nuevo soporte y una nueva exigencia que no riñen, sino complementan, al hombre tipográfico. La contracultura digital está en marcha desde al menos un decenio.

Hace ya más de diez años recibía los constantes mails firmados por Luther Blizet, un personaje colectivo que daría tiempo después a conocer novelas elaboradas por un grupo de jóvenes escritores de Europa. En esa Europa ya enrutada hacia el podería económico de la Unión Europea y el Euro. Luther Blizet se convirtió en inquilino de mi buzón electrónico con sus mensajes sobre la posmodernidad y el imperio de la imagen, con la convicción de ser presas de la velocidad y experimentar sin plena conciencia un cambio profundo en la percepción del tiempo y del espacio. Eran tiempos de arranque de la revista Alforja, con toda su potencia idealista y frases inverosímiles: «La fraternidad Universal de los Poetas», cuando en lo cotidiano no he visto comunidad más envidiosa y competitiva que la de los poetas. Cada pedacito de fama, cada beneficio, cada privilegio, es peleado sin mucha imaginación y con mucha víscera. Luther Blizet ventilaba en mi correo electrónico la noción de que estábamos atados de algún modo al papel y anclados a la letra impresa, aunque cada día se leyera menos y se comprara nada la poesía. La velocidad estaba entre mis dedos al mismo tiempo que en el trabajo pleno de una publicación de poesía que luchaba tenazmente por sobrevivir en paisaje tan desolador, donde son más los poetas que escribe que los poetas que leen.

No voy a hacer un recuento de las revistas literarias en México, que según informes oficiales son poco más de cien plenamente registradas y en activo, pero son muchas más las que aparecen y desaparecen sin dejar rastros ni lectores. Hay una cuantas que son negocio y foros de poder, como Letras Libres y Nexos, y otras que son más ornmentales que vehículos de comunicación, como la Revista de la Universidad (de la UNAM), Casa del Tiempo de la UAM, Tierra Adentro (de CONACULTA), por citar las más visibles. Blanco Móvil, Generación, Fractal y Alforja son quizás las revistas impresas indepedientes con una vida más longeva y con una periodicidad firme. Lo fue también, dentro de lo institucional, el Periódico de Poesía, que ha optado por el soporte digital. En otras regiones del país podemos mencionar a Dosfilos de Zacatecas, Armas y Letras de la UANL, Luvina de la Univ. Autónoma de Guadalajara, La palabra y el hombre de la Univ. Autónoma Veracruzana, Ninguna de éstas puede jactarse de ser una publicación en medio de la conversación o del silencio, o de la barahunda de 100 millones de habitantes, que tenga como destinatarios a más de dos millares de personas. No obstante mantienen la llama encendida de una necesaria convivencia literaria y la ilusión de que hay aún razones para publicar y esperar, como Godot, lectores ávidos de interlocución.

En el marco de la Bienal de Ceará, en la ciudad de Fortaleza, Brasil, tuvieron lugar varias mesas de discusión sobre el quehacer editorial de productos escasamente comerciales, como la poesía, el cuento, el ensayo; es decir editoriales pequeñas que se autodenominan independientes o alternativas. Otras mesas estuvieron dedicadas a revisar el papel de Internet en la lectura y el intercambio cultural. En el caso de las editoriales pequeñas y medianas, por regla general locales, existen dos visiones que tienen como referente sus economías y arreglos sociales, culturales. España es una caso aparte de Iberoamérica porque sus políticas culturales apoyan de manera decidida a las pequeñas casas editoriales. Además, las grandes empresas que en América Latina fungen como colosos trasnacionales tienen asiento en España. Por eso quizás, desde la perspectiva de Uberto Stabile, director de Edita y gran promotor cultural que organiza año tras año el encuentro de editoriales alternativas en Punta Umbría, provincia de Huelva, las pequeñas editoriales no emprenden sus acciones desde la perspectiva de la autonomía sino de la opción, de lo alternativo. Para América Latina, la situación es otra. Las Cámaras Nacionales del Libro están capitaneadas por los representantes de esos gigantes editoriales que en su mayoría son de capital español y que han encontrado un mercado cautivo en nuestros países, sin que exista ninguna relación de equidad ni correspondencia. La metrópoli existe porque la periferia no deja de pensar y actuar como tal. Lo periférico es en todo caso una ubicación mental y cultural, y mientras no se rompa esa inercia seguiremos trabando desde las orillas, desde la marginalidad. Eso mismo sucede con las pequeñas editoriales que poco a poco comienzan a organizarse en asociaciones gremiales y se piensan como una alternativa cultural, pero reconociendo que su ubicación es todavía en el plano de la distancia con respecto a dichas cámaras oficiales que representan los grandes intereses de las empresas trasnacionales y de algunas locales. Así mantenemos el sentido gremial desde la autonomía y la búsqueda de posiciones que nos reconozcan, que nos hagan visibles en el diseño de políticas estatales; es decir, que exista la visibilidad de estas iniciativas de la sociedad civil que se debaten en la sobrevivencia, pero abonan de manera más decidida y fiel a la promoción de la lectura y la escritura al publicar obras que ninguna editorial con fines contundentes de lucro imprimirán. Al desempeñar este papel y mantener viva la tradición editorial local estas editoriales independientes y alternativas son parte de una herencia cultural que deben ser apoyadas como tales.

Con EdsonCruz, de la revista electrónica Cronópios, de Brasil, y con Esthela Guedes de Portugal, participé en una mesa sobre el papel de las revistas electrónicas y el mestizaje cultural derivado de esta acción. Guedes hizo una exposición sobre las estadísticas que muestran la frecuencia de visitas a determinados portales y sitios web. Las cifras son abrumadoras. Más allá de una discusión sobre la confiabilidad de tales contabilizaciones, los resultados de facto son evidentes. Las comunidades cibernéticas en el ámbito literarios son cada vez más grandes y en mayor número. Los intercambios son dinámicos y rompen fronteras nacionales y linguísticas. Ejemplo de ello es la propia Bienal de Ceará, donde han concurrido escritores, académicos y agentes culturales de países africanos, europeos y latinoamericanos. Todos ellos enlazados en una gran red de complicidad y acciones culturales, de intercambios. No hablamos de los blog, sino de proyectos más estructurados y con objetivos más comunitarios, con propósitos de comunicación y de cambio, de generar reacciones de política cultural.

Concluyo esta reflexión general, inicio de un ejercicio más amplio de análisis sobre ambos temas, particularizando en la presencia de La Otra, que es la continuación de un esfuerzo de once años, para afirmar que luego de Alforja, La Otra ha entrado inevitablemente en el dominio de la «Velocidad del escape», esto lo demuestra el hecho de que en apenas una semana abrir la página web ya tiene cientos de visitas que se suman a las 60 mil que recibimos en Alforja en dos años. A ello se suma la circulación  de La Otra Gaceta de Alforja, dirigida a unos 15 mil destinatarios. La pequeña industrial editorial, los proyectos editoriales alternativos no renuncian a su anhelo de generar productos editoriales impresos, pero ahora tienen la posibilidad de sumar a sus herramientas de trabajo y de lucha, no sólo sobrevivir, por ganar espacios y visibilidad en las políticas culturales de sus respectivos países.

10 comentarios

  1. juan david beltran